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Lázaro En Babilonia
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por Pedro M. Valenzuela
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Cuentan los Evangelios que cuando Jesús, conmovido por la muerte de su amigo Lázaro, le ordenó que se levantara éste salió de su sepulcro llevando todavía puesto el sudario y la mortaja, una imagen que la iconografía clásica ha hecho que asociemos a un momento mágico y luminoso. Pero échale un vistazo a la impresionante imagen que ilustra la portada de este libro, el cuadro de Rembrandt sobre el episodio, oscuro y tétrico (tan alejado de los cuerpos rollizos con que se identifica su obra) con un Jesús asustado que mira a Lázaro y parece pensar 'ay, ay, ¡que se levanta!'; y es que la resurrección es la vuelta a la vida, pero la recomposición de nuestro frágil cuerpo, física y psíquicamente, es otra cosa, algo menos glamouroso pero mucho más aproximado a lo que pasaría si un día descubriéramos que tenemos el poder de resucitar a los muertos a nuestro antojo, como le sucede al Lázaro de Pablo Bujalance. 'LÁZARO EN BABILONIA' es la primera novela publicada por el poeta malagueño más conocido por su trabajo de periodista cultural pero que a partir de ahora habrá que seguirle la pista en todos los estilos, ya que engancha su peculiar uso del lenguaje y los efectivos recursos literarios utilizados para jugar con el subconsciente del lector consiguiendo llevarlo hacia el terreno fangonoso en el que se desarrolla la historia, una buena y valiente apuesta para la colección FICCIONES de la joven malagueña EDITORIAL ALFAMA que está sabiendo elegir bien sus cartas para crear sellos editoriales con gran carácter por la calidad de sus autores y la riqueza de sus obras, fondo y forma al servicio de la literatura.
'La primera vez que resucité a un muerto tenía quince años', dice en la primera línea de la novela; a partir de este momento Lázaro toma conciencia de su don divino y va otorgando una segunda oportunidad primero a quien considera oportuno y poco a poco a todos los que abandonaron el mundo terrenal sin distinción de ningún tipo, ¿quién es el para juzgar cómo utilizar el don otorgado por Dios? Lo que le supondrá más de un problema moral, como sucede con los suicidas o los asesinos (donde la resurrección no puede preservar la justicia de los hombres), o de orden práctico como le recrimina un cura cuando devuelve la vida a una monja con noventa y cuatro años que ‘¡Más de ochenta había pasado velando noche tras noche para que una mañana, al despertar, se abrieran ante ella los ojos de Dios! Y cuando por fin lo consigue, llegas tú y lo estropeas todo’, todo aderezado con descripciones y situaciones de lo más divertidas y excéntricas, como cuando reconstruye un pueblo con muertos vivientes con un algún vecino que ‘en cuestión retornó desde las umbrías algo desmejorado, el cráneo raso podía verse entre las tiras de piel de su cabeza, una pierna no terminó de recomponerse y cayó podrida a los primeros pasos y el aparato fonador quedó tan mermado que el idioma del viejo resultaba indescifrable, pero sus habilidades se conservaron en buena medida, con lo que al día siguiente reabrió su forja’. Familia, religión, drogas, creencias, poder, manipulación, amor, nacimientos (con mula y buey incluidos), asesinatos, esquizofrenia, tortura, fe, hambre, plagas, un amalgama de la más variopinta naturaleza que evoluciona alrededor de Lázaro bajo una mirada impasible desde el cielo y otra sugestiva desde la tierra. Ya lo decía el amigo de Ourense: ‘Como cada noche un niño nació y su nombre es… ¿qué importa? Y al ver la luz lloró pues sabe lo que le espera’, pues aquí su nombre será Jonás, hijo de Lázaro, nacido para salvar muriendo.
También la forma de la novela es la más acertada para conseguir el propósito de esta historia planteada en un primer momento como poema épico, se nota el alma de poeta del autor (verdadero poema en prosa es el último capítulo ‘GENÉSIS’) que consigue en los interminables párrafos una estructura que atrapa y sumerge al lector en aparentes divagaciones plagadas de guiños (intertextualidad que dirían otros) que sirven para dejar entrever reflejos de verdad y poesía, lejos de cursis medias verdades. ‘Ni sentencias derechas ni renglones torcidos: ni Dios sabe escribir ni su criatura más rebelde sabe leer.’ Un total de veinte capítulos donde los temas transversales llegan a tomar tanta importancia como el eje principal: ‘¿qué gesto podría unir más a dos hermanos que el que uno sometiera a otro al hambre y la oscuridad?’‘Si yo fuera mendigo robaría directamente. No esperaría a que vinieran a darme limosna. Robaría como acto de justicia’. Además, si hay algo que nos diferencia a las personas (a algunas, claro) de los animales es el sentido del humor, utilizado aquí magistralmente por Pablo Bujalance para conseguir convertir una historia aparentemente freak en el vehículo adecuado para adentrarnos en las ideas de libertad y voluntad (puede ser un buen acercamiento a los conceptos clásicos para quien tenga demasiados prejuicios o alergia a los nombres de Nietzsche o Kafka), una profunda reflexión sobre nuestra verdadera capacidad de decisión y cómo viene condicionada por los demás y la sociedad, incluyendo la influencia de todos los prejuicios arraigados y heredados de una mentalidad cristiana donde la recompensa a este valle de lágrimas se debe esperar en la otra orilla, la fe como medio de salvación, hecho utilizado por el autor en el elenco de nombres y pasajes de la Biblia asociados invariablemente a determinados roles y situaciones para confundir a las ideas preconcebidas y lograr desterrarlas de una manida y oxidada visión redescubriendo su significado original. ‘Nada habéis perdido de la humanidad que cobijasteis. Pues sólo los hombres son capaces de odiar de esta manera. No es el instinto vuestra perdición, sino vuestra inteligencia’.
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