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portada Las Minas Del Rey Salomón
Ficha del Libro:

Título: Las Minas Del Rey Salomón    comprar
Autor: Henry Ridar Haggard
Editorial: Gaviota
I.S.B.N.-10: 8439209363
I.S.B.N.-13: 9788439209362
Nº P´gs: 199


Las Minas Del Rey Salomón
por Daniel A. Gómez

  Cuando Henry Rider Haggard escribió esta novela a fines del siglo diecinueve, las tierras africanas, la llamada "África negra", eran inexploradas con crípticos secretos de diabolismo o tribus legendarias. A Haggard, que por su relación con el gobernador de la colonia sudafricana de El Cabo tenía vivencias sobre el tema de lo que unos llaman la aventura colonial y otros la penetración imperial, con especiales conocimientos sobre la etnia zulú, no le fue difícil encajar a unos hombres, blancos, europeos y anglosajones, en los desiertos y selvas del suelo africano, en busca de un hombre perdido, pero en verdad, encontrando la tan británica aventura - incluidas las recreaciones cinegéticas - en una ignota tierra de Kukuanalandia. 

Sir Henry Curtis, acaudalado terrateniente, acompañado por el marino desempleado John Good, acude en ayuda del resignado y fatalista cazador Allan Quatermain, protagonista y narrador de la peripecia. Curtis busca a un hermano perdido en el África. Éste hermano había oído una leyenda sobre las minas del rey Salomón en el inmenso continente negro, y se había perdido en el mismo en busca de las legendarias riquezas del legendario rey. Quatermain también había oído una historia y, pese a su timidez, acepta acompañar mediante contraprestación directa y de lo que pudieran encontrar (esto es, el tesoro) a los dos hombres; aunque cree que el destino está escrito para todos, y les anuncia la muerte en el desierto. Sin embargo, incluso en este tímido y fracasado cazador, se advierte la proverbial flema insular: es fatalista, sí, pero después de echar las cenizas de su pipa al mar, en ése segundo, nos cuenta, decide compartir lo que él mismo piensa que es una loca aventura.

Entonces se internan en el desierto, sufren sed y no encuentran al hermano de Sir Henry, pero sí llegan a la fantástica tierra de Kukuanalandia, una tribu negra perdida en el corazón del continente misterioso. Con los kukuanas, los europeos se ven enzarzados en reyertas dinásticas, en las que según su moral y su sentido de la ley, toman partido victoriosamente, con su moderno armamento. Luego descubren las intasables fortunas salomónicas en una honda caverna y, cuando abandonan Kukuanalandia y la aventura, también, fortuitamente, al hermano perdido de Curtis. 

El relato es una fantasía aventurera típicamente inglesa y victoriana, que tiene la vividez, la intensidad y la precisa fluencia del lenguaje de Quatermain-Haggard. La búsqueda afectiva, en verdad, es excusa para saciar los impulsos aventureros y materiales, con relatos cargados de color acerca de pingues cacerías, sensuales danzas femeninas y costumbres de blancos y de negros del África austral y de la enigmática Kukuanalandia. El libro del autor inglés, que fue un éxito ya en su primera edición decimonónica, muestra el eficaz reflejo del acervo africano de Henry Haggard, que hacen a éstas las páginas más famosas de éste novelista. El autor, seguramente, habría conocido los rumores acerca de extrañas tribus del África virgen y supo sacar de ellos a su reino kukuana, descrito con respeto y una admiración, incluso, de orden militar. 

Un apunte final: los kukuanas, luego de la inestimable ayuda blanca para la entronización del nuevo rey, aceptan algunas leyes europeas; pero en el relato, Haggard deja como retintineando las palabras que una viejísima hechicera negra de los kukuanas dirige a los aventureros ingleses acerca de las "piedras" que ella sabe que han venido a buscar: 

- Comedlas, ji, ji. Bebedlas, ja, ja, ja…

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