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La Vida Frágil De Annette Blanche
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por Irene Rodríguez Aseijas
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Sugerente e intensa, así resulta La Vida Frágil De Annette Blanche. Narrada con el estilo hondo de las tierras latinoamericanas, hay algo en ella que captura la memoria y la retina, arrastrando al lector hacia las turbias aguas de la conciencia y la nostalgia. La historia de pasión entre Juan y Annette, –condenados a amarse y dañarse, necesitarse y amputarse mutuamente– sirve de pretexto para que Juan Manuel Villalobos (México 1972) nos arrastre hasta Xilcar , la ciudad de su infancia, preñada de sal y horizonte, y nos traiga de vuelta al pulcro pavimento de la vieja Europa, sin darnos tiempo a asimilar el abismo, en un erial de paisajes y ciudades que sirven de escenario al encuentro entre dos seres que, como los continentes que los vieron nacer, parecen a menudo pertenecer a planetas distintos.
Valentía narrativa, hallazgos intensos que se conjugan con reflexiones hermosas que no se diluyen en lo meramente estético, pero también mucho de conciencia social y realidad sin filtros, a través del retrato generacional de un emigrante condenado a sobrevivir a duras penas en mitad del jodido mercado laboral (y editorial) español. Y como telón de fondo, la pérdida, el dolor total, sin concesiones, que el amor nos inflinge a bocajarro cuando ha querido alcanzarnos una vez y luego, simplemente, nos vuelve la espalda con la solución más cruenta posible...
Recomendable y prometedora, con más aciertos que lastres, la novela apunta hacia la madurez de un autor con obras por delante. Lo mejor, a mi juicio, su atmósfera, cercana y conmovedora, abigarrada y fructífera, capaz de agarrarnos las tripas en un arranque vigoroso y poético, que se queda grabado en la memoria.
Y para dar la de arena, una pega final ¿Por qué los narradores –no sólo masculinos– insisten con frecuencia en estereotipar sus personajes femeninos?... El desamparo de Annette, su fragilidad, la incapacidad emocional de enderezar su rumbo, encarnan el constante recurso de la mujer joven que, sin lograr cuajar la madurez de su carácter, se muestra ante el hombre como un ser aparentemente enérgico, pero en el fondo titubeante, necesitado de protección y con frecuencia avocado a un final prematuro... ¿Tan obvias somos?...Lo mismo sí.... O tal vez es sólo el peso ancestral de una herencia difícil de ignorar. El hombre con mayúsculas que marca territorio, supongo...aunque ésa sea otra historia.
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