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La Tribu De Los Acantilados
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por Francisco J. Vázquez
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La vida de la tribu de Los Acantilados transcurría apaciblemente... al menos tanto como las circunstancias podían permitírselo. La naturaleza les proveía de todo aquello que necesitaban para subsistir: animales, frutos del bosque y agua. Al mismo tiempo, su situación estratégica (un grupo de refugios encaramados a unos acantilados de difícil acceso) les permitía mantenerse dentro de una seguridad parcial, muy recomendable en según qué épocas y, sobre todo, con según que "vecinos" y merodeadores. A eso se les sumaba una tradición que imponía un orden dentro de la comunidad, y que hacía que viviesen dentro de una armonía aparentemente fuera de todo Caos. Eran felices con lo que tenían, con lo que eran y por cómo estaban, y daban gracias a las divinidades por concederles una vida tranquila y sin más sobresaltos aparentes que algún castigo por sus excesos y descuidos en forma de mal tiempo de de enfermedades.
Por eso, aquella mañana en el bosque, cuando la joven Abela encontró aquel objeto mientras recolectaba setas con sus compañeras, muchos supieron que algo iba a cambiar en su entorno, en su modo de vida, en su pacifico, seguro y particular universo alojado en aquellos valles, en aquellas montañas. Se trataba de una especie de azagaya, un arma que por su refinamiento y pulcritud algunos pensaron al principio que se podría tratar de un juguete... pero nada más lejos de la realidad. Aquel talle en la piedra, realizado con esmero y mimo, aquellas plumas que adornaban el borde superior de la misma y que encajaban, preparadas por manos expertas, en la pequeña hendidura que se encontraba en la parte alta del instrumento, e incluso la madera que componía la base (de un tipo que no era muy común en aquellas tierras), indicaban no sólo que era un objeto sofisticado, sino que su dueño (aquel que la hubiese olvidado) tenía elementos más avanzados que los suyos con los que hacerles frente. Y aquello era, por ende, peligroso.
Pero no sólo eso era lo que inquietaba a los miembros de la tribu. Junto al arma habían encontrado también excrementos de ese individuo (quizá fue esa la causa del olvido de aquel objeto), y lo que era más inquietante, huellas de un animal que no estuvo antes o después del individuo, sino al mismo tiempo. Muchas fueron las preguntas que asaltaron a los miembros de aquella comunidad de los Grandes Acantilados. ¿De quién era aquellas huellas? ¿Qué animal lo acompañaba? ¿Qué era aquel arma? Y lo principal, ¿por qué estaba en su valle?
Todas aquellas preguntas fueron en poco tiempo resueltas. Un grupo de nómadas, venidos de lejanas tierras, estaba en su territorio. Sin embargo no habían sido corteses, y no habían anunciado su presencia ni pagado tributo por la utilización de los recursos que ellos, legítimamente, consideraban como suyos. El Abba no tardaría mucho en tomar una decisión al respecto, pero esa decisión, lejos de solventar los problemas, resultaría ser a la postre una de las menos acertadas del jefe de la tribu...
"La Tribu De Los Acantilados" es una novela histórica que nos traslada 10.000 años atrás, donde los hombres, los animales y la naturaleza formaban parte de un todo en el que la supervivencia era la principal actividad a desarrollar. Sin embargo Michel Peyramure, su autor, nos expone unos razonamientos por parte de los personajes (sobre todo del narrador) que nada se alejan de las inquietudes que pueden afectar a cualquiera de nosotros: miedos e inquietudes por el futuro, las deliberaciones propias de los problemas del día a día, la incertidumbre ante el enamoramiento, el orgullo ante las acciones nobles, el odio y el desprecio ante envidias y resentimientos, las alianzas en pos de mejores logros comunes, los miedos y resentimientos, las alegrías y las satisfacciones... todo muy cercano y a la par tan pasado. Y quien sabe... las cosas pudieron pasar así.
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