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portada La Mirada De La Muñeca Hinchable
Ficha del Libro:

Título: La Mirada De La Muñeca Hinchable    comprar
Autor: Javier Tomeo
Editorial: Anagrama
I.S.B.N.-10: 8433968408
I.S.B.N.-13: 9788433968401
Nº P´gs: 168


La Mirada De La Muñeca Hinchable
por Antonio Ruiz Vega

  Los últimos libros que hemos leído de Tomeo eran colecciones de libros, algunos de ellos bastante hilarantes, por cierto. Pero en esta ocasión encontramos que "La Mirada De La Muñeca Hinchable" es una novela corta. La verdad es que cuanto más leo a Tomeo, más me gusta. Tómese esta afirmación en su sentido literal. "Napoleón VII" me dejó bastante frío. "Cuentos Perversos", aunque no me gustó del todo (y me parecieron hiperbólicas hasta el ridículo las alabanzas de la contraportada), ya me hizo pasar muy buenos momentos y reconsideré un tanto mi opinión sobre Tomeo.

Aquel libro debió de gustarle mucho a su propio autor pues no deja de homenajearle repetidamente en este. No en vano acusa los "deja vù" cuando se entierra un aparato de televisión en un foso y por aquí aparece también el simpático pulpo que toca el violín, casi siempre el "Trino Del Diablo", de Tartini...

El personaje, al que no puedo evitar identificar con los rasgos del actor Zero Vostell ("Golfus De Roma", "La Tapadera"...) es una especie de solterón rentista que vive, como se diría hoy, "a su bola". Una persona tranquila que mantiene contra viento y marea sus opiniones y manías y que deambula por una ciudad cuyos ediles parecen empeñados en titular todas sus calles con nombres de militares tan improbables como ese General  Pardiez (también está el Mariscal Trementino, el Mariscal Torpedo, y el Cabo Furriel Martínez) cuya plaza tanto frecuenta. Y ¿qué hace nuestro hombre? Bueno, pues convive con una muñeca hinchable (lo que no es lo más original de la novela) llamada Dorotea, cultiva la amistad de varias personas y acude a algún que otro acto social. Cuando no sabe qué hacer se va a agobiar con precisiones al director del museo Paleontológico, Orloff, que pasa bastante de él. El resto del tiempo lo reparte entre ver la tele y vigilar a sus vecinos.

Es un personaje que está entre el Anarca jungeriano y alguna forma de acracia razonable, moderada diríamos, como la de Savater (Ja ja ja). Tanto él como sus amigos tienen momentos de lucidez y sentido común desarmante. Así Ramón, un ex-compañero de la escuela, le espeta en una sobremesa que no entiende cómo se representa a los ángeles como se viene haciendo: "Necesitarían un pecho de más de un metro de envergadura para albergar los músculos de las alas –me explicó-. Además las piernas, para economizar peso, tendrían que ser como palillos".

Él mismo ha concebido una teoría para explicar la desaparición de los dinosaurios, que no tarda en transmitir a Orloff (mantiene que murieron debido a que las señales nerviosas de dolor tardaban tanto en llegar al cerebro que ni se enteraban mientras los pequeños carnívoros se los trapiñaban). Como no le presta suficiente atención, Juan P. (que así se llama el personaje) zascandilea por el museo hasta que encuentra el esqueleto de un gato al que le faltan dos vértebras. Orloff, incapaz de dar una explicación coherente, ofuscado, termina por confesar un crimen anterior, lo que le pone en manos de Juan P.

A su mirada crítica escapan pocas cosas. Le horroriza, por ejemplo, que la gente vulgar tenga tanta facilidad para viajar, en nuestro tiempo. "No deberían permitir que cualquier horterilla de mala muerte pueda coger un avión y plantarse en el Taj Mahal en un abrir y cerrar de ojos. Antes de dejarles salir del país debieran obligarles  a visitar la ermita de su pueblo". ¿Cabe mayor sensatez?

Mientras, recorre la ciudad con un par de botellas de ron en los bolsillos de los pantalones y degusta menús insólitos en restaurantes poco comunes (en uno de ellos su amigo Torcuato es intoxicado con un plato de setas).

En casa, escucha los pizzicatos de un vecino que toca el violín y hace zapping entre los diversos canales. Le sorprende, en el bloque de anuncios, la creciente preocupación, entre las mujeres de edad, por los problemas de pérdidas de orina...

Y es que es un televidente panglossiano poco común. "Cinco minutos largos de publicidad. No importa. Bienvenidos sean. Los ciudadanos somos gente afortunada. No estamos dejados de la mano de Dios. Continuamente nos están ofreciendo productos que solucionan todos nuestros problemas".

También tiene que escuchar las tabarras telefónicas de su amigo Godofredo K que acaba de viajar al Japón. Para no ser menos Juan P. le cuenta que estuvo "con una rubia en el Polo Norte, viajando en piragua entre témpanos de hielo tan grandes como casas y disparando el arpón contra todas las focas que nos cruzaban en el camino". Ante la incredulidad de Godofredo, le espeta: "Lo que acabo de contarte es tan cierto como tu viaje al Japón".

No falta alguna que otra referencia a la actualidad. "Se ven demasiadas catástrofes por la televisión. Se estrellan los aviones y las torres se caen".

También ve algún espectáculo. "En el Canal Ocho están retransmitiendo en diferido una corrida de toros y se repite la historia de siempre: el toro embiste el trapo rojo que agita el torero. No me gusta el argumento".

Se traga enteros concursos delirantes o la enésima retransmisión de un reportaje sobre la muerte de una ballena en la playa.

"Vale la pena escuchar toda esa sarta de insensateces sólo para oprimir un botón y recuperar el silencio".

Aunque llega un momento que está tan harto de la televisión que baja en pijama a la calle para tirarla a un container. Le detiene la policía aunque al final le perdonan la vida.

A veces va al teatro, y está a punto de verse identificado en algún personaje, en "el papel de un borrachín presuntuoso que no ha dado golpe en toda su vida". Claro que mientras contempla la obra considera que "Es un buen momento para darle un achuchón al frasco".

Este anarca pacífico, que detesta cordialmente a la policía y que le gustaría afeitar personalmente a cierto político bigotudo que ve salir demasiadas veces por televisión, no tiene un gran concepto del género humano:

"Por la parte del mar cruza una luz brillante. Son los extraterrestres, que regresan a su planeta. Llegaron la semana pasada, se dieron un garbeo y al ver lo que se cocía por aquí debajo prefirieron darse la vuelta".

Bueno, a mí me ha gustado...
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