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| La Hija De Dios
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| por Francisco J. Vázquez
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| Existen secretos, sobre todo del índole de la Fe, que jamás deberían ver la luz y ser del dominio público. Esa es al menos la intención de cierto corpúsculo interno del Vaticano que piensa, desde sus más oscuros orígenes en los primeros siglos de asentamiento de la Iglesia cristiana, que cualquier duda o grieta en el misticismo que rodea a la religión desencadenaría no sólo el descalabro del orden mundial sino, además, la pérdida de poder y de influencia de la otrora todopoderosa Iglesia Católica. Es ese convencimiento el que hace que dicho corpúsculo de hombres sin escrúpulos actúe con criterio propio, poniendo todos los medios que considera necesarios a su alcance ("trabajando" bajo el nombre de un Dios escudo) para llevar a cabo sus fines, incluidos (siempre supuestamente) el robo, el asesinato, el secuestro, la privación de dignidad, la mentira... Todo es válido si se quiere mantener la influencia del imperio de la Iglesia de Roma. Por otra parte, ¿por qué existe este corpúsculo despiadado dentro de la curia? ¿Es necesaria su existencia? ¿Es justificable la política del todo por el todo? Realmente sería difícil responder a eso, aunque lo único cierto es que desde siempre cualquier secreto religioso ha sido moneda de cambio en las más altas esferas del poder. Desde que la Iglesia que se empezó a gestar a la sombra del Nazareno a orillas del Jordan pasó de ser más que una religión un negocio, los problemas se extendieron sin límites. El equilibrio de poder entre Iglesia y Estado, entre creyentes y no creyentes, se saldó con millones de muertos a lo largo de la Historia... reyes, proscritos, emperadores, papas, conspiraciones, engaños, verdades a medias... todo vale si se consigue el propósito buscado. Pero no hay ningún secreto que lo sea realmente si hay más de una persona implicada en él. Y hoy uno de ellos, probablemente el más peligroso de cuantos se ha encontrado a lo largo de su existencia la Iglesia Católica, está al límite de ser descubierto por unos mercenarios cuyo única visión del poder es la del dinero: se venden al mejor postor. Algunos de esos postores son los seguidores del ultranacionalista ruso Zirinovsky, empeñados en obtener a toda costa la tan ansiada y codiciada reliquia para obligar a la Iglesia a guardar silencio, mediante el chantaje, ante las atrocidades que tienen previstas en caso de obtenerla para restaurar de nuevo las fronteras de lo que antaño fuese la antigua Unión Soviética. Una guerra encubierta por el poder del conocimiento ha estallado, y ninguno de nosotros somos conscientes de ello. En medio de todo esto dos personas, Zoe Ridgeway, marchante de arte e historiadora, y su marido, Seth Ridgeway, profesor de filosofía y religiones comparadas de la UCLA Estadounidense, se verán inmersos de manera totalmente involuntaria en esa confrontación. Y todo a raíz de un encargo de un viejo Ex-Nazi llamado Willi Max (excéntrico coleccionista de arte y poseedor de una fastuosa colección de arte de lo más variopinta y dudosa procedencia legal), que tras saberse cercano a la muerte va a dejarles la llave de uno de los más grandes y a la par peligrosos conocimientos a los que el ser humano puede enfrentarse: la existencia de un segundo Mesías que, además, era mujer. Sofía, que así se llamó la que fuera destinada a ser nueva hija de Dios en la Tierra, planteó muchos problemas y dudas a la entonces emergente y poderosa Iglesia Católica. Pero es hoy, en nuestros días, cuando esos problemas no han hecho más que comenzar... y el matrimonio Ridgeway va a ser testigo de excepción de todo lo que ello implica. "La Hija De Dios", de Lewis Perdue, no es más que una novela, y por tanto una ficción. Lo argumentado anteriormente es, a grandes rasgos, el hilo conductor de la misma; sin embargo, esta novela tiene aspectos que la hacen muy poco habitual. Entre otras cosas porque las novelas tienen como finalidad normalmente el mero entretenimiento. En esta ocasión, como ocurre de vez en cuando con alguna obra excepcional que se sale fuera de los cánones establecidos, la novela se convierte en fuente increíble de preguntas sin respuesta que atenazan al lector a medida que se avanza en la trama. Y es que, como todos sabemos, la novela como género no deja de ser "una serie de falsedades encajadas como si fuesen verdades", pero... ¿cuánto es imaginario y cuanto es real en "La Hija De Dios"? ¿Qué es lo que hace a esta obra tan atrayente a ojos de los que osan aventurarse en sus páginas? Probablemente lo que más llama la atención es la base de su argumentación, que no esotra que la posibilidad de que un segundo Mesías hubiese caminado entre nosotros. Y no sólo eso, sino que éste (o en su caso ésta), fuese una mujer. A ello ayuda, qué duda cabe, el entramado que teje Lewis Perdue para encauzar el camino a seguir. Entremezcla como pocos los destinos y caminos de personajes anónimos que de una u otra manera se ven inmersos (unas veces conscientemente, otras no), en el río que fluye desde la Pasión de Sofía a lo largo de la historia. Pasado y presente se dan la mano a lo largo de toda la obra, el bien y el mal no tiene un bando definido, y desde donde menos imagina el lector viene la sorpresa, el chasco, la alegría, la tristeza o la desesperación, en una amalgama de sensaciones que lo envuelven desde la primera a la última página. "La Hija De Dios" va a plantear muchas, muchísimas dudas... desde el papel de la mujer en la Iglesia pasando por la validez de las posibles actuaciones de los que se denominan representantes de Dios en la Tierra, y sobre todo, qué papel ha desempañado realmente la Iglesia a lo largo de la Historia. Recuerden. "La Hija De Dios", de Lewis Perdue, se trata sólo de una novela, única y exclusivamente de una ficción con licencias literarias... ¿o no? Léanla. No les va a dejar indiferentes. |
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