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La Espada Del Rey
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por Ignacio Segurado
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“Las posibilidades teatrales inherentes al hecho de que dos personas puedan estar unidas por los más fuertes lazos sentimentales del mundo y, al mismo tiempo, no querer siempre lo mejor para el otro, son infinitas”. Quien piensa así no es un poeta lívido ni un gurú de la autoayuda, sino un sólido psicólogo evolutivo. Steven Pinker se refería al amor y a la familia. A los embarazosos conflictos de los lazos de sangre que durante más de dos mil años han aprovechado dramaturgos, novelistas y cineastas para tejer la trama de sus tragedias.
Pues bien, esto mismo es LA ESPADA DEL REY. Un escenario medieval -la Francia descompuesta de los estertores de la monarquía carolingia- donde unos personajes regatean al destino y se dejan atenazar ambiguamente por los más variados sentimientos. Que el siglo sea el décimo no aporta más tragedia ni resta credibilidad al relato, pues la pasión es el esqueleto que mantiene en pie la obra.
LA ESPADA DEL REY es un homenaje, en poco más de 400 páginas, a todos los tópicos sobre el amor cortés que ha inventado el ser humano. Como una cántiga de amigo prolongada párrafos y párrafos: “Si viniese y me llevase, por vida mía que no gritaría”. Las escenas estereotipadas se suceden: chica enamorada platónicamente de chico desde la infancia (en este caso, sustitúyase chica por dama y chico por caballero; por supuesto, apuestos ambos); dama entregada y caballero esquivo; dama obligada a sacrificar su vida a las ansias de poder del padre y caballero que troca su personalidad galante y se vuelve fiero; fugaz encuentro años después; añoranza mutua; breves escarceos a escondidas y, finalmente, feliz reencuentro público: omnia vincit amor.
Creo no desvelar nada anticipando el triunfo del amor: es algo que se intuye desde las primeras páginas de la novela. Es más, si fuera de otra manera y tal y como está construida, la historia decepcionaría a más de uno, pues todos alguna vez, reflexionando, hemos llegado a la misma conclusión que Alvy Singer y deseado que las cosas salgan perfectas en el arte, porque en la vida es imposible. |
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