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La Buscadora De Perlas
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por Noelia García
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¿Qué nos queda cuando nos despojan de nuestra libertad, nuestro pasado, nuestra familia, y hasta de nuestra propia identidad? ¿Quizás los recuerdos? ¿Acaso sea mejor dejarlos en el olvido...?
Jeff Talarigo es un periodista estadounidense afincado en Japón con su familia desde principio de los 90, y en ésta su primera novela, nos relata la conmovedora historia de la buscadora de perlas.
1948 era la más joven de las buceadoras de la isla de Shodo. Cada día caminaba más de dos kilómetros y medio hasta llegar al mar, el único lugar en el que se sentía libre y dueña de su vida. Durante más de 50 zambullidas cada jornada, luchaba a más de 20 metros de profundidad por conseguir ostras, erizos de mar, vieiras, langostas, y el día que la suerte la premiaba por tanto esfuerzo, quizás alguna perla. En aquella cabaña se concentraban más de tres generaciones de buceadoras.
El mar era toda su vida; los domingos que no bajaba al mar anhelaba zambullirse en las aguas frías, sentir cómo le faltaba el aliento y salir por fin a la superficie, sintiéndose felizmente orgullosa con su motín en la mano. Cada sábado se encaminaba al olivar de sus vecinos los Nakamura, y como un ritual, escondía una moneda en el saquito que tenía enterrado junto al duodécimo árbol de la quinta hilera. No sabía muy bien para qué las guardaba, pero lo sabría llegado el momento.
La primera vez que notó las heridas, mintió diciendo que se había arañado con una roca mientras salía a la superficie, pero no tardó en hacerse una herida de verdad y cuando ésta no cicatrizó tras varias semanas de tratamiento, supo lo que le ocurría; tenía lepra. No fue capaz de contárselo a su familia y la única persona con la que pudo hablar fue con Miyako, la más veterana de las buceadoras. Se escondía en un viejo almacén, y cada día su amiga le llevaba una bolsa con comida, pegaba en la puerta, y cuando estimaba que había transcurrido los minutos suficientes para que Miyako hubiera desaparecido del camino, abría la puerta y recogía lo único que aún la unía al mundo exterior; la comida. Pero un día, no es la comida lo que encuentra tras la puerta, sino dos policías, dispuestos a llevarla al que sin saberlo sería su hogar para el resto de su vida, la isla de Nagashima.
Sólo contaba con 19 años, pero tenía que soportar con la pesada carga de haber llevado la vergüenza a su familia, de haberlos deshonrado. A partir de ese momento tiene que olvidarlo todo, su nombre, su vida, su pueblo natal, su familia y hasta su propia existencia. Era como si hubiera vuelto a nacer, como si en aquel momento empezara realmente su vida. Como todos los habitantes de Nagashima, buscó un nombre, lo único que podía elegir en su nueva vida y que sería realmente suyo, y decide convertirse en la señorita Fuji ya que su visita a ese monte sagrado era el mejor recuerdo de su vida anterior, y sería lo único que conservaría de ella.
Comienza entonces la historia de una vida dedicada a los demás, de una mujer que privada de su libertad, repudiada por el resto de la sociedad y esclava de su propia existencia, lucha por no sentirse culpable de su propio destino. Descubre la verdadera belleza en el interior de las personas con las que comparte cada día, en sus sueños e ilusiones y encuentra el sentido a su vida cuidando de los más débiles.
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