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Jonathan Strange Y El Señor Norrell
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por Juan Carlos Eizaguirre
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La autora es una mujer joven, inglesa. Ésta es su primera novela. Terminada su Graduación en Oxford, en 1992, acometió la tarea de lo que sería, pasados algo más de diez años, la presente obra, que está siendo un éxito editorial.
Algunos críticos literarios han afirmado que la obra de Clarke es un libro de magia dedicado a los adultos. Verdaderamente la novela no tiene ningún contenido importante, digno de mención. Simplemente está extraordinariamente bien escrita: la prosa arrastra, la trama no decae en ningún momento, es más, se enriquece con nuevos argumentos. Y si añadimos la perfecta descripción de ambientes y de personajes (por cierto, bastante numerosos), hay que concluir que esta obra debe leerse por su belleza. No hay que buscar moralejas, mensajes, opiniones de la autora, como sucedió en su momento con Tolkien o C. S. Lewis. Es pura magia. Por cierto, un adolescente de doce años disfrutará con su lectura aunque, efectivamente, me parece que Clarke pensaba más en los adultos que en los jóvenes cuando escribió esta novela.
Otro crítico literario ha dicho que la obra es muy buena, pero que le sobran varios cientos de páginas, porque la trama es siempre igual: se repite con otros personajes. No estoy de acuerdo. Es como si J. R. Rowling hubiera decidido publicar Harry Potter de una sola vez. Incluso me atrevo a afirmar una segunda parte: el argumento queda abierto.
Lo malo de estos libros, llamémoslos de fantasía, es que pueden ser desorientadores para cualquier clase de lector. La magia y derivados es algo real; el nivel cultural y de formación respecto a asuntos espirituales o simplemente metafísicos, está por los suelos en nuestra civilización. Atrae al ser humano el poder. Tener la fuerza de cambiar las cosas a su gusto. Y si eso se comienza a ser moneda de cambio en el transcurrir de los días, no vamos por un buen camino.
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