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Job
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por Juan Carlos Eizaguirre
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Quizá esta novela sea la que más retrata el modo de ser, pesimista y cambiante, de Joseph Roth, al presentarnos una historia muy parecida a la del Job de la Biblia. Biblia que como buen judío Roth conocía bien: un hombre bendecido por Dios con una bella mujer y unos buenos hijos; rico en ganados y tierras. Una gran prosperidad, en suma.
Es entonces cuando Satanás le reprocha a Yahvé que es fácil ser un buen judío piadoso, con tanta fortuna. Que le desposea de todo lo que tiene: ¿cuál será entonces la postura de Job? Yahvé hace caso de la propuesta de Satanás, y hunde a Job en la miseria: pierde todos sus bienes, mueren su mujer e hijos... Hay un conato de rebelión por parte de Job, que se queja a su Dios de tanto infortunio, pero permanece (más o menos) fiel a su religión: “El Señor me lo dio; el Señor me lo quitó. Bendito sea su nombre”.
En el caso de la presente novela de Joseph Roth, algo parecido viene a suceder a un hombre, llamado Mendel Singer; en éste caso no es rico, pero las desdichas le van abatiendo de una manera que resulta asfixiante hasta al propio lector. Quizá los momentos más duros son los de la emigración a América desde algún lugar del suroeste de Rusia, dejando a un hijo tullido medio abandonado en manos de unos vecinos; y los distintos sucesos, que no relato, para no destripar la novela.
Mendel Singer se distancia de Yahvé, abandona la religión, quedándose ésta en un mero caparazón... hasta que Dios vuelve a aparecer en su vida, perdonando más que restituyendo; y el arrepentimiento de Mendel se verá recompensado por la recuperación de muchas de las cosas que había perdido.
Todas las novelas de Roth poseen este corte desgarrador que, pese a su corta vida –45 años– le hicieron ser un escritor de fama del periodo de entreguerrras. Esta novela es de 1930, tres años antes de caer en las garras del alcohol y fallecer por intoxicación etílica en 1939, en Paris.
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