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Jardines De Kensington
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por José L Amores
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Este comentario se construye a base de unas pocas puntualizaciones tangenciales, fronterizas; que diría más de uno de los pijos economistas (como yo: economistas, no pijos) que tengo por aquí siempre danzando y me piden que les diga cosas pijas en lenguaje pseudo incomprensible, culto o inculto, según se mire.
Con Fresán me he encontrado frente a otro lector insaciable: otro de los enciclopédicos literatos argentinos que aman a Borges y odian a Sabato; otro gran escritor latinoamericano que se sabe ya no joven sino impelido por el tiempo a escribir y demostrarse –¿demostrar?– que vale para esto; otro escritor amigo de escritores, españoles y latinoamericanos, que viven en Barcelona, donde también vive él; otro escritor que no es otro sino él mismo, con un estilo joven (aunque ya pase de los cuarenta) y osado, vanguardista e irrespetuoso –hasta cierto punto– con el establishment que ya empieza a no serlo tanto, vigente y abocado al éxito, esforzado y con oficio, aplicado, tenaz, terco (perdió el primer borrador de ‘Jardines De Kensington’ por una avería de su ordenador portátil), brillante e imaginativo, gurú de las tendencias literarias, consultor de literatura al más puro estilo de Bolaño o Vila-Matas, puede que llamado a recoger el testigo dejado por la prematura muerte de nuestro querido chileno.
‘Jardines De Kensington’ es una obra mixta: confesión de un alucinado (el narrador; personaje en algunos casos); diario o narración de una vida dedicada a la reparación de una falta cometida en la niñez; extensa y magnífica biografía de un personaje (James Mathew Barrie, creador de Peter Pan); descripción entrelazada de dos ambientes y períodos en los que Inglaterra tuvo un papel esencial: la época victoriana y los años sesenta del siglo XX; novela de suspense con desenlace adivinado pero con causa no desvelada (al más puro estilo de Hitchcock) hasta el final. Fresán ha creado un producto propio, aunque con reminiscencias de otros autores mayores: desde Borges hasta –al menos a mí me lo ha recordado– el mismísimo Hesse con su teatro alucinado del final de ‘El Lobo Estepario’.
Fresán se inspira en la vida de Barrie y en la época en que éste vivió para crear una deliciosa historia en la que parece decirnos: ‘Sí, voy a hacer algo grande..., pero también quiero vender libros, ¿de acuerdo?’.
Ya está.
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