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Jane Eyre
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por Enrique García
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Charlotte Brontë escribió "Jane Eyre" cuando contaba con treinta años y tras haber pasado diez de los mismos como institutriz. Fue publicada en octubre de 1847 bajo el seudónimo de Currer Bell. "Jane Eyre" es un personaje independiente que ansia acabar con las normas patriarcales que rigen en la sociedad victoriana en Inglaterra, y que tanto la propia Charlotte como su sumisa heroína han de aceptar como inevitables. Jane Eyre es una pequeña huérfana indefensa en principio. Una simple chiquilla que descubre la fuerza de su personalidad en su lucha contra la opresión de los ambientes en los que vive: la casa de los Reed en la que es humillada constantemente; en la escuela de Lowood, en Thornifield, en Whitcross y finalmente en Ferndean.
La narración arranca con cierto tono de resignación por parte de la protagonista. Ella es una huérfana que vive en casa de sus parientes porque carece de dinero para mantenerse por sí misma. Jane es tratada de la peor manera posible por su tía, quien no cumple con sus obligaciones como tutora suya, y que no le cuenta a Jane que es una muchacha rica y acomodada debido a la herencia de su tío de Madeira. No trata ni educa a Jane como a sus propios hijos sino que es obligada a permanecer callada o será enviada al cuarto rojo. Incluso John Reed, su primo, la trata como si fuera alguien que carece de derechos en aquella casa. Se mete con ella constantemente porque siente cierta antipatía hacia ella derivada tal vez de sus problemas de salud. Como ejemplo baste citar la escena en la que John le prohibe coger los libros de la biblioteca; y además le arroja uno que la golpea haciéndola caer contra la puerta causándole una herida. Jane se defiende y como “recompensa” es castigada por su tía. Jane no puede responder; su misión es ser humilde, sumisa y respetuosa con los Reed que le “han hecho el favor” de acogerla en su propia casa. Jane había sido acogida por su tío. Cuando él murió pasó a ser responsabilidad de la señora Reed y de sus tres hijos quienes, como hemos visto, no la tratan como una de ellos, sino que la excluyen constantemente de todas sus reuniones. Sin embargo, aquí encontramos una contradicción puesto que Jane se ha colocado al mismo nivel social que los Reed debido a la fortuna heredada de su tío de Madeira.
Su primo John es un tirano déspota que representa al hombre de la casa. Jane lo compara con los emperadores romanos Calígula y Nerón como ejemplo de corrupción e incluso despotismo propio de las clases altas de la Inglaterra victoriana. La narración de la propia Jane despierta la conciencia del lector hacia esa clase media-alta. Describe su superioridad moral, económica y social frente a los miembros de la clase baja. Esta situación hace que Jane se pregunte si ella es una mera sirvienta en aquella casa cuando la propia doncella de la señora Reed la reprende por su conducta con el señorito Reed. Pero Jane no comprende que su primo sea su “señor”; ni comprende que deba someterse a su voluntad. Jane no es una sirviente como ella, sino que es menos que eso. Por otra parte, esta idea que expresa Charlotte Brontë no es del todo acertada puesto que Jane pertenece a una familia de clase media-alta lo que explica que no sea una sirviente. Y ella misma expresa esta idea al señor Lloyd cuando le pregunta si no se siente a gusto en aquella casa. Ella mantiene que aquella no es su casa puesto que tiene menos derechos que el servicio.
Jane no acepta su papel en la casa y se rebela constantemente contra esta situación lo que la hace sentir cierto aire de triunfo especialmente, cuando le reprocha a su propia tía su comportamiento. Se muestra orgullosa incluso de ese trato porque así puede decirle la verdad a la cara. Le dice que se siente orgullosa de que no sea su verdadera tía, y que nunca más volverá a llamarla así mientras viva, ni vendrá a verla. Sin embargo, Jane no cumple su promesa puesto que no es tan déspota como su tía; y cuando sus primos la llaman para que acuda al lado de ella en su lecho de muerte Jane no lo duda ni un instante. Es en ese momento que la señora Reed hace partícipe a Jane de su secreto: la fortuna de su tío de Madeira.
Jane parte hacia la escuela de Lowood en donde sigue siendo el centro de la humillaciones. En esta ocasión por parte del señor Brocklehurst. Ella aguanta estoicamente sobre un taburete el escarnio y la burla a la que se es sometida. Pero pese a ello Jane lo afronta con la cabeza bien alta como señala Brontë. Sin embargo, no todas las experiencias vividas en Lowood son como esta. Durante el tiempo que permanece en la escuela crecerá como persona; y descubrirá un modelo de conducta en la señorita Temple y una hermana espiritual en Helen Burns. Se convertirá en profesora, aprenderá a tocar el piano, hablará francés, aprenderá a coser cualidades todas ellas que le valdrán para obtener un puesto de institutriz. Jane busca despojarse del corsé que representa la sociedad Victoriana y que le oprime constantemente. Se convierte en una dama de la sociedad contra la que lucha a lo largo de la novela. Pero Jane no busca sólo destruir los valores tradicionales de la sociedad, sino también acabar con su imagen de huérfana y pobre que la persigue allí donde va. Ello sólo ocurrirá cuando llegue al final de su peregrinar: la madurez, la independencia económica, la igualdad social con Rochester. Pero el pasado es difícil de dejarlo atrás. Su condición la persigue hasta Thornfield, y todas las experiencias que va a vivir allí refuerzan más si cabe aún este mensaje.
Cuando Jane llega a la casa para hacerse cargo de la educación de la hija del señor lo primero que se encuentra es que la ama de llaves no es su superior. En su cargo de institutriz Jane esté en el mismo escalafón social que la Señora Fairfax: Jane no es un miembro de familia, pero tampoco lo es de la servidumbre. Sin embargo, el señor Rochester si es su “señor”, es superior a ella y le recuerda que no tiene ningún derecho en aquella casa. Es la misma situación que ha padecido en casa de su tía, salvo por el hecho de que Rochester la trata como a una persona, como a una buena sirvienta e incluso la ayudará a buscar un empleo mejor. Jane y Rochester comienzan su relación como señor y sirvienta, príncipe y cenicienta o como iguales. Su igualdad es enfatizada en varias escenas a lo largo de la novela. Y es tal vez esta la razón por la que Jane se enamorará de Rochester, y no porque él sea su señor, o el príncipe en un sentido metafórico sino por el hecho de considerarla a ella como alguien igual. Jane alcanza esa igualdad en el momento en el que salva del fuego a Rochester, o cuando cura a Mason. Sus discusiones son un intento por parte de Jane de conseguir esa igualdad, y aunque Rochester parece estar de acuerdo con ella la humilla constantemente al recordarle su posición en la casa.
Los siguientes encuentros van desarrollando esa igualdad en un sentido mucho más complejo. La situación sorprendió de manera negativa a la sociedad Victoriana ya que una institutriz no podía enamorarse de su señor, y mucho menos dar y recibir ese trato. Rochester no tenía derecho a tratarla como una igual ya que pertenecía a una categoría social inferior. En uno de los encuentros entre ambos Rochester provoca que Jane, en un momento de desesperación e ira, se despoje de sus disfraces y proclame su integridad como persona recordándole que no porque sea de clase social más baja, no tiene sentimientos.
Por otra parte, Jane se comporta como mujer y como sirvienta cuando trata de apartar de su mente la idea del matrimonio. No puede hacerlo simple y llanamente por su condición social. No debe y no puede casarse con Rochester debido a su cargo de institutriz. Jane no es una dama (esto es mentira ya que ha heredado una fortuna de su tío, y pertenece a la familia Reed), y a pesar de que ha enseñado en Lowood. De modo que Jane piensa que su idea de inferioridad es la causa de esto y la acepta sin más, aunque lo anhela más que nada en el mundo. Destierra sus sentimientos porque las estrictas reglas sociales no se lo permiten. Jane se subestima. No obstante, Rochester derriba todas las barreras y decide casarse con Jane.
Pero además de este impedimento existe uno más contundente. El secreto de Rochester se rebela con la existencia de Bertha. Ella es la extraña figura se aparece a Jane en sueños, y le rasga el velo de novia unos días antes de la boda. Bertha Mason Rochester es claramente una representación psicológica de Jane. Lo que Bertha es es lo que Jane desea: ser la esposa de Rochester. Jane desea ser rebelde como Bertha. Este paralelismo parece al principio algo extraño, ya que después de todo Jane es pobre, sencilla y sumisa. Es la encarnación de un ángel, mientras que Bertha es el diablo. Ella es rica, sensual, extravagante, e incluso hermosa en palabras de Rochester. Ambas representan el prototipo de personaje en la literatura inglesa Victoriana: la encarnación del ángel y el diablo. Bertha representa a la mujer que él no quiere, porque representa los valores contrarios a la sociedad Victoriana. Estos valores destacan el valor sumiso y obediente de la mujer–esposa: el ángel. No obstante, existe una coincidencia entre ambas mujeres, Jane / Bertha: las tendencias pirómanas de la segunda representan toda la rabia contenida por Jane en Lowood y en Gateshead. Ella la considera el ideal de su rebelión contra la sociedad.
Por lo que respecta al comportamiento de Rochester, una vez que se ha asegurado el cariño de Jane, casi de manera reflexiva, comienza a tratarla como alguien inferior, como un juguete, una posesión inocente. Y es por ello que aunque Jane ama a Rochester el “hombre”, tiene dudas acerca de Rochester el “marido”.
Rochester por su parte se burla de Jane en la escena en la que disfrazado de gitano lee la buenaventura a la muchacha, así como en la escena en la que le pide que sea su esposa sabiendo de antemano que él está casado con Bertha. Es sin duda un ejemplo del desprecio de las clases superiores por las inferiores. Es obvio que estos disfraces son necesarios en un principio. Él mismo siente el placer que otorga el poder de su situación social con respecto a Jane. Esta manera de comportarse le recuerda a Jane a la de su primo John Reed en Gateshead. De modo que los temores acerca del matrimonio con Rochester se acrecientan en su interior.
Jane abandona Thornfield y vaga por la carretera que simboliza sus propios devaneos en la vida: la casa de su tía, la escuela Lowood y por último Thornfield. Jane vaga sola, muerta de frío y hambre, abandonando sus pequeñas y preciadas posesiones, su nombre y su dignidad en busca de un nuevo hogar. Así llegará a una casa cuyo nombre Marsh End que representa el final de su peregrinar. Habiendo abandonado a Rochester, y su farsa de igualdad y de matrimonio, Jane ha conseguido la fuerza necesaria para descubrir su puesto en el mundo real. En Marsh End conoce a John quien le ofrece una alternativa a la proposición de Rochester. Le ofrece una vida de principios, un camino lleno de rosas y espinas y un matrimonio espiritual. Jane se da cuenta que al seguirlo está sustituyendo a su señor de Thornfield del que está enamorada por el Señor. ¿Es eso lo que busca? Al igual que Rochester, John se siente atraído por Jane pero con la diferencia de que Rochester representa la pasión, y John el frío. Si se casa con John entraría en una unión mas desigual que la que obtendría con Rochester. Y pese a que John trata de atraparla ella escapa más fácilmente que de Rochester.
Hay dos razones para huir: Jane ha encontrado a su familia verdadera y ha entrado en posesión de su herencia. Es la única heredera de su tío, como ya hemos señalado anteriormente, lo cual representa su independencia económica y su igualdad social con respecto a Rochester. Se convierte en una mujer independiente, libre para ir junto a él y por supuesto para casarse con él. Pero su libertad viene marcada por una segundo elemento: la muerte de Bertha.
Jane decide regresar a Thornfield donde conoce la noticia de la muerte de Bertha y la ruina de Rochester. Se ha quedado ciego. Este contratiempo simboliza una especie de castigo por su libertinaje. La ira de Bertha la condujo a prender fuego a la casa como modo de castigar a su marido. Una vez más es el vehículo que cumple los deseos de Jane, quien también ansiaba castigar a Rochester por su comportamiento. Sin embargo, no puede ocultar sus sentimientos hacia él y al verlo en aquella condición descubre que ya no alberga en su corazón ese resentimiento.
Ahora habitan en Ferndean cuyo nombre significa ‘sin sacrificio´, sin flores, sin jardín pero es verde como será Rochester algún día. Resurgirá con mayor fuerza junto a ella según le cuenta Jane. Aquí, aislada de la sociedad, Jane se convertirá por completo en “carne de su carne y huesos de sus huesos”.
Para concluir baste señalar que "Jane Eyre" no es el retrato de una dama sino la historia de una joven huérfana con un espíritu heroico. Es destacable su carácter de heroína de la novela Victoriana, y el de sus logros. Es la historia de un hambre saciado. Charlotte Brontë podría ser más victoriana que la propia reina Victoria e incluso que la sociedad, pero su feminismo es patente en la novela. La mujeres de la época rechazaron a "Jane Eyre" por su comportamiento tosco y descarado en casa de su tía y en la escuela. Además, una institutriz no podía convertirse en la esposa del señor de la casa, aunque como en el caso que nos atañe, ella fuera sin saberlo una mujer pudiente y educada, y tal vez tuviera más derechos que otras. |
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