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Intruso
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por Marcos Reina
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Al empezar a escribir este texto me he sorprendido a mí mismo insultando de forma vehemente al ordenador portátil por no haber conservado adecuadamente en su memoria las notas que he ido tomando mientras leía. Como digo, esta situación me ha hecho reflexionar sobre el comentario pues, además de proporcionarme una manera original de comenzar el texto, me ha hecho poner en claro la idea principal que necesitaba: la tecnología debe obedecer siempre correctamente a nuestras ordenes pues el Hombre es su creador, es su Dios. Lo contrario nos conduce inexorablemente a la desesperación. Con este párrafo se resume nuestro libro. Pero si me lo permiten, me extenderé algo más.
El personaje que más se acerca a lo que entendemos por un robot es Pinocho. Estaremos de acuerdo en que la comparación es un poco ambigua, pero: ¿pueden imaginar otro personaje que muestre mejor, de forma metafórica, el afán del hombre por ser Dios, por crear vida partiendo de lo inerte? ¿Qué otra historia, que no sea la del maestro Codolli (no Walt Disney), nos enseña con mejor tino el ansia de un ser artificial por asemejarse al ser humano? Está bien, alguien dirá que debo revisar Blade Runner ("¿Sueñan Los Androides Con Ovejas Eléctricas?") de Philip K. Dick (no Ridley Scott), pero soy algo más clásico y Pinocho me parece más original.
Pues este libro, esta colección (es mas, me atrevería a decir que casi toda la literatura fanta-científica que versa sobre los robots) gira en torno a estos dos temas, e Isaac Asimov es considerado el gurú de todo este movimiento. Autor de la formulación de las Leyes de la Robótica, éstas son la piedra angular del argumento de la serie Robots & Aliens, en la que encontramos nuestro libro, "Intruso". Se parte de estas tres leyes y de todo el conjunto de preguntas que emanan de ellas, de los resquicios que dejan para cuestionarlas, no cumplirlas o cambiarlas, para desarrollar los argumentos de la colección.
Paso a reproducirlas aquí para saciar la curiosidad del posible lector:
1. Un robot no puede causar daño a un ser humano ni, por omisión, permitir que un ser humano sufra daños.
2. Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, salvo cuando tales órdenes entre en un conflicto con la Primera Ley.
3. Un robot ha de proteger su existencia, siempre que dicha protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.
Tal y como dice Asimov en el prólogo, las verdades absolutas de hoy eran sinrazón hace muy poco, así que estas leyes, por crípticas que nos parezcan ahora puede que dentro de un tiempo, y atendiendo a la velocidad del progreso, nos sean de mucha utilidad.
El argumento es simple, Derec Avery, el héroe de acción marcado freudianamente por los desmanes de su padre, y Ariel, la heroína intrépida y femenina, regresan a Robot City, creada por el susodicho perturbado padre, científico obsesionado con la idea de que sus creaciones robóticas son la panacea y habría que convertirse en ellas para alcanzar la perfección humana. En la ciudad, mientras tanto, un ser indefinido (no se sabe bien si es robot, alien, humano o una mezcla de todo ello) esta doblegando la voluntad auto-regenadora de la tecno-ciudad, acercándola indefectiblemente a la destrucción total. Los protagonistas, acompañados de los robots amigos tienen que descubrir el misterio de ese extraño saboteador. Sobre estos últimos, los robots, debo decir que ejercen aquí el papel de comparsas pero, a pesar de ello, son los más interesantes pues resulta atractiva la idea de distinguir ciertos caracteres humanos en estos personajes artificiales. Algunos de los diálogos que se establecen entre ellos son bastante buenos. ¿Alguien se acuerda de C3-PO o R2-D2?
El carácter seriado de la historia tiene el problema de dar por sabidas situaciones argumentales de los números anteriores de la colección que condicionan la lectura cuando no se empieza por el número uno. Pero ello no es óbice para conseguir captar al lector inmediatamente pues se utilizan recursos literarios que invitan a ello. Por ejemplo, la alternancia en la narración de situaciones o escenas que suceden simultáneamente en escenarios distintos y todas ellas llevan al desenlace argumental. O, sin ir más lejos, la división por grupos de los protagonistas a los que se les asignan diferentes misiones, desarrollándose éstas en cada capítulo. Este recurso es el que Tolkien parece que descubrió cuando escribió "El Señor De Los Anillos", y el sistema narrativo en el que se basan muchos juegos de rol, que tanto enganchan a jóvenes y no tan jóvenes.
Puestos a señalar algún aspecto menos brillante en cuanto al estilo, habría que comentar que la línea argumental hace que el estilo literario se supedite a ella. Se trata de literatura de acontecimientos, pasan cosas explícitamente, sin un gran estilo para contarlo. Esto ocurre en muchas obras de ciencia-ficción y parece facilitar el mantenimiento de la tensión de la historia aunque no es requisito absolutamente imprescindible para conseguirlo.
Dentro de esta escueta línea argumental se desarrollan un ramillete de temas muy interesantes: la DICOTOMÍA HOMBRE-MAQUINA, la MECANIZACIÓN DE LA VIDA HUMANA (la rutina de los robots es bastante parecida a la del hombre occidental actual), la HUMANIZACIÓN DE LA VIDA ROBÓTICA, EL PAPEL DE LA MADRE AUSENTE, LA CIUDAD COMO PERSONAJE PRINCIPAL...
Dentro de poco, Hollywood nos sirve en bandeja la versión cinematográfica de la novela "Yo, robot" de Isaac Asimov, con el inefable Will Smith como protagonista y toda una gama de efectos visuales de última generación que no dejarán resquicio alguno para la imaginación, así que pronto estaremos saturados de información sobre todo lo que hoy estamos comentando y los robots nos saldrán, con perdón, por los "dominicales". En sus manos está la posibilidad de adelantarse a todo ello. Adquieran este libro y léanlo.
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