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portada Gaudí: El Arquitecto De Dios
Ficha del Libro:

Título: Gaudí: El Arquitecto De Dios    comprar
Autor: J. J. Navarro Arisa
Editorial: Planeta
I.S.B.N.-10: 8408042734
I.S.B.N.-13: 9788408042730
Nº P´gs:


Gaudí: El Arquitecto De Dios
por Antonio Ruiz Vega

  La imagen de Antonio Gaudí, junto a la de Salvador Dalí, García Lorca y algún otro es de las pocas que han trascendido verdaderamente fuera de la península y es un referente cultural conocido e incluso imitado por todo el mundo. Su personalidad incontestable e inconfundible ha atraído desde hace mucho tiempo el interés de la crítica y de los medios de comunicación, produciendo una bibliografía realmente abundante. Han sido, en particular, abundantes las interpretaciones en clave magicista de una obra cuyo barroquismo y audacia lo favorecen. Gaudí ocultista, sembrando de claves secretas sus obras, Gaudí masón haciendo lo propio, Gaudí secreto devoto de Satán, Gaudí consumidor de estupefaccientes... ¿Hay algo de cierto en todo esto?

La tesis de Navarro Arisa es contundente: no, no hay nada de todo ello.

Antonio Gaudí fue un personaje bastante conservador y convencional (aunque con numerosas extravagancias de genio, como iremos viendo), ferviente católico y cuyos motivos de inspiración se los brindaban los recuerdos de la infancia, el paisaje, la flora y la fauna catalanes, su erudición libresca (no fue un gran viajero), su nacionalismo catalán y, sobre todo, su profunda fe católica.

Habiendo como hay excelentes biografías y ensayos sobre el personaje la intención del autor ha sido más bien la de escribir un libro ligero y generalista, que difunda en nuestros días su vida y su obra, desmitificando bastante ese aura esotérica, por una parte, y de otra (aunque menos) relativizando el estigma de santidad (hay un proceso de beatificación en marcha, que basa parte de su argumentación en la curación milagrosa del obrero Josep Campderrós, que en 1905 cayó dentro de una cuba de ácido y curó milagrosamente, aunque lo cierto es que Gaudí no estaba allí en aquel momento).

Por lo demás Gaudí fue un personaje atormentado, desgraciado en amores, obsesionado por el mundo religioso, tremendamente consciente de su genialidad (que le llevó, en la senectud, a disparatar, haciendo de menos a Rembrandt o Miguel Angel, a quienes llamaba "meros ilustradores"). Vegetariano, higienista, gran ayunador, vivió sus últimos años atormentado por un sentimiento de culpabilidad al que no se le halla explicación coherente alguna. Su catalanismo era también sólido y dio muestra de el en numerosos detalles a lo largo de toda su vida, si bien no quiso plasmarlo en una toma de posición política, como se le propuso alguna vez.

Navarro Arisa añade abundantes textos de situación histórica, que van describiendo el marco donde el personaje actúa y fluctua, así como las relaciones no siempre fáciles con sus mecenas, religiosos y civiles.

"La universalidad de Gaudí hinca sus raíces más profundas en una sólida identidad local. Esta identidad, más allá o más acá de los influjos de la mágica artesanía patern, viene determinada por dos elementos que serían constantes en la vida y la obra del arquitecto: la tierra y la fe".

La originalidad, dejó sentado en varias ocasiones "consiste en volver a los orígenes".

Es muy conocida la anécdota del violín, que protagonizó la hija de Eusebi Güell, Isabel, quien, tras ir adelantada la obra del Palacio Güell, le pidió que reformara un ala para poder meter el piano que tocaba. Tras muchas dudas y como era ya inviable hacerlo, terminó diciéndole: "Créame, Isabel, toque el violín".

Cuando el tranvía le atropelló, en 1926, Gaudí iba, como siempre andando por la calle (recorría grandes distancias, pues su casa en el Park Güell estaba muy apartada y nunca le gustó usar vehículos). En aquella época vestía pobremente y llevaba unas sandalias de cuero que él mismo se había diseñado. Así que el conductor se bajó del tranvía (que iba a 10 por hora) y rezongando apartó el cuerpo de lo que creía un vagabundo o un borracho, continuando su camino. Sólo mucho después los viandantes se percataron del bulto sobre la vía y lo llevaron a un hospital de beneficencia donde durante horas nadie le hizo caso. En el hospital le preguntaron su nombre, pero deliraba y en la ficha consta "Antonio Sandí", iba indocumentado. No fue hasta pasadas muchas horas, cuando por fin fue echado de menos y localizado. Según el autor, sin embargo, fue peor el remedio que la enfermedad, pues en el afán de reparar la desidia anterior los médicos se volcaron en él, entablillándole el tórax (tenía hemorragias internas y varias costillas rotas), lo que probablemente aceleró su muerte...
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