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Fue Mejor Que La Nada
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por Francisco J. Vázquez
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La poesía es uno de esos géneros literarios denostados por muchos. Creen que reflejar en papel sentimientos en pocas palabras no es una forma real de escribir, o al menos, no creen que se equiparen a la par poeta y escritor. Eso, a título personal, es una soberbia estupidez.
Somos muchos los que pensamos que ser poeta es probablemente una de las profesiones (quizá no regladas, pero profesión a fin de cuentas, ya que se lleva dentro) más ingratas pero, a la par, más hermosas y dinámicas que existen. Y es que ser capaz de expresar de manera tan pura aquellos elementos que perturban el alma (sean buenos o malos, efímeros o constantes, personales o ajenos) es algo que deberíamos envidiar todos.
FUE MEJOR QUE LA NADA, de Manuel Ortiz, es uno de esos libros donde el lector encuentra en pequeños versos más que en narraciones copiosas que no dicen nada al finalizar el capítulo. Si bien son de corte intimista (el autor juega aquí con su dilatada experiencia, ya que nació en el Madrid convulso en 1931 y es licenciado en Filosofía y Letras, además de autor de otras obras), Ortiz ofrece en sus versos una visión amplísima del conjunto de realidad y memoria, recuerdos y hechos que marcaron en cierta medida su vida y la de la que le rodean.
Ahonda en temas comunes entre poemarios, pero incorporando en su meditación al otro, al próximo: se retrotae a recuerdos de la infancia, se enfrenta a la fe religiosa, a la contemplación de lo bello o al arte desde la propia emoción poética. Tampoco se olvida de la realidad, haciendo referencia a episodios que marcaron un arte y un después en su vida, y en la de todos (un ejemplo es la tremenda referencia que hace a la caída de las Torres Gemelas en 2001).
FUE MEJOR QUE LA NADA desvela un mundo emotivo, cambiante, lleno de diferentes matices, igual de diferente que el alma de los que osamos adentrarnos en este matraz de sentimientos compartidos y compartibles.
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