|
| Escuadrilla Azor
|
| por David Yagüe
|
|
En 1968, cuando se cumplían cincuenta años del nacimiento de la RAF (Royal Air Force, la aviación militar británica) durante la Primera Guerra Mundial, Derek Robinson, autor de Escuadrilla Azor, leyó un artículo de un veterano piloto donde rompía las leyendas sobre la “caballería del aire” y “las justas aéreas” entre biplanos y triplanos germanos, franceses y británicos de aquellos años. Lejos de los mitos, aquel pionero de la guerra aérea afirmaba que durante aquella contienda el objetivo de los pilotos era acercarse a hurtadilla a su adversario y acribillarle por la espalda. Fueron esas palabras las que iniciaron el proceso de creación de Escuadrilla Azor, una novela que en 1971 entró en la lista de seleccionados para el Broker Prize y que ahora edita en castellano el nuevo sello de Planeta, Militaria.
La novela sitúa al lector en medio en una escuadrilla de caza del RFC (Royal Flying Corps, el predecesor de la RAF) dirigido por el brutal y despótico comandante Wooley, un joven envejecido prematuramente, un asesino implacable que ha de preparar a sus románticos y nuevos pilotos como única posibilidad de sobrevivir a una guerra que nadie parece querer ganar. La carnicería de la guerra estancada en las trincheras que se libra a ras de suelo es sobrevolada por un matadero donde es tan probable morir ametrallado como porque las alas se desprendan en una maniobra de viraje o que al aterrizar el aparato se estrelle.
Escuadrilla Azor se centra más en la difícil convivencia de los pilotos, en la brutalidad del entrenamiento, en el siempre difícil camino que recorrieron aquellos jóvenes desde su llegada creyéndose heroicos defensores aéreos de su patria hasta su muerte o su metamorfosis en convencidos verdugos ocultos en las nubes, que en el combate en sí. La camaradería, la humanidad y toda la perversidad y la estupidez de los tiempos de guerra quedan retratados en el lenguaje seco del autor y los diálogos brutales y duros que pone en boca de sus personajes.
Oliver Stewart, un piloto del RFC, escribió “el cielo sin límites se convirtió en un lugar tan bueno para acechar a un confiado transeúnte como un callejón oscuro aledaño a una calle de mala fama, y el repentino acto violento, cuando se producía, podía ser igualmente mortífero”. Palabras que rompen los mitos que la propaganda de guerra introducen habitualmente en la Historia. Lejos de combates legendarios para derribar al Barón Rojo, Robinson nos presenta a unos niños con alas artilladas concienciados de que su próximo despegue puede ser el último. Una historia de unos hombres en maduración que intentan vencer la tensión de la guerra con relaciones suicidas con enfermeras donde el amor es sustituido por la pura necesidad, con el alcohol, con la violencia, con el odio, con el fanatismo. Una historia real de personas que descubren la vida a la vez que la muerte.
Los guerreros del aire de Escuadrilla Azor resultan dolorosos por la humanidad, o la falta de ella, que desprenden según el momento, y conforman un relato brutal y trágico sobre la barbarie que ha marcado la historia de la humanidad: la guerra. Ni es un juego, ni es limpia; ni hoy, ni nunca lo fue.
|
|
