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El Status
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por Chema Rubio
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El marido sin nombre que se aísla entre muslos postcritos en anónimas islas para su legítima familia. Las termitas que no son termitas que como espíritus hacen un ruido descomunal en las tranquilas horas de la noche como Vermípodas hambrientos, escavando para encontrar un tesoro en la ciudad de hormigón. O para asustar a viejas rancias, o modositas juvenillas.
El Status. Así de anglófila parece la novela por el título. La portada podría ser de una pareja española de los años 70. Habría que preguntar a Paco Gómez NO/PHOTO. En ella se ve a la supuesta Clara el día de su boda, sin vestido blanco, sentada, y detrás su marido en pie, de medio lado.
Se presupone que ni siquiera roza a Clara. Pero los dedos de su mano, invisibles como todo fantasma, parece que rozan la falda. En su Mundo-Glúteo. Tampoco aparecen en la foto los ojos del señor. Pero el rictus contenido junto a la postura, y la pulcritud del traje, nos hacen suponer en un snob. En un anglotista londinense. Aunque igual viene el responsable de LenguadeTrapo, y nos cuenta una historia de Castilla la Vieja en fotos.
La novela no está situada en ningún tiempo. En esta primera lectura no he subrayado fechas topónimos, ni edad en los personajes. Pero como el autor es un eximio narrador, preocupado por la psicología, y costumbres del ser humano, nos lleva tranquilamente a fundirnos con cada intérprete de la obra sin importar los tópicos que a primera vista el lector puede suponer cuando lleva treinta páginas.
El lector puede creer que lo sabe todo, y en realidad solo se han presentado los inquilinos de papel. Eso sí. Con la suficiente acción como para pedir más agua a la camarera. Porque si algo más tienen estas páginas es misterio sin resultar una novela de misterio. Incluso un personaje que aparentemente es secundario como Jesualdo, sordomudo, y silencioso como el buen ladrón, tiene más llaves para abrir el cielo nublado de esta novela que el mismísimo creador y devastador de inmuebles, es actual.
La crisis económica subyace sin dar la cara. Es moderna como lo es la angustia y la soledad. Tres mujeres viviendo solas en la misma casa. La rica, la niña, y la criada. Hay una lucha de clases sin serlo técnicamente. Y hay pasiones y desgracias que llevan a la misma vergüenza a personas que habían olvidado el sexo y su atracción irrefrenable.
Es la última novela que he leído de este perpetuo enfermo del lenguaje y siempre hay palabras que me llaman la atención. Humedió. ¿Por qué no humedecido? Habría que preguntar al maestro. Pero se agradece quien arriesga. Encontrar palabras que nos suenan a otros ámbitos, a otros lugares; o inventar, dejan al lector en una pausa necesaria, para respirar, y al levantar los ojos en una húmeda alegría decir: Otra novela que vale la pena. Otra vez el dinero bien gastado. No hay nada mejor que apostar a caballo ganador para no sentir el fraude, la copia , o una muerte de cine.
¡Chapeau! Alberto Olmos.
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