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portada El Senor Brecht
Ficha del Libro:

Título: El Señor Brecht    comprar
Autor: Gonçalo M. Tavares
Editorial: Mondadori
I.S.B.N.-10: 8439720750
I.S.B.N.-13: 9788439720751
Nº P´gs: 64


El Señor Brecht
por Miguel Ángel Zapata Carreño

La paradoja es un quehacer especulativo que, tratado de la manera adecuada, suele dar resultados artísticos de gran altura. Chesterton o Borges lo sabían, y preñaron su prosa de contradicciones e imposibles. En una época en que la prisa deviene rector de nuestras horas y debiera prodigar lecturas breves, concentradas y estimulantes, se sigue desdeñando la ficción breve, que ya va siendo hora de considerar no sólo como género pujante y canónico sino con una larga y asentada tradición detrás y un futuro alentador por delante. Este carácter paradójico del microrrelato es a la vez su mal (pocos lectores y ediciones mínimas) y su enorme ventaja (selección natural de los aficionados al género, exigencia creciente y un sabor a obras de culto que no hace sino agrandar su prestigio, aun en la esfera de las delicatessen literarias).

Y es también Gonçalo M. Tavares (Angola, 1970), como magnífico representante contemporáneo de la ficción ultrabreve, un autor amante de las paradojas y los absurdos cotidianos. En su serie Barrio, Tavares nos propone una serie de obras dominadas por la presencia de personajes que protagonizan o narran anécdotas e historias ultrabreves, y que aluden a vidas literarias que al autor le son cercanas o afines, convirtiendo sus libros en imaginativos homenajes a Paul Valéry (El Señor Valéry) o el que ahora nos ocupa, un recorrido impregnado de la esencia distanciada y contradictoria de Bertolt Brecht. EL SEÑOR BRECHT ofrece a sus lectores medio centenar de ficciones mínimas que hacen de la paradoja un recorrido a veces desternillante y en ocasiones trágico por la naturaleza descoyuntada del género humano. Las historias de Tavares pueden ser minúsculos tratados de filosofía de bolsillo, no tanto especulativa sino más bien humanística o psicoanalítica, recordando en el tratamiento desquiciado de la anécdota a otros miniaturistas como Slawomir Mrozek o el Calvino de La Gran Bonanza De Las Antillas. Pequeños cuadros elaborados con una pátina de feroces fábulas patafísicas (así en El Parado Con Hijos, memorable ficción en que un padre acuciado por la falta de trabajo deja que le vayan ofreciendo empleo a cambio de dejarse cortar primero una mano, después la otra y finalmente la cabeza, a medida que lo vuelven a despedir y a ofrecer nuevos empleos cada vez con nuevas exigencias mutiladoras), donde el sentido del humor más negro se tiñe siempre de un poso de amargura que escarba en la crítica al espíritu contradictorio y absurdo del hombre ante las encrucijadas de la existencia.

Propone en ocasiones Tavares un juego de espejos en el que el anhelo enloquecido por alcanzar sus fines lleva a los protagonistas a alejarse irremisiblemente de ellos por inextricables veredas, como en el brevísimo Estética, en el que una mujer obesa acude al médico decidida a perder peso y sentirse más atractiva, proponiendo para ello que le corten una pierna. 

También el misterio y las resoluciones abiertas o ambiguas permiten a Tavares adentrarse en el dominio de la flexibilidad de los conceptos lingüísticos o la fuerza de la costumbre en la aceptación de ciertas realidades cotidianas. Buen ejemplo de ello son Perfeccionismo (“Un pájaro cayó abatido por un disparo. Acababa de cruzar la frontera”) o El miedo.
            
Si el microrrelato es o debe ser a un tiempo poesía, aforismo y narración pura y, a la vez, ninguna de las tres, Gonçalo M. Tavares, rey de la paradoja, cuadra con El señor Brecht el círculo de una obra literaria que alcanza más grandeza cuanto más pequeña es, y que, como en uno de sus mejores cuentos, El falsificador, fractura los conceptos establecidos proponiendo inquietantes reflejos distorsionados de lo que somos o no somos realmente, de manera magistral y sencilla, sin fuegos de artificio, como debe contarse siempre una buena historia, directa a la mandíbula:

En cierto momento de su vida, un hombre que siempre había falsificado cuadros empezó a ver mal. Estaba enganchado: empezó a falsificar músicas. En el depósito de cadáveres, después de muerto, lo confundieron con otro”.
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