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El retrato de Sophie Hoffman
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por Ignacio Segurado
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EL RETRATO DE SOPHIE HOFFMAN posee tres cualidades excepcionales. La primera, rescatar del olvido al poeta menor de la Generación del 27 Pedro Torrente Santos (que de conocido, como se asegura en la contraportada del libro, tiene más bien poco); la segunda, volver los ojos sobre la malhadada historia del siglo XX español sin recurrir a manoseados tópicos; y tercera, construir un relato coherente, ágil y salpicado de diversos géneros literarios, como las memorias o la poesía.
El argumento policiaco de la novela, el encargo que recibe un preso del Franquismo de matar al citado poeta para así recuperar la libertad, contrasta con el tono lírico y el barroquismo sentimental con el que se desmigaja las biografías de los cuatro protagonistas, tres hombres dolientes enamorados de la misma misteriosa mujer.
Los cuatro, guiados más por sus pasiones que por un sentido de la Historia especialmente lúcido, luchan entre sí y con ellos mismos por recuperar la porción de felicidad que en cada una de las sucesivas huidas de la realidad han perdido. La historia es una trama de afectos en la que los actos improvisados y las razones del corazón tienen más peso que las acciones cuidadosamente motivadas. Así, el encargado de acabar con la vida del poeta y conspirador comunista no sabe que la mujer que hay detrás del hombre que persigue es la misma a la que él amó y que llegó a ser su esposa.
Ese fatalismo ciego guía del mismo modo la vida del resto de los personajes: de René Daudet, el desdichado pintor cubista que fue el primero en retratar el cuerpo desnudo de Sophie y que acabará sus días vagando entre sudores etílicos por el Madrid faccioso del 39; de Torrente Santos, poeta comprometido y lívido cuya vida y obra se funden en una mujer irresistible y una revolución imposible; y de la propia Sophie Hoffman, la mujer tres veces engañada, femme fatal de doble existencia cuyo único sino es vivir huyendo -París, Madrid, Rabat- en un itinerario político-emocional sin tregua y sin aparente final.
Cualquiera de los poemas de Torrente Santos intercalados en la novela podrían servir de acertada moraleja para la historia; también sus agridulces y sobresaltadas memorias, comenzadas y terminadas en Roma, ciudad donde efectivamente murió. Pero tal vez, y aunque sea inexacto, sirvan mejor a esta tarea de destilar la esencia de EL RETRATO DE SOPHIE HOFFMAN los versos de Luis Cernuda, ex patriado como aquel pero superior poeta: ¿Mi tierra? / Mi tierra eres tú. / ¿Mi gente? / Mi gente eres tú. / El destierro y la muerte / para mí están adonde / estás tú...
Fuente: BEST SELLER ESPAÑOL -Comentario cedido
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