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El Poeta Sin Párpados
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por Antonio Ruiz Vega
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Estamos ante una novela histórica que incluye como personaje nada menos que a don Gustavo Adolfo Bécquer. Se entiende que la apuesta es arriesgada. Todavía lo es más por aventurar el uso de un lenguaje poético arrebatado, lleno de metáforas, en los diálogos entre el poeta y su musa, la acomodada dama Elisa del Castillo.
El recurso del manuscrito encontrado, de gran tradición, se plasma aquí en un diario descubierto por una descendiente de Elisa que va reconstruyendo así la saga.
Como era propio de la época el abismo entre un poeta que vivía –pese a su relativo prestigio– a salto de mata y una dama "bien" era insalvable y no se pudo salvar, salvo en encuentros furtivos.
También se trasluce que Gustavo Adolfo no era precisamente el amante ideal. Promiscuo, enamoradizo, siempre de flor en flor, da abundantes motivos a Elisa para el dolor y la decepción.
Por cierto que la figura del poeta se describe aquí como contradictoria. Compatibilizaba una vida desordenada con una militancia más bien conservadora.
"–Lo que no entiendo es como tú, Gustavo, siendo un hombre tan libre, un poeta que escribe para ser entendido por el pueblo, puedes ser tan conservador.
Él se defendió, porque los hombres con las manos frías siempre se defienden.
–Ni siquiera soy conservador, tú sabes que no tengo nada que conservar. En todo caso, soy observador. Quiero mantenerme al margen. No estoy dispuesto a que me revienten los sesos por ninguna ideología. La poesía es lo único por lo que merece la pena morir". (Pág. 175).
Hay un contraste evidente aunque no desagradable entre las partes literales de los diarios de Elisa del Castillo y las cogitaciones de su heredera, contemporánea, que piensa, por ejemplo que Rebeca es nombre de jersey (la realidad es la contraria, esta prenda toma el nombre de la protagonista de la película homónima). (Pág. 10).
Elisa, niña precoz, comenzará a hablar en alta poesía desde su más tierna infancia y hasta hará sus pinitos como pitonisa. Al día siguiente de pronunciar, enigmáticamente, estas palabras:
"Rayo de plata, rayo que mata", un pastor caerá fulminado por la centella.
Ante una tarabilla como Elisa, que la asaetea a preguntas, su madre, doña Clara, tendrá que improvisar las respuestas que no le facilita su cultura general más bien magra.
Así le explica que "un sátiro era un sombrero propio de unos gigantes que habitaban en los bosques de Dinamarca, una especie de tricornio de musgo y enredaderas. El tálamo era una enfermedad de los tejidos nerviosos del cerebro, de ahí el derivado hipotálamo, que es cosa de la cabeza, y también, decía doña Clara, el tálamo es la llamada de auxilio de las corzas cuando se pierden en el mundo y buscan a los ciervos de su familia. En cuanto al útero, era un baúl lleno de culebras y verdes serpientes que estaba escondido en los sótanos más secretos de todas las casas…"
Así no es de extrañar que Elisa se forjara un idiolecto (palabreja que, según el Marqués de Tamarón, no tiene nada que ver con la idiotez sino que es el dialecto propio de cada uno, cuestión interesante pero que nos llevaría muy lejos) de lo más particular, difícilmente intercambiable con el de los demás. Y que acabara, indefectiblemente, enamorándose de una de las pocas personas que podían entenderla, un poeta romántico tan febril como Bécquer…
De entregarse a él debiera haberla librado su "carabina" oficial, la tía Ursula pero ¿cómo iba a hacerlo si ella misma estaba enamorada de una especie de trampero polar –Pierre Clermont– que terminaría llevándosela consigo hacia los mares del Sur?
Y los encuentros entre los dos amantes resultaban, por emplear sus propias palabras, de lo más "reverberantes". Es decir, duelos poéticos de altura, prácticamente indescifrables para el común de los mortales.
Ni que decir tiene que los padres de Elisa, poco dados a los deliquios poéticos, urdieron en seguida una boda como Dios manda. Y que Elisa, molesta por las infidelidades continuas del poeta, terminó transigiendo en ello, aunque eso no evitó que continuara viendo a Gustavo Adolfo a escondidas.
Su marido, Ricardo Casalduero ("hijo del letrado Casalduero, nieto del Presidente de la Audiencia Casalduero, bisnieto del magistrado Casalduero, tal vez tataranieto del juez Casalduero") se revelará como un individuo torturado por un trauma de la infancia que se revuelve en sueños y que, aparte de eso, no se inmiscuirá demasiado en la vida locoide de Elisa.
Como corresponde a una dama de alcurnia Elisa es nombrada miembro del patronato de Nobles Damas que rigen el Asilo de San Bernardino para vagabundos y descarriadas. Estas últimas, doblemente sometidas a los férreos estatutos y a sus compañeros varones de infortunio a quienes tienen que servir, terminarán por sublevarse. Su asonada, demasiado precoz, será reprimida por la fuerza, pero los sucesos afectarán bastante a Elisa, mujer de su tiempo y hasta adelantada a él.
Y mientras tanto el amor de Gustavo Adolfo y Elisa se teje y se desteje. Ella asume lo imposible de continuar sus relaciones, pero siempre volverá a acudir a sus llamadas. Es "imposible", dice Elisa hablando de su amor. Y esta palabra, "Imposible", a Bécquer le suela bastante:
"Imposible amarle, señor. Imposible que siga usted en el puesto que le habíamos asignado. Imposible publicar sus poesías en este momento. Imposible contratarle con un salario decente. Imposible curarle esa tos. Imposible pagarle más dinero por sus artículos. Imposible asignarle un lugar entre los elegidos. Imposible: se ha cerrado la nómina de los cien escritores del baboseo oficial. Se ve que usted desconoce el arte de babosear adecuadamente. Nunca será un escritor laureado, subvencionado, retratado de medio cuerpo, tres cuartos a la derecha, con una pluma de ganso en la mano. Imposible. Y además, usted es sospechoso de ciertos dibujos satíricos contra la Reina. Usted se queja, usted se desespera, usted es un peligro. Imposible sacarle de la ratonera. Es imposible. Imposible, señor poeta". (Pág. 125).
Y Elisa se enterará, por segundas, de los desgraciados amores de Gustavo Adolfo en Noviercas con Casta Esteban, secretamente enamorada en realidad de un bandido juncal (puede que de la cuadrilla del tío Chupina, que asoló los aledaños de la Sierra del Madero, donde prácticamente cobraba portazgo).
No hace mucho leímos "La Dama De Los Pirineos", de García Mosteo, donde salen como personajes nada menos que Espronceda y Poe, así que no hay que extrañarse demasiado de que se dramatice a Gustavo Adolfo, aunque choque un poco al principio. Hay que reconocer que era un personaje bastante "novelero".
Se deja caer (pág 185) que Alejandro, el hijo de Elisa, pudo ser el fruto de una de las entrevistas con el poeta, así que la nieta que expurga los cuadernos nacarados que contienen los diarios se descubre como heredera del autor de "Rimas Y Leyendas"…
El final es algo patibulario porque Elisa, tal y cómo había advertido al poeta en su última entrevista, decide acompañarle al más allá. Apenas unos minutos después de que Gustavo Adolfo muera en Madrid, ella se envenenará en su dormitorio no sin antes poner a recaudo sus diarios, que algún día deberá leer Alejandro, su hijo, y años después su heredera y albacea… |
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