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| El Niño De Los Coroneles
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| por Antonio Ruiz Vega
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Estamos ante una novela ambiciosa y bien construida que va capturándonos desde las primeras páginas. Novela complicada, con pasadizos y mazmorras (literal y figuradamente, por cierto), donde reinan lúgubremente los más brutales instintos que, como se va viendo, también son humanos.
Ambientada mitad por mitad en Suramerica (quizá Centroamérica, por lo que se cita el Caribe, aunque el país –Leonito– es imaginario) y en Francia, se trata de dos tramas superpuestas a las que da unidad la saga de dos franceses, uno resistente, el doctor Laventier, y el otro decididamente colaboracionista, el misterioso y malvado Victor Lars. Ambos terminarán en Leonito, donde su oscura historia se mezcla con la del protagonista, cuyo padre fue embajador español allí en 1947 y estuvo a punto de ser asesinado por el hijo del dictador, Triúnviro.
La fascinante historia de Laventier y Lars comienza en el París de la entreguerra, cuando eran los mejores amigos del mundo, hasta que se cruzó una mujer, Florence, quien finalmente eligió a Laventier. Este cree que su amigo Lars acepta su derrota deportivamente, pero descubrirá, más de cincuenta años después, que no fue así. Florence desaparece tras escribir una misteriosa carta a Laventier, quien será fiel a su memoria durante toda su vida. En realidad Lars había secuestrado a Florence y tras violarla repetidamente y torturarla horriblemente le había dado muerte. Florence, en realidad, estaba enterrada en un pozo de la casa solariega de Laventier, en ruinas, donde éste evocaba ritualmente su recuerdo sin saber la horrible realidad. Laventier adopta una postura ambigua durante la ocupación pero por una serie de malentendidos ganará fama de resistente y será glorificado al terminar la guerra. Su brillante carrera de psicólogo le llevará –tras muchos otros honores y distinciones– a las puertas del Nobel, que rechazará consciente de su impostura. Entre tanto Lars, de quien se despide Laventier antes de la guerra cuando el primero estaba en la cárcel por estafador, se sitúa en seguida convenientemente en los estamentos del gobierno de Vichy, para cuya policía trabaja. Pronto se convierte en el protegido de Heidrich, el SS. Bajo su égida organiza las más refinadas sevicias para doblegar la resistencia de los prisioneros, pero pronto decide especializarse en tratamientos psicológicos. Invade el palacio de dos nobles conocidos suyos y lo usa como checa y mazmorra, llegando a situar allí, como factotum, a un ser miserable que ha encontrado en los bajos fondos, Tuccio, con quien fuerza a convivir a los dos condesitos. Lars, que no es tonto, ve acercarse el fin del III Reich y se dedica a acumular una fortuna secuestrando y torturando hasta la muerte a otros policías y confidentes que habían acumulado grandes sumas durante la ocupación. Para estos cometidos sigue usando el chalet de Laventier, que este no frecuenta sino circunstancialmente desde la desaparición de Florence. Finalmente Lars huye a Suramérica pero es despojado nada mas llegar de casi todos sus bienes. En esas circunstancias asiste, en los jardines de la embajada española, al momento en el que el hijo del dictador Triúnviro está a punto de matar al embajador español. Lo impide in extremis y debido a ello obtiene el agradecimiento del dictador y su protección. Será allí, en Leonito, como sicario de la dictadura, donde Lars proseguirá su carrera de crímenes que le llevará hasta los experimentos genéticos (los hombres-perro y el enigmático Niño de los coroneles que da título a la novela.
Mientras tanto, en un Leonito ya democrático, una multinacional quiere construir una urbanización en el Monte Profundo, donde viven todavía tribus salvajes que se oponen al desaguisado. Están dirigidas por el indio Leónidas, un lider nato, quien propone a un medio informativo español una entrevista en exclusiva siempre y cuando la haga el prestigioso periodista Luis Ferrer. Así llega Ferrer, el protagonista, a Leonito, pero no era la primera vez que estaba en este país. Su padre, embajador español en 1947, fue quien estuvo a punto de ser asesinado por el hijo del dictador Triúnviro. La causa fue su negativa a dejar que la policía registrara la embajada española donde se había refugiado una resistente. Esta muchacha había sido raptada por el hijo del dictador en un pueblo remoto y tras ser violada repetidas veces había conseguido huir y refugiarse en la embajada. El embajador la descubre en su propia alcoba y se enamora perdidamente de ella, finalmente consigue salvarla y se casa con ella. Luis Ferrer es el hijo de ambos. Así entra en la vida de Ferrer la historia de Laventier y Lars, el día en el que el primero hace llegar a sus manos una serie de documentos que cuentan la terrible historia...
He encontrado ecos de algunas obras de Mallet (120, rue de la Gare, especialmente) en las descripciones de torturas, bajos fondos, pesquisas policiales, pero sólo cabe hablar de ecos, de aromas. Lo mismo que la historia del falso resistente, Laventier, recuerda bastante al argumento de una película como UN HÉROE MUY DISCRETO, pero el paralelismo acaba ahí. La historia tiene garra y tirón, es una gran novela. Plantea, además, esa dicotomía entre los dos amigos que, por azares del destino, llegan a cultivar la parte más maligna de sus tendencias en un caso y la opuesta en el otro, sin que, en principio, estuvieran especialmente dotados para ello. El duelo terrible y angustiante entre Laventier y Lars, es arquetípico de las pulsiones y tensiones del alma humana. Es una gran novela que probablemente sobrevivirá al tráfago de la actualidad literaria. |
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