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| El Mozárabe
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| por Antonio Ruiz Vega
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"El Mozárabe" narra la peripecia de un obispo, Asbag, y de un joven islamita que con el tiempo llegará a ser el famoso general Almanzor. Ambientada casi siempre en la capital del Califato, Córdoba, describe con morosidad su paisaje urbano y es un considerable esfuerzo de reconstrucción histórica. Adalid se recrea en recorrer los baños, las callejuelas, la magnificencia de los palacios, la serenidad de las mezquitas, el ambiente bullente y laborioso de los talleres de copia de libros, etc.
Como su título indica, se siguen con preferencia las vicisitudes de ese grupo de cristianos que capitaneados por el obispo Asbag continúan manteniendo su fe en un mundo islamizado. Contrasta, y me imagino que es perfectamente intencionado, la filigrana cultista y civilizada del mundo islamita con la rudeza y simplicidad de los cristianos, asombrados con frecuencia por el lujo de las fiestas y recepciones del califa.
En pleno siglo X, las disensiones en el reino leonés terminan recayendo sobre el califato, que tiene que terciar a menudo en las trifulcas familiares de los cristianos en un intento de tener pacificadas las fronteras, más bien con la negociación y la política de alianzas (el califa casa con una Navarra, por ejemplo) que con la guerra, siempre temida.
Los mozárabes tienen que hacer encajes de bolillos demostrando por una parte su fidelidad al califa y por otra su afán de buenos cristianos, siempre puesto en duda por el rampante fundamentalismo que desata, en el Norte, la "invención" de Compostela y la difusión del peregrinaje a Santiago.
Mientras que leoneses y navarros templan gaitas con el Islam, la figura polémica y estigmatizada (por los árabes) del mítico Fernán González se constituye en un polo de oposición que poco a poco irá haciendo inevitable la guerra.
Una digresión notable es el secuestro por los normandos del obispo de Córdoba, que hará un largo periplo hasta Dinamarca y tomará allí contacto con otros modos de entender el cristianismo, mas nórdicos y germanizantes, conociendo a su regreso buena parte de la Europa de su tiempo.
La novela está escrita correctamente y la documentación parece exhaustiva y adecuada, sin que se noten anacronías ni chirridos narrativos. A pesar de ello adolece quizá de una excesiva minuciosidad que resta agilidad a la narración. También tenemos el problema de toda novela histórica, lo raro que suena ver expresarse a un personaje del primer milenio con modismos y fórmulas dialogales contemporáneas (sobre esto no hay gran solución, pues el uso de arcaísmos es a menudo todavía peor, cuando no ronda el patetismo: no es el caso de esta novela).
La tesis que subyace creemos interpretar que es la apología de un mundo tolerante e integrador, que aquí está representado de una parte por el califato y de otra por la inteligencia dialogante de Asbag que, sincero cristiano, es también fiel vasallo de su líder político.
El contraste entre un mundo floreciente y cultivado y otro mucho más atrasado pero claramente emergente. Monoteísmo por monoteísmo, el cristiano, más rudimentario y "fundamentalista" (son los años de la polémica sobre los "Comentarios Al Apocalipsis" del Beato de Liébana?), resultará ser más efectivo que el islamismo tolerante (seguramente porque se siente más seguro de su coherencia como sistema religioso-filosófico, amén de su poderío económico-militar). |
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