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El Judío Errante
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por Silvio Manuel Rodríguez Carrillo
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Tras negarle ayuda mientras lleva su cruz, Jesús condena a Cartaphilus (Isaac Laquedem) diciéndole 'Continuaré, pero tú errarás hasta que yo regrese'. Luego de este episodio, Cartaphilus intenta seguir su vida, pero sus más caros afectos, María Magdalena y Juan (el apóstol) se confiesan seguidores de quien él ha despreciado, por lo que vivir en Israel se vuelve penoso, aún contando con el favor de Pilatos quien incluso le ha procurado una buena esposa con la que, sin embargo, no tiene hijos y a la cual, irremediablemente, ve envejecer mientras en él brilla la juventud. Es entonces que decide abandonarlo todo.
A partir de aquí, Viereck y Eldridge van ubicando a Cartaphilus en diferentes escenarios del tiempo, colocándolo en situaciones y junto a figuras que marcaron un punto de inflexión en la Historia. Así, Cartaphilus es quien aconseja a Nerón que culpe del incendio de Roma a los cristianos, es el que con un artificio hace ver la cruz a Constantino, es quien llega a un acuerdo con Atila, quien asesina a Don Juan, y hasta quien modera una discusión entre Voltaire y Rousseau. Con ironía, cuando no con cierta audacia, los autores van haciendo de Cartaphilus el consejero a ser escuchado.
Pero, recordemos que cuando Cartaphilus inicia su derrotero es joven e inexperto, el amor y el odio luchan con intensidad dentro de su corazón, y apenas puede vislumbrar la posibilidad de un equilibrio merced a la razón. Sin embargo, a medida que el protagonista avanza por la historia, va logrando una cierta madurez por la cual logra explicar aquellos primeros y tormentosos cuestionamientos existenciales, hasta percatarse de una evolución propia, por la que va aprendiendo el íntimo sabor de ideales más altos, de formas de afectos más universales, mientras que, paradójicamente, observa al mundo girar en un círculo de egoísmo irrazonable.
En cuanto al lenguaje, se destaca un tono sobrio, el cual se ajusta a los personajes y hechos abarcados en la narración, permitiendo de cuando en vez encendidos discursos, como también la frase cómica oportuna, alguna declaración de amor y, por supuesto, alguna profesión de fe. Al lenguaje utilizado sumemos el hecho de que el libro está dividido en capítulos breves, muy similares todos en extensión, con lo cual se hace posible iniciar y continuar la lectura a un ritmo que cada lector puede decidir, dejando de lado esa situación de tener que cortar la lectura a mitad de un relato.
El Judío Errante es, en esencia, la historia de un ser humano condenado a no serlo del todo por un tiempo indecible, obligado a una búsqueda de respuestas como consecuencia de un error cometido en la juventud. Cargado de hechos y personajes históricos, donde lo grotesco y lo divino, lo absurdo y lo incontestable, lo irónico y lo cruel son variables expuestas con singular estilo, constituye una lectura recomendable para quienes gustan de un toque de fantasía mezclado con algo de realidad, o viceversa, pues acaso sea cierto que la verdad de todas las cosas es… la ironía. A disfrutarlo. |
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