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el Hombre Inquieto
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por Juan Carlos Eizaguirre
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Es difícil conservar en la memoria todos los libros que se leen. A lo más, sí, un vago recuerdo de su argumento o de su belleza, o que disfrutamos con su lectura. Lo que sí está claro es que nuestra memoria guarda por lo menos si nos gustó o no determinado libro, si nos fue de provecho.
Ahora nos encontramos ante la tesitura de juzgar las novelas policíacas de Henning Mankell, casi todas ellas con Kurt Wallander como protagonista. ¿Cuál o cuáles de ellas han sido las de mejor factura? Estoy haciéndome estas consideraciones porque esta última y definitiva obra con Wallander como protagonista me ha parecida excelente. Y afirmo esto porque, dentro de la trama policial con una intensa intriga, el autor se permite hacer un homenaje a su personaje favorito; entre otras cosas haciendo un retrato físico y psicológico creíble y lleno de afecto, con sus cualidades y sus defectos; en ocasiones se remonta a épocas pasadas de su vida que el lector reconocerá si ha sido un seguidor de sus obras; la relación con Linda, su hija policía, es un regalo para quien quiera aprender de las relaciones paterno filiales de dos personas de fuerte carácter. Además, Kurt tiene ya sesenta años, una edad que le parece pavorosa, casi de un viejo senil.
En fin, multitud de detalles que los que sabe enfrentarse y seguir con su tarea policial, aunque ya no es el jefe.
Y es precisamente en sus vacaciones, con Linda ya con un hermoso bebé, es cuando le explota en la cara lo que para él será un nuevo caso particular. Su futuro consuegro, el padre de Hans, el novio de Linda, desaparece. Se trata de un hombre ya jubilado que ha ocupado relevantes cargos en la Armada sueca y de un carácter afable pero riguroso. Pasan los días y nadie descubre indicios de su desaparición. Y eso no es lo peor, semanas después desaparece otra persona en iguales circunstancias y muy cercana al almirante Von Enke, que así se llama el suegro de Linda desaparecido.
Las vacaciones de Wallander se convierten en un calvario, pues teme también por su hija y su nieta. Su salud no le acompaña: la diabetes está apunto de matarle, y comienzan a aparecer inesperadamente unas ausencias: de repente no sabe dónde se encuentra, o qué hace en determinado lugar.
En resumen, estamos ante una novela escrita con fuerza; Wallander es el centro de ella; y está escrita con tal realismo que hará meterse al lector, no sólo en los hechos policiales, sino también en la vida de un hombre solitario, sexagenario y aprensivo que considera que la vida está comenzando a escapársele.
Hay un aspecto que no agradará a muchos, que les producirá cierta pena. Es el ateismo de nuestro singular personaje. Lo repite varias veces: nada hay después de la muerte. Pero el hecho es que el autor lo pone en boca también de otros personajes. Me extraña que Henning Mankell, por cómo es su carácter, no crea que haya algo, aunque no sepa qué, después de nuestra andadura en la tierra.
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