|
El Hijo De Sandokán
|
por Antonio Ruiz Vega
|
|
Antetitulada "Una De Piratas" el contenido responde perfectamente al enunciado. E incluso lo mejora porque la primera impresión es de que se trata de pura literatura de evasión, cuando, en realidad, es un producto digno y que no carece de interés.
Reconozco que el título me provocó algún rechazo porque nunca, ni de niño, he sido lector de Salgari y todo lo relativo a Mompracén, los tigres de Malasia y demás... siempre me ha sonado a guardarropía.
Madrid recurre al prestigiado recurso del “manuscrito encontrado”, socorrido método del que ya dispuso el mismo Miguel de Cervantes. En realidad aquí hay dos, uno de ellos, si no me equivoco, queda “en reserva”... ¿para otra novela?
Para dar más impresión de realidad el propio autor y su familia (sus hermanos) se incluye en la trama.
Un buen día se recibe en casa un paquete conteniendo, entre otros objetos, un manuscrito, bastante deteriorado y un diario. El remitente, ya fallecido, es Salvador, un viejo pescador al que el autor conoció de niño en el puerto de Málaga.
A través de ellos conocemos la historia de un marinero andaluz que se embarca desde Gibraltar en un buque inglés, el "Ciudad de Bristol" que viaja al Indico (Sultanato de Brunei). En el vapor hay una bella muchacha hija del armador, que marcha para encontrarse con su prometido, un noble oriental.
Pero, a medida que se avanza en la singladura, el joven marinero irá dándose cuenta de que nada es lo que parece. De entrada porque el trato dispensado a la mayor parte de la tripulación, tagalos, filipinos y borneanos, es innecesariamente vejatorio. De otra por el misterio que rodea a la carga.
Salvador traba conocimiento con Kemal, una especie de lider de los nativos y comparte con él medio limón (a los nativos se les escatima incluso esta mínima protección contra el escorbuto), lo que traerá consecuencias para el futuro. También conoce a la bella inglesita, con la que congenia pese a la diferencia de clase.
Así las cosas la situación se deteriora rápidamente, un hombre es disciplinado bárbaramente, se obliga a los nativos a participar en humillantes carreras sobre cubiertas y, finalmente, el estado de la alimentación, sobre todo la carne, adviene incomible…
Salvador intercede ante la beldad, Lady Jeanette, quien da primera muestra de su carácter atrabiliario, negándose a exigir (como hubiera podido hacer dada su preeminencia sobre el capitán del navío) la mejora de las condiciones de vida de la marinería.
Se desata el motín, y Salvador, gracias a su amistad con Kemal, queda en el bando de los vencedores, los rebeldes. Una vez tomado el navío averigua también que la causa de la sedición, o al menos la segunda causa, es controlar la carga, que consiste sobre todo en armas.
Así se da cuenta de que la expedición tiene mucho que ver con la situación del sultanato, donde hay una situación de rebeldía.
Salvador garantiza la vida de Jeanette pero esta no conforme con eso pretende que la ayude a escapar, lo que le pone en un dilema moral porque sin su rehén los sublevados son presa fácil de la Royal Navy, que ya ha mandado un crucero de línea tras sus pasos…
Por cierto que los cruceros, incluso los de 1915, no tienen cañones de 50 mm sino, por lo menos, de un calibre cuatro veces superior (y de ahí para arriba).
La persecución es bastante emocionante y termina con el grueso de los rebeldes, bastantes armas y la propia Jeanette en Mompracén… donde Kemal se revela como heredero del mismísimo Tigre de Malasia y donde aparece un avejentado Yañez que se hace llamar “Señor de la Gomera”.
Junto a la historia, algo disparatada aunque con raíces históricas, de Mompracén y sus vicisitudes antiimperialistas, es la peculiar historia de amor/desamor entre Salvador y Jeanette lo que mejor “funciona” en esta narración. Salvador se enamora sinceramente de ella, pero sólo para comprobar que ella, muy femenina, le utiliza. Aunque el destino es cruel con ella. Ya en el viaje hasta Mompracén, en una pequeña piragua, se ve degradada por las privaciones y cuando llegan a la base pirata es un delericto bañado en sus propios miasmas.
Pese a todo conseguirá, una vez recuperada, que Salvador traicione a sus nuevos amigos y que ambos huyan intentando encontrar a los ingleses. Por un momento él vuelve a creer en ella, pero tras muchas penosas peripecias, ella vuelve a mostrarle su rostro más decepcionante y él ya nunca volverá a confiar en ella.
Tras un truculento encuentro con aborígenes que están a punto de terminar con sus vidas, Salvador consigue llegar a un asentamiento británico y de allí, se supone, a la civilización. Pero Jeanette llega ya muy enferma y el brusco final de la narración (el supuesto manuscrito) deja en el aire la posibilidad de que no sobreviva.
Pero por el diario de Lady Jeanette sabemos que no murió y que tuvo un hijo del marinero español.
Pero ambos no volvieron a encontrarse, cada uno regresó a su mundo. Salvador a sus redes y nasas y Jeanette a continuar una vida de lujo y opulencia.
Con todos estos ingredientes se ha aliñado una novelita que funciona y mantiene el interés hasta el final. |
|