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El Extranjero
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por Daniel A. Gómez
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El Extranjero, de Albert Camus, narra un fragmento de la vida del señor Meursault. Tras la muerte de su madre, visitará junto con su infame vecino Raymond y su amante Marie una playa en la que asesinará casi espontáneamente a un hombre, por lo que se le someterá a un juicio absurdo que terminará condenándolo a muerte.
En toda la obra se describe a Meursault como un hombre escéptico, apático y frío que parece no tener sentimientos y no piensa en las consecuencias de sus actos. El protagonista, inmerso en la vida cotidiana, ha perdido los valores inherentes a toda persona, y en ciertos momentos, parece ser más un autómata que un ser humano. Así, Camus crea la imagen de un antihéroe, que se mantiene imperturbable ante hechos como la muerte de su madre, la petición de matrimonio de su amante o la asistencia al juicio en el que se decidirá su suerte. En la esencia del protagonista se aprecia un acusado Nihilismo, ya que para Meursault el mundo y su propia existencia no poseen ningún tipo de significado, valor o verdad. Meursault es ateo, no cree en Dios, ni en el amor y en definitiva en nada que exceda lo puramente racional. Simplemente se deja llevar, y vive, porque le ha tocado vivir. Es muy representativa la frase que pronuncia el fiscal sobre el protagonista: “Me he asomado al alma de este señor y no he encontrado nada”. O la que el mismo Meursault formula sobre si mismo: “Yo nunca he podido lamentar nada verdaderamente”.
En la forma de narrar del autor, se aprecia la intención de reflejar la fugacidad de la vida y de las cosas. Así, Meursault antes de cometer el crimen, realiza siempre las mismas acciones que se repiten incesantemente: “Bebí, me fumé un cigarro, dormí dos horas…”. De esto podemos deducir, que tal vez Meursault mató a aquel hombre por romper con toda esta rutina que invadía su vida.
Es tal la pasividad del personaje, que incluso tras conocer su fatal destino, sigue permaneciendo prácticamente inmutable. Desde el momento en que sabe que va a morir, se aísla en su celda sin más compañía que sus propios pensamientos. Es en este momento cuando atisbamos el lado más humano del protagonista, ya que disfruta observando la caída del día a través del ventanuco de la prisión y navegando por los recuerdos de su ser. Meursault llega a la conclusión de que no se es nunca totalmente infeliz, pues se puede disfrutar con las pequeñas cosas de nuestro alrededor, y de que uno se acostumbra a lo que tiene: “Cuanto más reflexionaba, más cosas desconocidas y olvidadas sacaba de mi memoria. Comprendí entonces que un hombre que no hubiera vivido más que un solo día podría sin esfuerzo vivir cien años en una prisión. Tendría bastantes recuerdos para no aburrirse”– reflexiona el protagonista.
En toda la obra se reflejan las inquietudes del autor. Pese a que él se negó a ser encasillado en ninguna doctrina, Camus tiende hacia el Existencialismo, a dudar de todo y no creer en nada. Tras leer una obra como esta uno puede reflexionar sobre cuestiones transcendentes como qué sentido tiene la vida, y cuáles son las razones que nos impulsan a construirla cada día de un modo u otro. Quizás la causa de esta forma de pensar del autor esté en la difícil época en la que le tocó vivir (nació en 1913) y en las duras circunstancias que tuvo que afrontar, ya que fue huérfano, pobre y víctima de una fuerte tuberculosis.
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