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portada ElEfectoPráctica
Ficha del Libro:

Título: El Efecto Práctica    comprar
Autor: David Brin
Editorial: Ediciones B
I.S.B.N.-10:
I.S.B.N.-13:
Nº P´gs: 384

- Comentario cedido por el Archivo De Nessus

El Efecto Práctica
por Pedro Jorge Romero

En su introducción al volumen, Miquel Barceló considera a esta obra dentro del grupo de los what if, esas obras que asumen un cambio en algún aspecto del funcionamiento del mundo y luego proceden a especular, y cita como comparación 'Redshift Rendezvous' de John E. Stith.

Sin embargo, esa comparación podría ser engañosa. En 'Redshift Rendezvous' la hipótesis es la existencia de un hiperespacio en el que la velocidad de la luz es de unos diez kilómetros por segundo. Pero variar de esa forma la velocidad de la luz significa alterar la relación de muchas constantes fundamentales de la naturaleza. Muchas de esas alteraciones le sirven como elementos fundamentales de la novela (por ejemplo, la gente al correr puede superar la velocidad del sonido o la luz cae hacia abajo en un campo gravitatorio relativamente débil) pero otras son incómodas. Por ejemplo, si alteramos de esa forma la velocidad de la luz muchos procesos biológicos irán más lento o simplemente no ocurrirán lo que podría significar humanos muerto y decir adiós a los protagonistas. Por tanto, el autor se cuida muy mucho de justificar lo que está haciendo para conservar la integridad del escenario.

Sin embargo, la novela de Brin no hace eso. Supuestamente trata sobre un mundo en que la segunda ley de la termodinámica está invertida (la entropía se reduce con el tiempo, lo cual podría dar para interesantes escenarios donde los protagonistas recordarían el futuro y desconocerían el pasado), pero eso es realmente un fin demasiado noble del que la novela realmente no se ocupa. En realidad, en el mundo de 'El Efecto Práctica' la cosas simplemente mejoran con el uso (por ejemplo, un camino muy transitado acabará convirtiéndose con el uso en una carretera perfecta) y cuando dejan de usarse revierten a su situación anterior. Eso sí, David Brin no se molesta en explicar porque sucede eso y en particular porque afecta sólo a objetos inanimados y no a los seres vivos. Es decir, las reglas son arbitrarias.

Si me permiten la distinción no estamos ante un what if sino más bien ante un what the heck: se coge una idea estrafalaria y arbitraria y se ve hasta donde se la puede estirar.

Sin embargo, no quiero decir con ello que estemos ante una mala novela o ante una novela sin interés. Como bien dice Miquel Barceló en la introducción: 'no sólo de trascendencia vive el hombre...'. No, lo que pretendo es situar la novela en su justo lugar.

Dennis Nuel es un investigador de física que trabaja en el campo de la zievatrónica que permite el viaje entre distintas realidades. Un día contactan con un mundo paralelo con una biología muy similar a la terrestre, pero la conexión al otro lado se estropea y no pueden traer muestra. Envían entonces a Dennis, que más bien se presenta voluntario con la esperanza de recuperar el control de las investigaciones, para repararlo.

Lo que encuentra al otro lado es un mundo extraño que vive casi en un ambiente medieval pero con curiosos productos de alta tecnología. Pero resulta que esa impresión es falsa, los seres humanos de ese mundo apenas han salido de la prehistoria y los productos de alta tecnología que poseen son el resultado del Efecto Práctica que da título a la novela. Funciona así, cuando alguien quiere un hacha se limita a coger una piedra y atarla a un palo. Con el tiempo y el uso preciso y continuado, ese hacha va mejorando por sí sola hasta convertirse en una herramienta casi perfecta. Eso sí, en cuanto el hacha deje de usarse dejará de ser efectiva y revertirá a su estado original. Ese efecto puede usarse con todo menos con la materia viva.

La historia comienza aquí a parecerse a 'Un Yanqui En La Corte Del Rey Arturo': ¿qué no podría hacer un hombre educado, doctor en física para más señas, en un mundo donde los objetos mejoran con el uso? Sobre todo, cuando hay de por medio una hermosa princesa retenida por un malvado villano que sólo desea conquistar el mundo. Porque claro, y aquí viene la referencia a Twain, Dennis es considerado un mago, entre otras cosas por poseer objetos que no degeneran al permanecer sin uso.

Por supuesto, ya habrán notado que nada de eso tiene demasiada lógica y ni el autor así lo pretende, hasta el punto de ni siquiera molestarse en justificar la idea física de la novela. Toda la novela parece más bien una gigantesca broma, una obra humorística destinada más a reírse de los lugares comunes de un género que a hacer filosofía. Con el efecto práctica de por medio, la novela no es sino un deux ex machina tras otro en febril sucesión (como cuando usan una cremallera como sierra o, el más delirante de todos, cuando el protagonista inventa el aeroplano).

¿Es la novela mala? No, simplemente es frívola, un entretenimiento sin mayor trascendencia o pretensión. Pero como tal, es muy buen entretenimiento: se lee de un tirón, uno se lo pasa bien, está repleta de humor y las peripecias del protagonista no dejan de tener su intriga esperando ver cual es la próxima manifestación imprevista del efecto práctica. Aunque eso sí, no hay que buscar aquí al David Brin de 'Tierra' o de algunos de sus relatos. Este es un Brin mucho más relajado escribiendo por diversión y por ver hasta donde puede llevar su idea. Nadie se sentirá defraudado al leerla (excepto esos críticos que parece que sólo leen a Proust o a Dick) en cuanto da lo que promete.

Comentario aparte merece la portada. De dónde sacarán los muchachos de Trazos modelos tan feos para sus ilustraciones. ¿De un episodio de Expediente X?
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