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| El Edificio Yacobián
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| por Francisco J. Vázquez
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¿Cuántas veces, al estar en un edificio, hemos pensado aquello de 'si las paredes hablasen, lo que podrían contarnos de este sitio'? Pues bien, ese pensamiento se convierte en realidad en la interesante obra de Alaa Al Aswany titulada EL EDIFICIO YACOBIÁN.
La novela, pues de eso se trata, nos introduce un poco en este singular inmueble construido en 1934 en una de las principales calles del Cairo. Se convirtió, sin quererlo, en un monumento emblemático, una imagen representativa de la ciudad; sus habitantes han visto cómo su presencia se ha hecho notoria en la capital de Egipto y ha convivido paralela con la propia historia del País de los Faraones, siendo, en ocasiones, centro de algunos eventos de una importante magnitud.
Aswany nos muestra en este libro una radiografía de la sociedad egipcia contemporánea. Cada piso del Yacobián parece que se nos asoma a un estrato de las diferentes capas sociales de un mundo árabe cada vez más variopinto: hombres de negocios, políticos corruptos, aristócratas decadentes, pobres de solemnidad o, incluso, un escritor gay son los personajes que se mueven entre las diferentes plantas de esta inmueble.
El autor ha sabido crear una especie de microcosmos de la propia sociedad egipcia dentro de los límites que abarca no sólo el edificio, sino también su propia trama. Así, ha conseguido sacar a relucir los temas más candentes de una sociedad que parece moverse, en ocasiones, dentro de los márgenes más indefinibles entre lo que es la modernidad más absoluta y las creencias más arraigadas. De esta forma, ha sabido introducir elementos tan controvertidos como la propia homosexualidad de uno de sus personajes, las dificultades de los jóvenes para ascender en la escala social, la discriminación de la mujer o la propia corrupción de una administración arcáica y enmarañada.
Resulta curioso descubrir a Aswany como un escritor que sigue los pasos de Naguib Mahfuz en lo que a reflejar una sociedad, la árabe, que desde occidente se nos muestra mucho más cerrada de lo que realmente parece ser. Las costumbres, la forma de vida, la comida, las interrelaciones, tienen una especial importancia en los libros de ambos. Quizá sea la mejor manera de comprobar la universalidad del ser humano, y de darnos cuenta de que todos, pese a la cultura y sus diferencias, en el fondo tenemos los mismos problemas y sentimos las mismas cosas. Y es que, por mucho que algunos se empeñen, el hombre es igual independientemente de dónde provengan sus raíces. |
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