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El Día Antes De La Felicidad
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por Juan Carlos Eizaguirre
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En los antiguos manuales de literatura se decía de algunos escritores famosos, que habían sido “filólogos autodidactas”, dando a entender que su formación no había sido convencional, sino que su escuela había sido la calle, la vida, el experimentar por su cuenta, hasta que encontraron en la escritura el camino, la vocación de su vida.
Yo no conocía la existencia de Erri de Luca hasta que me he topado con esta ingeniosa novela corta titulada El día antes de la felicidad. Sé muy poco de su vida, de su trayectoria como escritor, pero los datos de la solapa son muy contundentes para extraer mucho jugo de este napolitano bohemio de casi 60 años.
Participó de hoz y coz en la protesta estudiantil de 1968. Esto me hace suponer su contacto con el mundo universitario de entonces; pero pocos años después le vemos trabajar como camionero, obrero y albañil. Para después dedicarse por su cuenta al estudio del hebreo y a la traducción de algunos libros del Antiguo Testamento. Y de repente me topo con un escritor de nueve o diez novelas y con cierta difusión en Europa.
En los primeros compases de la novela no sabía que pensar, porque no es una novela al uso, es un producto típicamente italiano: ese estilo surrealista que tan bien reflejan las películas de Sordi o Vittorio de Sicca. La representación de un mundo aparentemente irreal, onírico; plagado de los sinsabores y las pequeñas alegrías que proporciona la vida... Pero todo relatado muy desordenadamente. Tan solo hay un hilo conductor, que son los dos protagonistas principales: Don Gaetano, el típico portero de una casa napolitana de los años cincuenta, que ha hecho la II Guerra Mundial, y un niño huérfano que vive y crece con él, del que casi no se dice el nombre. No hay capítulos, sino como jirones de vida desordenada, sentimientos encontrados, apasionados romances.
Por eso me atrevo a afirmar que estamos ante un abigarrado cuadro costumbrista, no sólo con colores, sino con toda escala de registros humanos que la fantasía humana pueda crear.
He de decir sin embargo que es una obra para escritores avezados; no se trata de un pasatiempo; hay que meterse en el libro y desmenuzarlo; no digo paladearlo, porque no se trata de una obra de altura, es simplemente una novela bien hecha dentro de su estilo.
No me gustan las novelas con sexo explícito, explicito, ya me entienden. Quizá no tenga razón, pero no entiendo que esos pasajes sean protagonizados por preadolescentes, en plan total. Siempre me ha molestado que la familia se desentienda de ese tema y pretenda que lo haga la Escuela. Desde luego sería un mal menor, si la Escuela contara, en su conjunto, con personal para hacerlo bien.
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