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| El Arca De Las Palabras
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| por Pedro M. Valenzuela
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Dice Andrés Trapiello en uno de los prólogos de este particular diccionario que va a convertirse en palabrista de viejo y con esta laboriosa tarea consigue hacer uno de esos raros regalos que por innecesarios se convierten en favoritos, presentando un arca en forma de libro donde están recogidas todas las palabras (junto a magníficas y sugerentes ilustraciones de Javier Pagola) que ha ido recogiendo del DICCIONARIO ILUSTRADO DE LA LENGUA CASTELLANA (1919) de Saturnino Calleja, y que publicó ininterrumpidamente en el diario La Vanguardia desde el 23 de Abril de 2004 al 23 de Abril de 2005. Durante un año abría cada día el diccionario de Calleja al azar y seleccionando de cinco páginas las palabras que más le gustaban las describía y explicaba a su manera, proyecto más que interesante en las manos de este gran amante de Cervantes y de las palabras, con un resultado que si elaboradísimo está en el contenido no menos lo está en la forma, y es que libros como éste deben presentarse en ediciones como ésta de lujo de la Fundación José Manuel Lara, para disfrutar con una elaborada maquetación y cuidada tipografía presentada en una bella encuadernación acorde con su contenido.
No nos encontraremos para estas palabras los inevitables dos puntos seguidos de dícese de a los que nos han acostumbrado la mayoría de diccionarios, porque el autor como un prestidigitador con la varita mágica llena de sorpresas desplegará todos los recursos a su alcance para hacer que las palabras cobren vida mediante aforismos, citas, poesías, chistes, pequeños relatos, metáforas o ingeniosas ocurrencias. Y no sólo nos encontraremos con demostraciones de ingenio y erudición filológica, también hay sitio para el sarcasmo (En la literatura de `terror´ el terror suele estar en la literatura más que en el terror), las greguerías (`Sílabas´ son las estrellas, decía San Agustín, mucho antes del surrealismo y de Gómez de la Serna), el erotismo (Como fruta la `fresa´ siempre tendrá un éxito garantizado: es lo más parecido que existe a los labios de las muchachas de quince años, lo más parecido a su boca, a sus pechos, a sus labios secretos, como en las églogas de Virgilio), la crítica (Es precioso cómo llama Cervantes a los haraganes: gente baldía, y eso, en personas, es mucho más desolador que en terrenos) o la reivindicación de ideales (A diferencia de lo que ocurre en la derecha, que da la bienvenida a todo el que llega a sus filas sin preguntar si su pasado es o no delictivo o vergonzoso, como ocurre en la Legión, en la `izquierda´ hay quienes se pasan el día, como sexadores de pollos, metiéndoles el dedo en el culo a los ideales de los demás, para saber si son lo bastante de izquierdas o no, y poder así dispensarles su certificado correspondiente).
No es un libro ni para leer con prisas, ni en orden, si no como ha sido escrito, por azar e intuición, saltando páginas y parándonos en los juegos que Trapiello nos propone con los distintos términos, que tendrán un significado distinto cada vez (como sucede con todo) que nos paremos en ellos, y es que ya lo decía Unamuno: Las palabras sólo son vivas, sólo son poéticas, sólo son creadoras cuando nos muestran sus metáforas. |
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