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Ejercicios Para la Muerte
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por Lidia Cano Ponce
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La amasada lista de publicaciones, con una línea ensayística a caballo entre la Filosofía y la Lingüística, le ha servido de preludio a Pedro M. Hurtado Valero para construir su tipo de ensayo con tintes de novela, donde el monólogo interior plasmado en el papel de un anciano, construye la línea transversal de un libro que no dejaría indiferente a nadie.
Ejercicios para la Muerte está perfectamente estructurado en cinco jornadas, que a su vez están divididas en meditaciones. Puede que se pregunte el lector: ¿y de qué trata este libro? Pues de sólo y nada menos que de la deconstrucción de una persona a las puertas de su muerte. Vivimos en una sociedad que no está educada en la naturalidad aplastante de la muerte, ya que la sentimos como “el excremento de la vida”; en esta obra el protagonista, ya en los últimos momentos de su existencia tras el paso de todo su tiempo, intenta despojarse de su apego, de sus miedos a través del papel para poder aceptar su finitud. Él escribe su propia muerte para poder vivirla, ya que sólo podemos vivir la muerte en lo ajeno; con las palabras se hace otro para poder vivir su muerte y desmontarse en su obra, se reduce a lo escrito. Citando al libro “es necesario verbalizar lo que ocurre, triturarlo y marearlo con nuestras palabras para digerirlo y asimilarlo”; al morir deja su cuerpo y sus páginas como despojo, por ello, los Ejercicios para la Muerte.
Pedro M. Hurtado Valero va despojando al anciano de su yo y del increíble efecto que tiene en nosotros la mirada del otro: la sumisión ante la mirada ajena se convierte en algo fútil, indiferente, para quien ha aceptado la delimitación de la vida. Esto conlleva el entender nuestra propia finitud, y tener la humildad de aceptar con empatía la vida ajena, que no es ni más ni menos que igual de gratuita que la nuestra. Aborda muchos temas Ejercicios para la Muerte, que por extensión del anciano a la mayoría de nosotros nos son muy difíciles de aprehender: el tiempo, la memoria, la mirada muda de las cosas, el éxito, la familia, etc. Pero hay dos temas en el libro que me han parecido especialmente certeros, y ¿por qué no? espectaculares: la conciencia de que no es el pensamiento lo que nos hace ser (Pienso, luego existo) sino el sufrimiento; somos nuestro propio yo más tremendamente reflexivo cuando sufrimos, ya que la desgracia nos empuja a filosofar sobre el sentido del bien y el mal. Entendemos el sufrimiento como una amenaza a nuestro yo, y por tanto somos en ese instante más reflexivos sobre la conciencia propia, sobre nuestra realidad más interna. Dice “No ves tu muerte, pero del sufrimiento propio nadie se evade […] Lo peor no es la muerte”.
El otro tema a tratar que resulta muy llamativo, sería la idea de cómo el miedo a la muerte va tan ligado al miedo al compromiso; si se vive sin muchos vínculos por decisión propia, el paso al “olvido supremo” resultará más fácil... un desprendimiento de la conciencia antes de tiempo, por así decirlo. “Con la casa medio vacía y el alma sin mucho peso” está en cada cual decidir si le compensa una vida sin compromiso.
En Ejercicios para la Muerte, Pedro M. Hurtado Valero trasmite una angustia vitalista propia de Sarte, que llega a ser casi soberbia; soberbia a la hora de afrontar el hecho ineludible que es la muerte, con la elegancia que tienen las palabras.
Es Ejercicios para la Muerte, un libro para ser leído.
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