|
Deseo Despierto
|
por Antonio Ruiz Vega
|
|
Esta es la segunda novela de Juan A Rovira ("economista", "ex-informático", "ex-ajedrecista", se define a sí mismo).
Un matrimonio está en crisis. Él, Eulogio, ingeniero, alimenta una vocación frustrada: la filosofía. Ella, Natalia, le espolea a alcanzar el éxito profesional y económico. Han llegado a un punto muerto y ella le propone la separación. En esta tesitura él viaja a Barcelona en su recién estrenado cochazo para asistir a una convención. Allí se encuentra con un viejo profesor, Ramón Pignatelli, al que no veía desde hace años. Deciden verse dentro de poco en el pequeño apartamento que el profesor tiene en París. Mientras tanto Eulogio, que debe permanecer aún en Barcelona, presta el coche a Pignatelli con el encargo de que se lo devuelve a su mujer, como han acordado en su separación provisional. El profesor, fascinado por la potencia de la máquina parte dejando en manos de Eulogio su chaqueta, mientras que este ha olvidado en el vehículo la suya con documentos y demás...
Este es el planteamiento inicial de "Deseo Despierto". En el viaje de vuelta, el profesor Pignatelli, pésimo conductor, abusa de la potencia del vehículo y se traga una furgoneta de Mercabarna. Tras el choque el coche arde y el cadáver queda irreconocible. La chaqueta de Eulogio conteniendo sus bienes personales ha salido despedida en la colisión.
La Guardia Civil llama a Natalia y le comunica que su marido, Eulogio, ha fallecido en un accidente. Ella reconoce el cuerpo maquinalmente, de hecho ni lo mira.
Mientras tanto Eulogio, con la documentación de Pignatelli viaja a París, sin saber lo que ha pasado. Cuando llama a su mujer a esta casi le da un síncope. La cosa tiene una difícil marcha atrás. Natalia ha cobrado cantidades sustanciosas de varios seguros de vida y está percibiendo una pensión de viudedad opípara. De hecho lleva la vida que siempre quiso. En cuanto a Eulogio, comienza a darse que con algunos cambios estéticos puede suplantar perfectamente la personalidad del fallecido e inicia una nueva vida en París, en el apartamento del viejo profesor Pignatelli.
Naturalmente la cosa se complica. Aparece Hércules, un investigador que envía no la compañía de seguros, como sería lógico, sino un extraño grupo de presión que quiere cargarse a Eulogio (por un quítame allá una afrente de infancia).
Eulogio, en París, conoce a Cindy, una amiga de Pignatelli, ante la que se hace pasar por Federico, un hijo de Ramón. Con esta personalidad impartirá conferencias en Suecia, donde transcurre parte de la novela, con descripciones de la vida y costumbres de los suecos, etc.
Las paradojas van sucediéndose. Por una parte, cuando Eulogio descubre que existe el hijo, y que además se llama precisamente Federico. Por otra parte el cerco de Hércules, que sospecha su doble personalidad, se estrecha.
Finalmente tienen un careo y se sinceran. Nada es lo que parece, Hércules no es un detective, está chantajeado por el misterioso grupo de presión H.P. que busca a toda costa a Eulogio para matarle. De un modo bastante rocambolesco piensan un plan para solucionarlo todo.
Entre tanto Natalia, tan feliz al principio, se da cuenta de que la vida de consumo y de convencionalismos sociales en la que se ha embarcado no la llena, que echa de menos a Eulogio, pues descubre que lo ama.
Usando el cadáver de un marroquí fingen la muerte de Eulogio/Pignatelli (los familiares del moro se libran encantados del fiambre pues así pueden usar los papeles del finado para meter de matute a otro inmigrante en Francia). Natalia, con su nueva personalidad, despegada de las cosas materiales, indemniza a Hércules que, de este modo, puede "perdonar" a Eulogio. Ambos inician una nueva vida con una nueva personalidad.
La trama está bien resuelta y consigue mantener el interés y la credibilidad. El tema, no original pero sí bien traído, es el de la segunda oportunidad, el de poder rehacer la trayectoria vital, recuperar la verdadera vocación. Algo que, en la vida real, raramente se produce, y de ahí que al común de los mortales nos guste jugar con la idea.
Las descripciones de París y de Suecia se notan vividas y tienen interés. El conjunto es correcto, bien narrado. |
|