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Conversaciones Con António Lobo Antunes
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por Antonio Ruiz Vega
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Yo hecho de menos libros sobre escritores y sobre literatura, libros que te ayuden a comprender a un autor. Creo que hay demasiadas novelas, demasiada poesía, y deberían hacerse más libros de ese tipo.
(Pág. 176)
María Luisa Blanco ostenta en la solapa un currículo escueto que consiste exclusivamente en la dirección del suplemento literario del ABC del 98 al 2001 y del de EL PAÍS en la actualidad.
El libro está ilustrado con fotos del autor, algunas verdaderamente enternecedoras, y dispuesto, cada capítulo, de un modo muy periodístico (curioso), pues los títulos de cada capítulo son más bien titulares y hay "ladillos" (algo "sensacionalistas"). Invariablemente la autora comienza con meditaciones introductorias y pasa luego a la entrevista con Lobo. También se incluyen textos que se suponen tomados directamente de boca del autor, que van en el libro impresos en color rojo. El conjunto constituye un libro que se devora con interés creciente, una edición muy cuidada y agradable, repleta además de centenares de frases destallantes, de ideas fuerza que subyugarán al lector, sobre todo si es ya lector de las novelas de Lobo Antunes.
Uno echa de menos libros parecidos sobre otros autores que, como este, ayuden tanto a comprender su orbe literario, sus pulsiones, manías y obsesiones. Por hacer alguna crítica, más achacable a António que a la autora, algunas repeticiones que pudieran haberse evitado, pero así es el discurso de este autor, inevitablemente circular a veces. Hay un colofón inesperado, cuando la autora entrevista a los padres del escritor, todavía vivos, los cuáles se salen del guión, mostrando sus personalidades sin rebozo y hablando sin pelos en la lengua de su retoño, saliéndose de las convenciones de lo que debe ser un "padre de autor", suponemos. El padre cuenta la anécdota que le pasó en la panadería: (Pág. 251). "Cuando estaba en la panadería, una señora que también estaba comprando pan, dijo: "Este señor tiene unos hijos muy inteligentes", y la panadera, que es la que nos ha vendido el pan toda la vida, dijo "Eso es por el pan". (Otras dos perlas: Padre: Yo no consigo leer los libros de António, no tengo paciencia. (...) La vida es corta para leer a António. Yo ya no tengo paciencia. Es complicado de leer. Me gustan mucho sus primeros libros, tienen cosas extraordinarias. Pero los más recientes, no. (Más adelante dice: creo que ha perdido cualidades – pág. 235). La madre: Yo leo sus libros, pero no los disfruto porque es todo muy triste, todo son desgracias... Esos personajes no pertenecen a nuestra sociedad. No es la gente con la que convivíamos). Las entrevistas, bien recientes, cogen a António con la ausencia todavía latente de su mujer, Zé, que es su primera mujer, pero de la que se separó hace muchos años (tras la revolución de los claveles) pero con la que regresó al enterarse de su enfermedad y acompañó amorosamente hasta su muerte. Antunes es, por lo tanto, un viudo reciente, que ha comenzado a convivir estrechamente con sus hijas (Maria José y Joana, hay también otra, Isabel, de su segundo matrimonio, pero de esta y de su madre se hablará bien poco en este libro), que regresa al piso donde convivieron y donde Zé murió de cáncer. Esta ausencia sobrevuela todo el libro y constituye un tema recurrente al que António regresa una y otra vez. Zé fue su primera mujer, con la que se inició en el sexo y en la vida y la que le impulsó desde el primer momento en su carrera literaria. Con la euforia de los primeros meses de la revolución António hizo lo que todos hacían, divorciarse y vivir una serie de aventuras alocadas que incluían el juego y que duraron apenas dos años, la única etapa de su vida en la que no escribió nada. Pasa luego el resto de su vida arrepintiéndose de esta ruptura y hay ese epílogo tan bonito, cuando vuelve al lado de Zé, al enterarse de su enfermedad incurable y vive con ella unos meses (5) que, pese a todo, declara fueron la etapa más feliz de su vida....Sobre este tema vuelve una y otra vez. La última novela, todavía no traducida al castellano, la comenzó durante esos meses de agonía, junto al lecho de Zé... y ella estaba feliz a pesar de la enfermedad y de su delgadez. En la página 81 dice La mujer por la que sentí la única y verdadera pasión. Cuando Maria Luisa le visita António está a punto de ser abuelo de su hija mayor, María José (también Zé), que ha decidido ser madre soltera. El niño lo esperaban para Julio, así que... La vocación literaria de Lobo Antunes fue precoz y ya una constante en su vida, aunque comenzara a publicar a edad madura. Tenía siete años, era un 24 de diciembre, viajaba n un taxi cuando tuvo una revelación: "voy a ser escritor", al llegar a casa se puso a escribir y desde entonces no ha parado. En realidad dice que a los siete años ya llevaba dos escribiendo si parar. Hacía periódicos, que luego vendía a sus familiares. Lo ilustraba con sus propios dibujos. También hacía cómics. Su padre guarda unas cuartillas que contenían el plan de "Obras Completas" (novelas, cuentos, relatos, ensayos), que llegaba hasta el año 2.000...tenía 13 años. A los catorce, a los quince, leía sin parar todo lo que caía en sus manos, pero por entonces quería ser poeta. Escribe, dice, por las mismas razones que un manzano da manzanas. Si un día no escribe le asalta un sentimiento de enorme culpabilidad. Trabaja doce horas diarias, si tiene que viajar para promocionar algún libro, al extranjero, reserva siempre al menos 5 horas diarias para escribir. Mucho antes de empezar a publicar ya escribió varias novelas. A los veinte años comenzó una que le llevó diez años concluir, aunque finalmente la desechó. Confiesa su gran inseguridad –Siempre es lo mismo, nunca estás seguro de tu trabajo, nunca sabes si es bueno o no. Aunque, como luego veremos, opina que nadie escribe como él (lo que hay que tomar en sentido literal). En su lucha diaria contra el lenguaje no busca la floritura, leyendo a Joyce (Ulises), por una parte le fascinaba su riqueza verbal, pero al mismo tiempo, me aburría un poco porque no percibía al servicio de qué está ese extraordinario alarde verbal. La pirueta por la pirueta, el muestrario fantástico de una inmensa capacidad de invención verbal, se me queda un poco en el vacío, porque no ayuda a la historia en el sentido de la eficacia narrativa. Cree que los autores dados a florituras tratan de demostrar su talento, su inteligencia, pero No ere tú el que tienes que ser inteligente; es el libro el que tiene que serlo. En el libro que es bueno el autor no está ahí, no se le nota. En este sentido cita a Faulkner: Debería haber publicado mis libros anónimamente, porque lo importante son ellos, mis libros, no yo... Y añade: La eficacia radica, sobre todo, en no ceder a la tentación de una bella metáfora. Una bella imagen, una brillante pirueta verbal pueden ir en perjuicio de la novela. (....) La novela tiene que ser implacable, y tiene que lograr, igual que se logra con la música, que el lector te siga, te acompañe página tras página, tirar de èl como el torero tira del toro. Utilizo esta metáfora porque he escrito una novela, que aún no se ha traducido en España, en la que hay un capítulo casi entero dedicado a Curro Romero. La influencia de su padre fue determinante, aunque no siempre en el sentido positivo, siempre fue una relación difícil, él les acusa (a sus padres) de poca sensibilidad o mejor dicho afectividad con respecto a él. Su padre, neuropatólogo, es un gran admirador de Ramón y Cajal y un gran lector. A los doce años le dio a leer a Wilde, a Flaubert, durante las vacaciones tenía que leer un capítulo diario de "Madame Bovary". A esa edad António escribía poemitas (que luego quemó), y se los daba a leer a su padre, quien se los llevaba al hospital y se los leía a sus colegas, pero nunca le dio su opinión. Eso continuó pasando cuando comenzó a publicar, salvo en "El Orden Natural De Las Cosas", del que le hizo un único comentario: "No he comprendido este libro". Maria Luisa Blanco entrevista a sus padres en las últimas páginas y, como veremos, sus opiniones sobre la obra de su hijo son, como mínimo, chocantes... Su padre admiraba a Velázquez y a Vermeer, pero era bastante crítico con Goya, a los catorce años me dio a leer una primera edición de Céline, y, durante el verano, nos obligaba a copiar cuadros de Gauguin. António simpatizó siempre mucho más con su abuelo paterno, también António, poseedor de un título nobiliario (no dice cuál), que debería haber heredado él. Su abuelo, cuando supo que quería ser escritor le preguntó ¿No serás maricón?, sobre todo porque no se perdiera la línea sucesoria. Este abuelo le llevó a celebrar su primera comunión a Italia, a los siete años, en un viaje alucinante en automóvil, durante el cuál casi se desmaya en Barcelona, cuando vió matar por primera vez un toro. El torero era Luis Miguel Dominguín. En Venecia se perdió y todavía recuerda que los nombres de las calles estaban escritos en el suelo. Su abuela era alemana y él recuerda que de sus abuelos recibió la ternura que sus padres no le daban. Iba a visitar a su abuela, ponía la cabeza entre sus rodillas y le decía: Vengo aquí para que me acaricies. Su padre era mucho más espartano. Si se peleaba en el colegio y era vencido su padre le castigaba y si él se exusaba diciendo que su oponente era mayor que él le proponía Muérdele los testículos. No siento que tenga una gran deuda para con mi padre o mi madre. Lo siento. De su abuelo dice, lapidariamente: Era católico, conservador, salazarista, reaccionario... Y era la persona más maravillosa que he conocido en mi vida. En cuanto al origen de la narración, explica en un texto en rojo: Las ideas te vienen cuando estás escribiendo. Son las palabras las que inventan el texto (...). Tuve un profesor en la Facultad de Medicina que decía: "los enfermos mejoran a pesar del médico". Y eso pasa muchas veces con el libro. En cuanto a su modo de escribir: Creo de verdad que no tengo talento literario. Lo que otros consiguen con facilidad yo lo consigo con mucho trabajo, y el esfuerzo es muy variable. Hay días que escribo cinco líneas y otros en que llego a una página... Durante sus años de facultad no se interesó por la política. Yo pasaba mi tiempo escribiendo, leyendo y jugando al ajedrez. Pero después fue el mejor amigo de Ernesto Melo Antunes, que fue su capitán en Angola y luego el ideólogo de la Revolución de los Claveles, a quien reiteradamente dice querer y admirar (ya murió). Un poco antes, en 1973, al aparecer su primera novela, que recibió críticas muy duras, tuvo el apoyo del Partido Comunista y durante un tiempo estuvo próximo a él, aunque ahora es muy crítico. Ahora piensa que los comunistas fueron responsables de la liquidación del anarcosindicalismo y probablemente contribuyeron a la prolongación de la dictadura salazarista por su afán de eliminar todo lo que no fuera ortodoxia pura. En nombre de los ideales de la Revolución el Partido Comunista ha jugado un papel muy sucio. Pero entonces llegó hasta a ser candidato por este partido, siendo esta la única vez en su vida que hizo política. Luego se desengañó del comunismo y de la política en general. Dice que en los partidos de izquierda no había democracia, que tenían una estructura vertical, nunca horizontal, que le pedían que hiciera "arte social" y esas cosas. De su éxito literario dice que fue fulgurante y sorpresivo. De Memoria de elefante se vendieron 200.000 ejemplares y de su segunda novela, que apareció a continuación porque ya la tenía escrita, llegó a 600.000 (parece exagerado, sobre todo porque dice que fue sólo en Portugal). A pesar de estos éxitos, y de los que le siguieron, sigue pensando que no es un escritor de best-sellers. Mi literatura no es fácilmente digerible. Comprendo que García Márquez venda mucho porque su escritura es muy sabrosa, muy agradable. (En la página 189 dice: A mí no me gusta, pero sé que es muy bueno). (Pág. 128) Si el libro es bueno, tiene que defenderse solo. Si no es bueno, morirá, y si es bueno, quedará, tú no tienes que ayudarlo. De Paulo Coelho no tiene una gran opinión. Cree que es literatura de evasión. Pero no cree que su literatura sea triste, depresiva. Cardoso Pires decía de sus novelas que estaban llenas de alegría y de humor y él también lo cree. Trabajo todos los días, no tengo ningún entretenimiento, ninguna distracción. No bebo, no voy a bares, no asisto a conciertos ni a espectáculos, no salgo por las noches. Estoy tan inmerso en mi trabajo que sólo pienso en cómo hacerlo bien y no si la novela es triste o es alegre. (...) Yo no sé si estoy en lo cierto o no, pero creo que lo que yo escribo son "epopeyas líricas" (pág. 113). Tiene dos lectores previos a los que suele hacer caso, uno de ellos es su agente literario, Tom Colchie, que también lo es de Jorge Amado, Cabrera Infante, Sábato... Piensa que su mejor libro es "Exhortación A Los Cocodrilos". No tengo dudas de que es la mejor porque estaba tan seguro de lo que hacía que hay palabras que ya no las ponía porque pienso que quedaban sobreentendidas en el texto. Dice que cosas que escribió en este libro se han cumplido después, lo que le da un poco de miedo. Después estuvo siete meses sin escribir Pienso que no hay grandes novelas escritas antes de los treinta años, tampoco después de los sesenta y cinco, así que me quedan diez años para escribir, creo yo. Le citan casos de novelistas, y el cita a Saramago (el pobre) o a Torrente Ballester. Actualmente está casi completamente sordo (enfermedad hereditaria) y lleva un aparato. Del éxito dice que le sorprende y no se explica la popularidad de los escritores, que suelen ser muy sosos, y, además, no "ejercen" de escritores las 24 horas del día. Cita a Sarah Bernhard que fue una vez identificada por la calle y le preguntaron si era ella en realidad, y dijo, No, lo seré más tarde, durante la representación. Le sorprende que le escriba gente que no le conoce de nada. Tus amigos son los que tenías antes de los libros (Pág. 91). Aunque no quiere hablar de la guerra, cuenta cosas de Africa. Se piensa que los portugueses han destruido una civilización comparable a la de los mayas. Y no es así, allí no había gran cosa. En África sólo hay presente, el inmenso presente que lo engloba todo. Los nativos le sorprendían curando la hepatitis en 24 horas con unas hierbas que nunca consiguió averiguar cuáles eran. Para entenderse con los nativos redactó un diccionario donde incluyó varias lenguas tribales, pero la policía se lo quitó. Los buenos críticos saben más de literatura que los escritores. Algunos editores también saben de literatura (Pág. 105). Cita a Fitzgerald que dice que un escritor es muchas personas a la vez. Pero cree que eso le pasa a todas las personas, que no hay que mitificar al escritor, que no es un hombre superior. Nunca me siento solo cuando estoy solo. Siento la soledad cuando voy a cenar con gente aburrida, porque pienso que estoy perdiendo mi tiempo, que estaría mejor leyendo (Pág. 126). Nunca me he aburrido conmigo (Pág. 160). Contesta todas las cartas que le llegan, personalmente Dice que a los 15 años escribió una carta a Celine, y este le contestó. (pág. 193). Varias veces habla de un proyecto editorial, que va a ser la biblioteca de Lobo Antunes, donde aparecerán libros seleccionados por él, con un prólogo. Libros, dice más adelante, de antes de los años 30, es decir, que no paguen derechos de autor. Parece ilusionado con el proyecto. Cree que en Portugal no hay una política cultura, Nadie te enseña a leer, a apreciar los libros. Dios. En la página 134 dice que mantiene una relación con Dios, aunque no sabe precisarla. Ha sido un proceso muy lento. En la 184: Yo soy un hombre religioso, pero muchas veces pienso en santo Tomás de Aquino, que decía que la prueba de que Dios no es todopoderoso es que no puede cambiar el pasado. (Pág. 185). Yo envidio a la gente que tiene fe. A mí me gustaría tenerla. No tengo ningún miedo a morir, ninguno. Se declara "iberista", pienso que esta península es la misma. Voy a Galicia y me siento como en casa, voy a Madrid y también, la gente es igual, tenemos los mismos hábitos, pero hay una diferencia enorme desde el punto de vista cultural. Una generación como la del 27, aunque aquí tengamos a Pessoa, no la hay. Aquí no encuentras esa riqueza. Sobre todo cree que hay pocos novelistas. El caso de España le sorprende, que se publiquen tantos títulos, aunque Creo que en la actualidad se publican demasiados libros y con muy escasa ambición literaria, ni siquiera tienen páginas, son muy cortos. Por su parte la crítica con frecuencia se queda embriagada con mucha facilidad y el escritor, como ha tenido éxito con una fórmula, la aplica en adelante como un autómata. Hace siempre lo mismo por miedo a perder el éxito. Cela. En España se dice que él habla mal de Cela, pero lo desmiente. Le reconoce el oficio, pero cree que no ha aportado nada nuevo a la novela, claro que no, pero tiene oficio. De Borges dice primero que no le interesa (pág. 138), pero más adelante se contradice. En la página 207 Borges, que no me gustaba mucho, ahora me gusta más, porque me estoy fijando en el trabajo concreto de la escritura, y es muy grande. Los relatos de Cortazar le gustan, pero no sus novelas ("Rayuela" y todo eso, pienso que son novelas que morirán). En una ocasión, pág 154, una periodista suiza le dijo que no creía que fuera Lobo Antunes: No puede ser usted. No tiene cara de escritor, ni de portugués. Se sintió un impostor. (Pág. 175). Creo que soy muy cómodo para un editor. Nunca discuto las cubiertas. Nunca leo pruebas. Porque si vuelves a leer te vas a arrepentir, un libro puedes siempre modificarlo. La comida. No sabe cocinar. Tampoco le interesa demasiado lo que come. Le gusta Mac Donalds o la comida de los aviones, lo que sacaba de quicio a Cardoso Pires. Su actual tendencia a engordar puede que tenga algo que ver con los Mac Donalds. Saramago. Dice que es de los pocos intelectuales del PC y que es además representante de la línea más dura. Se mofa de que diga que es un exiliado político (exiliado político nada, porque aquí vivimos en una democracia). Antes de la revolución nunca estuvo en prisión, y eso otros que sí han estado no se lo han perdonado. (Pág. 180). De todas formas Saramago es un fenómeno que se está disolviendo. En otros países no existe y aquí se está desinflando como un globo pinchado. (...) Literariamente para mí no es competencia. Tiene más presencia en España y en Brasil, pero no en el resto del mundo. (Pág. 182). Rechacé ir al programa de Bernard Pivot, Apostrophes, un programa que me gusta mucho, pero ¿qué iba yo a decir? Del sexo. Dice que es un puritano, salvo aquellos dos años de desenfreno, durante los cuáles además se dedicó a jugarse las pestañas en el casino de Estoril. A pesar de todo nunca quiso participar en camas redondas, etc. Es curioso que dice, en la misma página 192, que en sus libros no hay escenas sexuales, y la verdad es que sí las hay. (Pág 222). El éxito de los escritores con las mujeres. No sé si será cuestión de talante, de espíritu o de qué, pero la realidad es que el éxito de los escritores con las mujeres es extraordinario. Y cuanto más mayores, más conocidos, y con mayor éxito, mejor. Escribe a mano, no consulta diccionarios. |
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