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portada Agur Aznar
Ficha del Libro:

Título: Agur Aznar    comprar
Autor: Iñaki Anasagasti
Editorial: Temas De Hoy
I.S.B.N.-10: 8484603318
I.S.B.N.-13: 9788484603313
Nº P´gs: 573


Agur Aznar
por Antonio Ruiz Vega

Tal y como se explica en el prólogo, este libro no es exactamente una biografía sino que recoge de una manera algo anárquica un conjunto de testimonios y meditaciones ('Este no es un libro al uso sino una especie de colcha de retaos, de ensalada, de macedonia de frutas en la que hay un poco de todo'). Ese es quizá su aspecto peor, porque el resultado es variopinto y algo a veces farragoso, por lo prolijo. Se reproducen literalmente muchas, quizá demasiadas, cartas, y otro tanto cabe decir de las intervenciones parlamentarias, transcritas tal cual, con la respuesta del oponente incluida, etc.





El punto de vista es amargo y ya se sugiere en el título (algo oportunista, porque aquí se hablan de muchas cosas, no sólo de Aznar). Se parte de la constatación de un desencuentro entre Euskadi y España, y más concretamente entre un viejo partido (junto al PSOE el decano de los partidos españoles) y la 'España Oficial', sobre todo con el PP, aunque, como queda aquí muy claro, lo que más duele a Anasagasti es la falta de un poder arbitral, por encima de la lucha política. Papel del que ha dimitido, o quizá nunca se propuso ejercerlo, el monarca Juan Carlos.





Ya en prólogo, conciso pero directo, se apuntan las líneas maestras de este libro. La cita de Tierno Galván, que se reproduce en la contraportada, es emblemática. Hubiera afirmado el Viejo Profesor ante Arzalluz, '¿Por qué nos hemos de asombrar -decía de las tempestades, cuando todos vivimos la época en la que se sembraron los vientos? ¿No sería mejor entender que estamos viviendo lo que habíamos de vivir, procurando en cualquier caso no sembrar más vientos para que los que nos han de seguir no recojan más tempestades?'. Obviamente referida a ETA. Y enumera luego Iñaki la lista de las personas, políticos, presidentes del gobierno y las cortes, etc. con las que le ha tocado lidiar a lo largo de su carrera política, para concluir: 'He visto, pues, casi todo. Pero nunca una situación como la que en la actualidad vivimos'.





Cuando Mariano Rajoy anunció un plan de Mayor Oreja para dejar aislado al PNV antes de un año cuenta que el entonces ministro Pimentel exclamó: 'La estrategia de que el PNV es igual a ETA es demencial, un disparate que pagaremos'. Yo creo que ya la están pagando, Aznar deja una España crispada, enconada, tensa. Ha agravado el problema vasco mientras que el PNV ha resistido el tirón.





Y en este mismo prólogo avanza algunos de los temas que se van aquí a tocar, como la famosa visita de Arzalluz al Cesid durante la tregua de ETA, la transcripción de algunos párrafos muy 'borrokas' de Savater en EGIN, cuando era 'abertzale', la indignación por su práctica expulsión (promovida por el PP) de una Democracia Cristiana 'que habíamos fundado' y la constación, luego repetida y aclarada, de que la democracia española es de 'muy baja calidad'. Anasagasti explica la relación de los vascos con España como la de un vecino dentro de una comunidad de propietarios, el cual 'pagando religiosamente los gastos comunes, no se le deja ordenar y llevar adelante su propia casa según su leal saber y entender'. Y no falta la crítica y la condena de ETA, un residuo, una herencia del franquismo, que tal y como se deja caer aquí y allá, es el peor problema que tienen los vascos y la dificultad mayor en su camino hacia la autodeterminación (que no es lo mismo que la Independencia, tal y como explica en artículo 'ad-hoc').





Es curioso como el intento de cercar al PNV, quizá con la idea de 'moderarlo' ha tenido el efecto contrario. Sus alianzas con IU y su 'quedar fuera del sistema' le ha hecho correrse claramente hacia la izquierda mientras que el burdo intento de instrumentalizarlo por parte de la Iglesia Católica (la historia se repite pues eso mismo sucedió, como cuenta, en los años de la República) les ha apartado bastante de su tradicional confesionalismo. Y hasta se sugiere algo del sueño de una hipotética Iglesia Vasca 'no papista' (¡La Reforma! ¡La Reforma!), idea con la que llegó a coquetear el mismo Sabino Arana'





Termina el prólogo reivindicando el sentido del humor, que en su caso tiende a la ironía.





Como hombre cuya biografía fue tan fuertemente condicionada por el franquismo, hasta el punto de nacer en el exilio, Iñaki se duele del españolismo radical y vesánico que, como en el caso de Calvo Sotelo, prefiere a España antes roja que rota, y transcribe las palabras ofensivas y prepotentes de Sotelo cuando, durante la dictadura de Primo, consiguió prácticamente eliminar los conciertos económicos navarros (único resto de la pasada foralidad). 'Vencí a Navarra, la vencí y la sojuzgué. (?) Derrumbé el sentido foral de Navarra que sostenía que el cupo era inalterable. Tengo la satisfacción de ofrecer al Estado el derrumbamiento de los Fueros'. Véase el empleo de los verbos, vencer, sojuzgar, derrumbar'





Y se duele también de la primera desmembración de Navarra, en la II República, que se hizo en Madrid, dice, no en Navarra. 'Tuvo parte el Ejército; 200 km de frontera; complemento agrícola; dimensión territorial adecuada como para formar un Estado' Éstos fueron los argumentos.





Pero es el capítulo 2 quizá el más polémico del libro, 'Un rey que ni arbitra ni modera', donde la figura real sale muy malparada por su evidente partidismo y militancia, lo que deja la democracia española huérfana de alta instancia arbitral, papel que, quizá en el futuro, habrá de recuperar un Presidente de la República, visto el fracaso de la institución monárquica. Señala su origen espurio, pues su legitimación se metió 'dentro del mismo paquete' en el referéndum constitucional, cosa que no ha pasado en otros lugares donde se quiso reinstaurar la monarquía, como Italia o Bélgica.





También Garaikoetxea se mete con el rey bastante, y cita el conocido embrollo que llevó a su caída. Carlos piensa, lo explica en su biografía, que el rey intervino ante Arzalluz para que le eliminara de la lehendakaritza y pusiera a Ardanza, más moderado. Pero Anasagasti lo niega y dice que fue un burdo montaje (pág. 27) en el que la actitud del rey, aunque fuera con su silencio, tuvo algo que ver�





El desencuentro con la monarquía parte de la desestimación (a la que no todos eran contrarios, al parecer Barrionuevo, como ex � carlista, llegó a defender esta posibilidad) del famoso Pacto con la Corona. Es decir una reedición de las famosas juras de los fueros que los reyes de Castilla primero y de España después llevaban a cabo en Gernika. El pacto de los diferentes pueblos de España con la corona hubiera propugnado, entre otras cosas, la desaparición del �estándar� español, pues pactando todos en la misma igualdad, nadie tendría la patente ni podría considerarse �más español�, etc. Pero se optó por la consabida fórmula de que la soberanía residía en el �pueblo español�, pasando por encima de las tradiciones forales (aunque no del todo, de ahí la ambigüedad de la Constitución, cuando habla de �nacionalidades�, etc.).





El Pacto Foral con la Corona, es decir, con el Estado. En una palabra, reconocimiento de la soberanía originaria del País Vasco, solidaridad y respeto hacia el resto de los pueblos del Estado español y un anhelo de convivencia basado en la negociación, o por utilizar la fórmula histórica, en el Pacto Foral�.





Y hace varias veces una petición que no puede ser más simpática. Que el rey, en su tradicional mensaje de fin de año diga unas palabras en las demás lenguas españolas, aparte del castellano. Iñaki se conforma con un Zorionak! (pág. 32, pero lo dice en otras también, 49 por ejemplo). No sería ninguna tontería. Aunque, tal y como está el patio� (esta crítica se escribió bastante antes de la derrota del PP en marzo).





Y recuerda algunos momentos tiernos de su relación con Juan Carlos, que no siempre ha sido a cara de perro. Como cuando el rey le propuso plantar en la Zarzuela un retoño del árbol de Gernika o cuando le confesó que sabía contar hasta diez en euskara, etc. Pero como es lógico se fija mucho más en los frecuentes desencuentros, silencios, desprecios, etc. Y lo que entresale, de las conversaciones privadas, es que el rey, lejos de estar por encima de lo divino y de lo humano, sigue la actualidad política muy a ras de tierra con todas sus filias y fobias. Significativo que ante él, en 1986, criticara el monarca a Juan Alberto Belloch o Margarita Robles por sacar a la luz el caso GAL.





Aunque todo el libro es un lamento de indignación (contenida, eso sí), yo creo que esta falta de un poder arbitral, por encima de los partidos lo que más le duele y lo que más echa de menos. La sensación de no tener a donde acudir cuando, como es el caso, alguien se siente perseguido por todos los poderes del Estado.





Pero la crítica continúa con los medios de comunicación, y el poder judicial (mero reflejo del político, y al que llama �sumiso�). En la página 57 escribe �ya no estamos en una democracia, o estamos en una democracia con apellido�.





Estamos ante otro 18 de Julio sin cañones, porque estos ya no son presentables en Europa. Y no hay justicia a la que acudir� (pág. 65).





Y se duele de la ausencia de transferencias en materia judicial, cuando estaba en el estatuto original y era defendida, entre otros, por el PSOE. Con todo, afirma, el gobierno vasco, en lo relativo a la informatización de los juzgados, �ha gastado más, en nuestra pequeña comunidad autónoma, que el Ministerio de Justicia de Madrid en toda España�. (pág. 58).





En cuanto a los medios de comunicación, habla de una verdadera �Brunete mediática� (la mención a este pueblo tiene más que ver con la famosa división acorazada �Brunete� nº 1, cuyos cuarteles sitian �o sitiaban� Madrid, que con la batalla homónima).





Montesquieu no está en la UVI, como dijo Felipe Alcaraz, según él está en el Valle de los Caídos (pág. 67).





Tampoco el parlamento (que no controla) le merece mejor opinión, pues una vez cristalizado tras las elecciones el sistema de mayoría, minorías, su funcionamiento es puramente formal. Las votaciones se ganan por aplicación del �rodillo� y los debates son folklore puro donde nunca se admiten propuestas de la oposición. No lo dice él, pero podría decirse que volver a convocar las cortes una vez investido el gobierno es un gasto estúpido para mantener lo que Hitler llamaba, el �Orfeón masculino mejor pagado del Reich�.





Sin embargo, recuerda, Aznar, en el momento de postularse a candidato a presidente, dijo que quería convertir �El Parlamento en el centro de la política española�. Ocho años después el balance no puede ser más penoso.





No es extraño que hable del actual estado como �un Estado de derechas� más que de un Estado de Derecho.





Aunque ha dedicado todo un libro al tema, aprovecha aquí para referirse al abuelo de Aznar (Manuel Aznar Zubikaray), nacionalista vasco y colaborador del diario peneuvista Euzkadi, transformado luego en franquista. Este es un tema que le ha producido roces con Aznar (es evidente que entre los dos hay algo personal). En algún momento Aznar le dijo que la diferencia entre sus respectivos abuelos era que el suyo escribía en los periódicos, algo que, según explica Anasagasti bastante dolido, también hacía el suyo�





Volviendo a las relaciones entre la Iglesia y el PNV los dos últimos desencuentros son los de la famosa visita de miembros del partido a Roma, que se saldó sin poder ver particularmente al Papa (se les incluyó en una visita colectiva junto al torero �El Soro� y eso que antes el nuncio les había interrogado sobre si todos estaban �bien casados�, pág. 92), y la segunda cuando la última visita de Juan Pablo II, cuando fueron marginados en el protocolo. La cosa llega hasta el punto de la ruptura personal con el nuncio Tagliaferri a quien le devolvió su última carta rota en trocitos. Pág. 93.





Levanta el vello también la crónica del contraste entre las cosas que se decían en el 96 (cuando se necesitaba al PNV para gobernar) y las que se han dicho después. Hay una declaraciones, por ejemplo, de Cascos, alabando al PNV que quizá debieran desempolvarse. Sobre todo porque si alguna actitud no ha cambiado en los últimos años ha sido precisamente la del PNV.





Aznar le dijo a Arzalluz que él no tenía problema alguno con la autonomía vasca. Pág. 189.





Y el rey, en la pág. 199 incluso les hubiera confiado que no veía problema en transferir incluso la Seguridad Social (Si está en el estatuto ¿Por qué no?).





O cuando el propio juez Garzón invitó a Arzalluz a participar en uno de los cursos de verano del Escorial y le presentó como un pacificador en el País Vasco. (Pág. 265).





Sobre la tregua y la posibilidad de una paz duradera, cree que al PP no le interesaba la paz. Está claro que al PP no le interesaba la paz; le interesaba la paz pero por la derrota, liquidando el problema, y no entrando en lo que hay detrás de todo esto. (pág. 294).





Son muchos los temas que toca, de este tenor, pero creo que lo fundamental queda reflejado. Es la crónica de un desamor, la decepción de un hombre que, como Sabino Arana, ha querido (y quiere) jugar con las cartas y con el sistema legal con que se ha encontrado, para descubrir que es imposible. Grave conclusión. Porque el talante negociador, civilizado, pactista, realista incluso, nadie se lo puede negar. Y no entiende cómo quienes antaño les jaleaban hasta la adulación ahora les denigran hasta llegar al insulto personal y a la descalificación �ad- hominen�. En off, pero con una sombra muy alargada, está siempre Arzálluz�
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