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| 11-M: Homenaje A Las Víctimas
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| por Francisco J. Vázquez
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Era un jueves normal. Un jueves que se presentaba, en los albores de aquel amanecer de Marzo, como cualquier otro día laborable de invierno. Los trabajadores se ponían en marcha hacia sus lugares de trabajo, los jóvenes hacia sus institutos, universidades y colegios. Y pese a que otros muchos volvían de una dura jornada nocturna, Madrid comenzaba a despertar y a bullir, y sus calles, vías, aceras, metros y estaciones, como venas que abastecen de sangre aquella inmensa urbe, se llenaban de gentes de toda condición que iniciaban así una jornada más. Pero no era una jornada más. No lo sería para ninguno de nosotros. Y no iba a ser, tampoco, un jueves normal.
El 11 de Marzo de 2004 fue el día del terror. Entre las 7:30 de la mañana y las 8:00, horas puntas del transporte en la capital española, catorce bombas depositadas por fanáticos criminales en cuatro trenes de la línea ferroviaria Alcalá de Henares-Madrid, donde viajaban cerca de seis mil personas, sembraban de heridos y muertos las vías. Las estaciones de Atocha-Renfe, Santa Eugenia y El Pozo del Tío Raimundo se convertían, desde ese día y para siempre, en símbolo de lo que la barbarie criminal es capaz de cometer en pos de no se sabe qué estúpidos ideales, capaces de justificar lo injustificable. Ciento noventa y dos muertos y casi dos millares de heridos de diversa consideración fueron el resultado de aquel crimen contra la humanidad. Un crimen que al principio fue atribuido a la banda criminal ETA (quizá fuera la costumbre, quizá por la ligereza e inoportunidad de algún cargo gubernamental, o quizá por otro tipo de oscuros intereses), pero que finalmente se demostró obra de Al Qaeda. Fueran unos u otros, criminales ambos con todas las letras y significado, el daño estaba hecho. Aquel día Madrid lloró, y lloramos todos con ella. Aquel día todos fuimos víctimas de aquel atentado.
Mucho se ha escrito desde aquel día sobre los acontecimientos producidos, desde las consecuencias de esa barbarie tanto en la política nacional como internacional de nuestro país, pasando por supuestas conspiraciones, supuestos errores informativos, supuestas y malditas casualidades.... muchas suposiciones, pero sólo una realidad. El 11-M dejó víctimas muertas, dejó víctimas mutiladas y heridas, y sobre todo, dejó víctimas psicológicas, cuyas mentes (como la de todos) no asimilan que el hombre sea el peor enemigo del hombre. Es sobre ellas, y para ellas (víctimas de toda condición), por las que los periodistas Pablo Torres, Francisco Minaya Ropero y Pilar Benito Sacristán han escrito 11-M. HOMENAJE A LAS VÍCTIMAS.
Adentrarse en esta obra es un acto duro. No sólo por el repaso que en el libro se le da al terrorífico crimen perpetrado aquella mañana de Marzo, sino por el hecho de que se detiene en un aspecto que otros trabajos periodísticos no han tenido en cuenta o considerado oportuno: el de poner rostro, nombre e historia a algunas de esas víctimas que el destino quiso poner, aquel 11-M, en el camino de muerte ideado por asesinos despiadados.
Todos sufrimos aquel 11-M, pero cuando uno se sumerge en esta obra sólo puede sentir, rememorando aquella fatídica jornada, más dolor e impotencia de lo que a priori se puede imaginar. Encontrarse con historias como la de Zahira Obaya Guzmán, una chica con veintiún años procedente de Tarifa (Cádiz), que llevaba un año viviendo en Madrid con su novio y a la que la tragedia le quiso arrebatar la vida, pero no lo consiguió. Perdió un ojo (por el buen hacer de los médicos y la fuerza vital de esta joven), pero el atentado no le arrebató ni sus ganas de vivir ni su dulzura ni alegría.
O el caso de María Kitsu, inmigrante sin papeles de Ucrania, país que dejó atrás, como otros muchos, con la intención de conseguir una vida mejor en un país como España, y que se encontró inmersa en la tragedia. Perdió la audición, y en sus piernas han quedado las marcas del fuego y del dolor.
Otra inmigrante, Mari Lu Villamiel, dejó su Colombia natal para huir de la violencia, y se encontró con lo mismo que dejó atrás: muerte, desolación, terror, ansiedad, desconcierto...
Para qué seguir... cada uno de los nombres que aparece en este libro tiene una historia. Todos tenían sueños, tenían inquietudes, esperanzas... unos las mantienen vivas, inalteradas, a veces con más fuerza (una fuerza que da el haber sido parte y víctima de un suceso en el que se es consciente que la barrera entre el estar vivo y el estar muerto está más cerca de lo que muchos siquiera nos hemos planteado alguna vez), otros se han venido abajo y han desechado continuar con sus sueños...
11-M. HOMENAJE A LAS VÍCTIMAS es más que un libro. Es un testimonio de vida, un esfuerzo de los autores por dejar constancia de la masacre, y por hacer más cercanos si cabe muchos de los que fueron protagonistas a su pesar de aquella fecha maldita. Sin lugar a dudas es un libro que no dejará indiferente a nadie. Y sobre todo que nos enseña algo de lo que muchas veces no somos conscientes: la fuerza que las víctimas de una barbarie semejante tienen, tanto mental como física, para reponerse. Cada testimonio es un universo, y cada nombre una experiencia. |
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