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| | | Romasanta: El Hombre Lobo Español | | | por Francisco Contreras Gil | | |
| | | Hombres lobo en Europa, hombres jaguar en Sudamérica, hombres hiena y león en África, hombres osos en los países escandinavos y hombres zorro y tigre en Rusia. La transformación del hombre en bestia es un mito que se pierde en la noche de los tiempos. La licantropía haría referencia a cualquier monomanía, sea cual fuere la forma del animal que el enfermo cree adoptar. Un término que proviene de la mitología, concretamente del rey Lycaón, del que dieron buena cuenta Pausitas, Platón y Ovidio. Lycaón, rey de Arcadia, tenía mas de cincuenta hijos. Cuentan que sacrificó a uno de sus progenitores y se lo dio de comer al dios Zeus, disfrazado de campesino, para ver si era un autentico dios. Cuando Zeus se dio cuenta transformó a toda la familia en lobos. En España el mito cobró forma a finales del siglo XIX. En tierras gallegas nació el Home de Unto, Lobo de Xente, o Lobishome... esos son algunos de los nombres que recibe el protagonista de esta crónica del misterio. Pronunciarlos sigue generando un escalofrío en las frías noches gallegas. Manuel Blanco Romasanta ha pasado a la historia como el único caso documentado de licantropía acaecido en España. Viajamos hasta la Sierre de Mamede para rescatar nuevos datos y recuperar los enigmas y misterio de una leyenda que permanece aún viva. | | | | Manuel Blanco Romasanta, según la documentación existente, nació en Regueiro el 18 de noviembre de 1809. Una humilde aldea de la provincia de Orense anclada en el tiempo. Allí los más ancianos indican a los visitantes donde surgió la leyenda del apodado Lobo de Xente.
"Lo que dice la gente de por aquí es que aquí había nacido el hombre lobo. Pero yo no lo sé, ni puedo dar una explicación, ni puedo dar más datos. Poca gente habrá que lo sepa”, nos explicó Francisco García durante nuestra investigación en la localidad orensana.
Era un hombre físicamente normal tal y como refleja la reconstrucción fisonómica que realizó el Inspector de Policía Nacional Luis García Maña.
"La reconstrucción fisonómica de una persona que ha vivido hace unos 130 años (explica el inspector Luis García Maña en su informe), resulta harto dificultosa si no se cuenta con una descripción seria y profesional. Esta descripción, en un momento como aquel, a pesar de que estuvieran de moda en España las teorías positivistas, no era habitual entre los técnicos forenses. No obstante, en el caso que nos ocupa existen unas referencias parciales que pueden dar la pauta para acometer el trabajo de reconstrucción.
El resultado gráfico obtenido no debe ser estimado como perfecto ni mucho menos. Antes al contrario, debe de verse en él una posible aproximación gráfica a la imagen real del sujeto tan sólo coincidente con las características generales. Sin embargo, al interpretar algunos de los datos recogidos en los análisis forenses, nos llevan a confiar en que el trabajo final obtenido sí puede aproximarse con algunas limitaciones a la realidad. Se trata de un hombre de unos 43 años, muy bajo puesto que medía 5 pies menos de una pulgada (lo que traducido a metros sería 1´37), su tez morena, ojos castaños claros, pelo y barba crecida negra y semi-calva la parte superior de la cabeza (probablemente como efecto no solo de la edad sino también de usar sombrero).
Su fisonomía no resultaba violenta ni repugnante al no poseer rasgos característicos alguno. Según los forenses su mirada era dulce y tímida, pudiendo volverse feroz y altiva o forzadamente serena. Su temperamento era bilioso y su desarrollo corporal se manifestaba de forma regular dentro de su limitada estatura. Al parecer disfrutaba de buena salud. Entre los caracteres más destacables a los fines de este trabajo, destacan un resalto no muy considerable de la porción escamosa del temporal, así como un ángulo facial de 82 grados de apertura por efecto del abultamiento de los senos frontales bastantes pronunciados. Su óvalo craneal medía 22 pulgadas (50,6 cm.), el óvalo de la cara es de 23, 9 pulgadas (54,9 cm.), la apófisis mastoides presentaba un arco de 9 pulgadas (20,7 cm.) y del arco dentario de la frente iban 6 pulgadas (13,8 cm.)”.
De este estudio se pudo realizar un retrato robot del Hombre Lobo de Allariz. Un rostro, realizado al carboncillo, que muestra la mirada apacible pero sobrecogedora de quién podría haber sido Manuel Blanco Romasanta.
“Eran una persona –nos explicó José Domínguez, jefe de informativos de la Cadena SER y autor de la obra ROMASANTA: MEMORIAS DE UNA LEYENDA VIVA– de facciones incluso tiernas. De barba no demasiado poblada. Con poco pelo. Un sujeto, un individuo, que pasaría incluso desapercibido para su época. Una persona sagaz y muy preparada para aquel entonces. Sabia leer y escribir. Conocía mundo. Había recorrido muchas tierras y era un hombre en cierta manera de buena posición. Disponía de algo que para nosotros es normal y entonces era mucho más que hoy tener un automóvil. Tenía, en el peor de los casos, una mulilla, y en sus buenos tiempos un caballo con los que recorría los caminos más allá de Galicia”.
Un hombre con una aparentemente vida vulgar. Alguien que llegó a casarse y establecer un hogar.
“Es un hombre -nosos manifestó José Ramón Mariño Ferro, Profesor de Antropología de la Universidad de Santiago de Compostela– que asume un papel mítico propio de la cultura tradicional europea y más concretamente gallega. Ese no es otro que el del hombre lobo. Existe el mito del hombre lobo y él lo asume y se cree hombre lobo. Por eso nos interesa, porque no existen muchos casos de personas que crean en un mito y asuman ese mito”.
Pero algo cambio tras quedar viudo de su primera esposa. Desde 1843 la fama de Manuel Blanco Romasanta se extendió rápidamente por las tierras gallegas. Todos los lugareños le señalaban como vendedor de unto o grasa humana. Así comenzó la búsqueda por parte de las autoridades que finalizó con su detención en tierras toledanas. Su fama asesina llegó cuando en el año 1852 fue acusado por el asesinato del alguacil Vicente Fernández en las cercanías de Ponferrada.
Juzgado y condenado en rebeldía, escapó de la ley y se refugió en un pequeño pueblo abandonado llamado Ermida. Allí vivió sólo junto al ganado durante meses, quizás un año. Entre las viejas casuchas de pizarra y piedra se gestó su leyenda y misterio.
“En esta localidad –nos comentaba el periodista José Domínguez mientras paseábamos entre los prados y caserones empedrados–, a pesar de que pueda parecer lo contrario, sostienen los paisanos que jamás tuvo habitante alguno. Sus únicos moradores fueron las vacas. Con el ganado convivió Manuel Blanco Romasanta, él no supo decir exactamente cuanto tiempo, durante semanas, quizás meses. El tiempo suficiente y necesario para volver a integrarse, a aparecer en público. En este caso en Rebordechao donde volvió a contactar con los vecinos, entrando precisamente por las cocinas, haciéndose amigo de las mujeres, aunque por ello los hombres le dijeran que era un afeminado. Mejor ser afeminado, si con ello conseguía la confianza, que no que se le temiese cuando ya pesa sobre él una orden de búsqueda y captura”.
Poco a poco fue mezclándose con la población de Rebordechao.
“Desempeña –nos explicaba el antropólogo José Ferro– oficios que son propios de mujer en la época. Hacía también tareas de hombre como cordelero, cedacero, segador y otros oficios. Pero lo que llama la atención es que también hace oficios que en la época sólo hacían las mujeres, propios únicamente de las mujeres, como es el de hiladora o tejedora, que son papeles muy femeninos en nuestra tradición”.
Asentado en el pueblo de Rebordechao comenzó un rosario de brutales asesinatos en los bosques de Redondella y Argostios. En total fueron nueve víctimas, mujeres y niños, a los que quitó la vida sin piedad. Su perverso juego mortal se alargo durante años, escapando de la justicia una y otra vez y utilizando todo tipo de estrategias, hasta que el 2 de junio de 1852 fue capturado en la pedanía de Nombela, partido judicial de Escalona, en tierras toledanas.
A Blanco Romasanta le empieza a perseguir una mala estrella. Sólo así un plan tan bien urdido se puede venir abajo. En 1851 remata esos cinco años, lustro negro de horror y muerte, donde hizo desaparecer a sus nueve víctimas. Inmediatamente después, a los pocos meses, empieza a urdir su huída (estamos a finales de 1851), pero no lo consigue hasta febrero de 1852. Durante cuatro meses estuvo en el empeño y al final lo consigue a través de un pasaporte falso, con lo que ha hecho realmente una operación maravillosa (ha abandonado el Reino de Galicia un tal "Antonio Gómez", natural de Nogueira). Pero unos meses después, de marzo a junio, unos segadores reconocen al que dice ser de profesión cedacero y de identidad Antonio Gómez, vecino de Monte de Ramos; comparecen ante el alcalde y le dicen que ese hombre es Blanco Romasanta. El alcalde lo duda, durante horas, días... pero al final se produce la detención. "Es llevado a Verin y allí confiesa que producto de un maleficio él se vuelve lobo, es un lobo y asesinado a esas nueve personas”, nos narraba José Domínguez.
JUZGADOS DE ALLARIZ (ORENSE) – CAUSA Nš 1778: CAUSA CONTRA HOMBRE LOBO
Encarcelado en la localidad de Allariz, Manuel Blanco Romasanta acabó convirtiéndose en el protagonista de un juicio histórico, la causa Nº 1778: “Causa contra el Hombre Lobo, tomo 36 de los juzgados de Allariz bajo el encabezado `Causa contra el Hombre Lobo.´ Una litigio y sentencia que jamás se ha vuelto a repetir en la historia de las leyes españolas. Cinco tomos -con más de dos mil páginas- que se encuentran custodiados en el Archivo del Reino de Galicia en La Coruña y en cuyas portadas aparece el epígrafe Licantropía.
En el Archivo del Reino de Galicia –explicó Gabriel Quiroga, director de la institución, mientras consultamos los manuscritos del proceso– existe la causa criminal de Manuel Blanco Romasanta. Es un proceso que se tramitó ante la Audiencia Territorial de La Coruña en el año 1852. Fue una causa iniciada a consecuencia de una denuncia que se presentó, curiosamente, en la ciudad toledana de Escalona. Decían que esta persona llevaba con mentiras y engaños a mujeres y niños con él, después los mataba, les sacaba el sebo o el unto y lo vendía con excesivo lucro, como así dicen los legajos, en Portugal”.
Son manuscritos que aún estremecen a quien los consulta. En ellos nos encontramos las declaraciones de testigos y médicos, además de la horrible maldición de la que Romasanta confesó ser víctima. Un sortilegio de una bruja que, según él, le hacia transformase en lobo durante las noches de luna llena. Asesinar y desgarrar cuerpos humanos en los oscuros bosques ante la ancestral llamada de la sangre.
"La primera vez que me transforme –afirmó Romasanta como se puede leer en legajo del sumario donde quedó escrita de la declaración del gallego– fue en la montaña de Couso. Me encontré con dos lobos grandes con aspecto feroz. De pronto, me caí al suelo, comencé a sentir convulsiones, me revolqué tres veces sin control y a los pocos segundos yo mismo era un lobo. Estuve cinco días merodeando con los otros dos, hasta que volví a recuperar mi cuerpo. El que usted ve ahora, señor juez. Los otros dos lobos venían conmigo, que yo creía que también eran lobos, se cambiaron a forma humana. Eran dos valencianos. Uno se llamaba Antonio y el otro don Genaro. Y también sufrían una maldición como la mía. Durante mucho tiempo salí como lobo con Antonio y don Genaro. Atacamos y nos comimos a varias personas porque teníamos hambre”.
Durante el largo litigio, Romasanta confesó trece crímenes cometidos bajo el influjo de una maldición. Sus víctimas fueron:
- Manuela García, de 47 años de edad, y su hija Petra, de 15 años, que fueron asesinadas en la Sierra de Mamede mientras viajaban a Santander con Romasanta.
- Benita García Blanco, de 34 años de edad, y su hijo Francisco, de 10 años, asesinados en Corgo de Boi, durante otro viaje a tierras cantabras.
- Antonia Rua, de 37 años de edad, y su hija Peregrina. Perdieron la vida mientras se trasladaban a Orense en el bosque de As Gorvias.
- José Pazos, de 21 años de edad, corrió la misma suerte que los anteriores al desplazarse a casa de unos familiares en As Gorvias.
- Josefa García, madre de José Pazos, también fue asesinada en el mismo lugar que su primogénito.
- María Dolores, de 12 años de edad, fue asesinada y despedazada en los bosques de A Redondela.
Hoy, expertos como el investigador Gabriel Quiroga encuentran lagunas sobre la realidad del embrujamiento y de que él fuera el autor de todas las muertes. Tan sólo se encontraron los huesos de una de sus víctimas y no de todos los que afirmaba Romasanta.
“Al principio –nos explicó Quiroga– dice que una maldición, pero no deja de ser curioso que una vez trasladado cambia su declaración y afirma que lo que sufre no es una maldición sino una enfermedad”.
Visitó junto a los fiscales los lugares donde se habían producido los asesinatos, narró con todo tipo de detalles como desgarraba la carne de sus víctimas, como vagabundeaba por la Sierra de Mamede hasta que, transcurridos ocho días, el maleficio remitía y se transformaba nuevamente en humano.
Yo llegué –manifestó Romasanta– a mantener la forma de lobo hasta ocho días seguidos, aunque normalmente no pasaba de dos o cuatro. Antonio, sin embargo, llegó a mantenerla diez días y don Genaro hasta quince, aunque lo normal eran cuatro o cinco días. Con ellos maté y comí varias personas, aunque algunas como Josefa y Benita, y sus hijos, lo hice solo”.
Durante su transformación posterior a humano detalló a los jueces que recordaba todo. Lo que sin lugar a dudas fue determinante en su sentencia final.
“Desde que me convertía en lobo mandaba sobre mí el animal. Y así veía y sentía como lógico el instinto y el hambre de carne humana. Cuando volvía a ser yo, a ser hombre, sentía cierta lástima, pero nada podía hacer”, detalló Romansanta.
La conclusión definitiva que muestra el proceso judicial determinó que “Manuel Blanco Romasanta no es idiota, ni loco, ni monomaniático ni imbécil, y es probable que si fuera más estúpido no fuera tan malo. No hay en su cabeza ni vísceras ni motivo físico que transforme el equilibrio moral, ni el más mínimo vestigio de haber perdido jamás la razón, pero sí la bondad. ¿Qué es Manuel Blanco? Sus hechos están en contradicción con la razón o la moral. Sus sentidos y juicios son despejados y rectos; conoce lo bueno, lo verdadero y lo justo.
Obra por un fin moral calculado y reflexionado; para tal fin conmina y dispone los medios con sagacidad, aplomo y tacto; este es un cuerdo que ahuyentó del corazón la sensibilidad, su más bello patrimonio, y los sentimientos de humanidad”.
| "Manuel Blanco Romasanta, según la documentación existente, nació en Regueiro el 18 de noviembre de 1809. Una humilde aldea de la provincia de Orense anclada en el tiempo." | |
INTERVIENE LA CORONA
El 6 de abril de 1853 fue sentenciado a muerte a garrote vil, pero ocurrió algo inesperado en el último instante. Un doctor–hipnólogo francés llamado Philips pide un aplazamiento de la sentencia a Isabel II, Reina de España. El científico francés creía que era un enfermo de licantropía y que todo se debía a un desorden en su mente y que no podía ser responsable de sus actos. Aquella apelación salvó la vida al gallego. Isabel II le perdonó la pena a cadena perpetua el 13 de mayo de 1854.
¿Qué se escondía tras al intervención de la Reina de España? ¿Por qué estuvo exigiendo el perdón para Manuel Blanco Romasanta?
“Parece que la reina se interesa por este asesino por el informe que hace M. Philip. A ella o al ministro le llamó la atención”.
En 1853, el supuesto hombre lobo fue condenado a muerte en garrote vil. Traslado de la sombría cárcel de Allariz a la prisión de Celanova su final continua siendo un misterio. Aún hoy muchos reniegan de su nombre. Otros sienten un temor especial al recorrer las solitarias corredoiras en las noches de plenilunio.
¿Cómo, dónde y cuándo murió Romasanta? Son preguntas que aún hoy nadie ha logrado responder. Y quizás sean esas las incógnitas las que continúan alimentado su mito y leyenda. Las hipótesis son parte de nuevas investigaciones.
“Se comenta –afirmaba Gabriel Quiroga– que es llevado a la cárcel de Orense. Pero no vuelve aparecer referencia alguna de dónde se trasladó. Habría que investigar en los fondos documentales de la cárcel de Orense (no puedo decir si se conservan o no) y procurar algún rastro de su sentencia, pero no hay nada que nos diga que no se cumplió la condena”.
Para otros eruditos, como José Ferro, antropólogo de la Universidad de Santiago, “murió en la cárcel, vestido de mujer y cobrando unas monedas por enseñar su rostro a los visitantes”. Incluso investigadores como José Domínguez mantienen que se perdió su pista en los calabozos de Celanova, quién sabe sí bajo la protección de la casa real.
LA CIENCIA DE HOY ANTE EL MISTERIO DE AYER
La ciencia ha intentado dar una explicación a este tipo de casos desde tiempos inmemoriales. No en vano la primera descripción referente a licantropía la podemos encontrar en los trabajos de Paulus Aeginia en el siglo VII d. C.
“Aquellos que sufren licantropía salen durante la noche a imitar a los lobos y merodean por los cementerios hasta el amanecer. Estas personas se pueden reconocer por las siguientes señales: son pálidos, de mirada febril, los ojos secos así como la lengua, de donde no fluye saliva; pero están sedientos, y sus piernas presentan úlceras incurables debido a sus muchas caídas. Estas son las marcas de la enfermedad”.
Para la psiquiatría actual estamos ante la manifestación de la esquizofrenia, síndrome orgánico cerebral con psicosis, reacción depresiva psicótica, neurosis histérica de tipo disociativo, psicosis maniaco-depresiva o epilepsia psicomotora. Como apunta Manuel Moros Peña en su obra SERES ECTRAORDINARIOS, “Según Clameil, un segundo grupo lo formarían los esquizofrénicos y parafrénicos que, incapaces de reprimir el empuje de sus primera pulsaciones delirantes, llegarían a vivir realmente paroxismos nocturnos que los harían escapar de sus casas y correr por los bosques, hasta que el amanecer los encontrara desnudos refugiados en cualquier escondrijo.
El último grupo sería el de los maníacos homicidas; los enfermos mentales poseídos por una terrible ferocidad, que excitados por su delirio no se resistirían a llevar a cabo sus sanguinarios instintos. Correrían por la noche desnudos o incluso cubiertos por una piel de lobo, matando, violando o devorando a sus víctimas”.
Una enfermedad que ha confundido a muchos versados de bata blanca fue la hiperticrosis. Un trastorno epidérmico que consiste en la presencia de pelo por todo el cuerpo del paciente. Daier y Wircoh establecieron dos tipos de hipertricosis:
- Hipertricosis névicas: crecimiento exagerado del vello cubriendo grandes zonas de la piel.
- Hipertricosis languinosa: crecimiento del cabello en zonas determinadas como nariz, frente y pómulos, y que fueron etiquetados médicamente bajo los nombre de caras de perro y caras de mono.
| "En 1853, el supuesto hombre lobo fue condenado a muerte en garrote vil. Traslado de la sombría cárcel de Allariz a la prisión de Celanova su final continua siendo un misterio." | |
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| | | (c) Fotografías: Francisco Contreras Gil. | | | | Biblioteca Del Viajero
| | | - ENIGMAS PENDIENTES, de Francisco Contreras Gil.
- SERES EXTRAORDINARIOS, de Manuel Moros.
- VAMPIROS, de M. G. Aracil. | |
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