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Peñíscola Y El Papa Luna
por Francisco Contreras Gil

El reciente óbito de Juan Pablo II y la elección del cardenal Ratzinger, bajo el nombre de Benedicto XVI como nuevo pontífice, ha puesto de actualidad todo aquello que esté relacionado con el Vaticano. Una buena ruta en nuestra piel de toro, para recuperar los misterios afines con la Santa Sede y sus papas, se encuentra en la localidad castellonense de Peñíscola. Bella urbe mediterránea que fue sede papal gracias a uno de los vicarios de cristos más enigmáticos: Benedicto XIII, más conocido como el Papa Luna.

“Apoyada sobre la arena como un gigantesco León de piedra que se hubiera puesto a beber agua salada, está la mole de Peñíscola”.

Fernando Díaz-Palaja
La ciudad de Peñíscola, ubicada al norte de la provincia de Castellón, se encuentra entre los lugares más mágicos del levante español. Un punto geográfico que ha sido motivo de contiendas a lo largo de la historia. Este enclave, de presumible origen ibérico, fue ocupado por fenicios, griegos y romanos. Durante varios siglos los árabes estuvieron instalados bajo el gobierno del rey moro Zeit Abu Zeit hasta la reconquista de Jaime I. Pero no fue hasta la llegada de la enigmática figura del Papa Benedicto XIII cuando las leyendas y secretos históricos surgieron con fuerza.

Pedro Martínez de Luna y Gotor nació en Illueca (Zaragoza) en el año 1328, en el seno de una familia de Aragón. Inició sus estudios de Derecho Canónigo en la Universidad de Montpellier (Francia). Al acabar la carrera, comenzó un ejemplar trabajo en la Cátedra de Derechos francesa, que no pasó desapercibida para sus coetáneos.

Durante una época dedicó su vida al magisterio y se consagró a la Iglesia, logrando popularidad con sorprendente rapidez. Canónigo de la Diócesis de Vic, Tarragona y Huesca: Arcediano de las de Tarazona y Huesca; Prepósito de Valencia, etc.

Los diferentes cargos que ostentó con el paso de los años hicieron que el monarca de Aragón, Pedro IV, escribiese en 1375 al pontífice Gregorio XI, recomendando a Pedro de Luna como posible sucesor del pontífice.

Ese mismo año, Pedro de Luna y Gotor fue nombrado cardenal en la ciudad papal de Aviñón en Francia. A los pocos meses de ocupar su nuevo puesto se trasladó a Roma siguiendo al séquito de Gregorio XI, quién murió poco después dando lugar a la encendida y polémica elección del sucesor del Papa, que desembocaría en el Gran Cisma.

Tras diferentes coacciones se designaron dos santos padres: Urbano VI, en Roma, y Clemente VII, en Aviñón.

En 1394 fallece Clemente VII y se nombra por unanimidad como Vicario de Cristo a Pedro de Luna, el 28 de septiembre de 1394, bajo el nombre de Benedicto XIII. Durante el Concilio de Pisa, celebrado en 1403, se instauró al nuevo pontífice. Alejandro V, y con él, el orden. El Papa Luna perdió a sus seguidores y fue obligado a renunciar al papado, lo que supuso un tiempo después la excomunión y su declaración de hereje. Tras su muerte en 1423, su cadáver pudo ser contemplado en Peñíscola, pero un ataque sacrílego hizo que la urna donde se guardaban los restos quedara destrozada. El obispo de Zaragoza ordenó que se trasladara al interfecto a otra estancia del castillo.

Allí permaneció oculto a las miradas hasta que las tropas de Felipe V lo hallaron durante la Guerra de Sucesión. Tiempo en el que fue exhumado, se le separó la cabeza del resto del cuerpo y sus despojos fueron lanzados al río.
PRODIGIOS Y FENóMENOS SOBRENATURALES

La vida del denominado Papa del Mar fue controvertida y singular. Una existencia insólita que estuvo rodeada de extraños y quiméricos lances que se produjeron en la fortificación de Peñíscola y sus alrededores.

Según la amplia recopilación de relatos, unos fundamentados históricamente y otros guardados con celo por tradicional oral, el Papa Luna era capaz de obrar todo tipo de prodigios y milagros. Uno de los más conocidos y divulgados es el episodio de la Escalera Del Papa Luna. Tal y como argumentan antiguas crónicas, la construcción del camino de escalones que llevan al embarcadero donde tenía su galera, llamada Santa Ventura, se realizó en una sola noche tras ser abandonado por los suyos y, lo que es más sorprendente, aquel mismo día descendió hasta el mar, extendió su manto y con la ayuda de su báculo se dirigió hasta Roma flotando por encima de las aguas.

No es la única referencia que tenemos de sus cualidades voladoras. Diversos biógrafos han podido recoger testimonios documentados en los que se menciona la aparición de un diablo vestido de sacerdote, mientras San Vicente Ferrer predicaba por el Maestrazgo castellonense. Dicho ser demoníaco invitaba a los fieles a dejar de escuchar el evangelio y cómo no, las malas lenguas, casi todas ellas enemigas de Benedicto XIII, asociaban el diabólico ente con el Papa Luna.

A pesar de las infernales connotaciones de algunos de sus prodigios, existen también acciones milagrosas. Un buen ejemplo de ellos sería la inexplicable capacidad que tuvo para exterminar una plaga de arañas en el eremitorio de la Mare de Déu d´Ermitana, con la única ayuda de la palabra. Maldiciéndolas, salvó a las gentes y pueblos del desastre. La misteriosa atmósfera que rodeó su personalidad y vida se vio reforzada por los asombrosos relatos que se cuentan incluso después de su muerte.

En 1423, moría y recibía cristiana sepultura. En esa misma fecha fue elegido como nuevo pontífice de Peñíscola Gil Sánchez Muñoz, con el nombre de Clemente VIII. Carrier, uno de los cardenales, dejó plasmado en diferentes manuscritos que aquel día “en Peníscola se produjo y extendió por el cónclave un olor fétido y por las noches vagaba por la terraza del castillo un macho cabrío”.

Siete años más tarde, cuando los rumores de entidades diabólicas que moraban en la fortaleza era el pan nuestro de cada día, uno de sus familiares decidió exhumar los restos mortales tras pedir el permiso correspondiente. Al descubrir su cuerpo incorrupto, las narraciones cuentan que el cadáver desprendió una fragancia aromática o perfumada que recorrió todo el castillo e incluso penetró por la ciudad.

“El día de la fiesta de Ramos de las Palmas –dejó escrito Alpartils y Zurita– que fue el 9 del mes de abril y al Jueves Santo siguiente, salió fragancia del sepulcro donde estaba enterrado Pedro de Luna. Se extendió no solamente por el castillo en donde estaba el túmulo, sino también por toda la iglesia y por todo el lugar, y por el alcalde del castillo se dio aviso al Rey”.
PEñíSCOLA: ¿MáGICO ENCLAVE TEMPLARIO?

Pedro de Luna mostró siempre un inusitado interés por esta ciudad, y más concretamente por el enclave donde se ubica su castillo, durante sus continuos viajes por el maestrazgo. El castillo es de origen musulmán y fue acabado por los Montesianos en el siglo XIV. Su estilo arquitectónico, catalogado como militar del bajo medieval, sufrió varias reformas cuando Benedicto XIII fijo su residencia.

El 21 de julio de 1411, Benedicto XIII entró en la villa castellonense asentando allí la sede pontificia. Toda una larga lista de artistas, plateros, escultores, copista, alquimistas y ocultistas se instalaron en la "acrópolis espiritual y guerrera” como fue llamada por F. Chueca. La atracción y fascinación del Papa español por esta urbe habría que buscarlo entre otras razones en el estudio de diferentes tradiciones esotéricas que pudo recoger de la conocida Orden del Temple. Entre las hipotéticas razones que se barajan para que Peñíscola se convirtiera en epicentro templario estaría el poder espiritual que despertaba la comarca.

Los monjes guerreros supuestamente tenían constancia de enclaves naturales donde el cruce de corrientes de energía bio–magnética afectaba a la hipófisis, dando lugar a estados alterados de conciencia, percepciones extra–sensoriales y todo tipo de fenómenos paranormales.

Una conjetura que queda avalada, según explica Juan Simó Castillo en su obra El Castillo Templario. Pontificio de Peñíscola, en donde explica que han quedado reflejados mensajes cabalísticos e iniciáticos como “la alternancia de hiladas de sillares blancos y grises de la bóveda del salón gótico, las jambas de la entrada de la capilla, la advocación de la capilla a la Virgen María y a los Tres reyes Magos de Oriente”.

¿Sería esta la razón por la cual el Papa Luna trasladó la ciudad pontificia a España?
Biblioteca Del Viajero

Podemos encontrar bastante bibliografía sobre El Papa Luna. De la misma forma existe un gran número de títulos que abordan la historia del castillo de Peñíscola. Algunas de las recomendaciones literarias antes de visitar el enclave papal serían:

- Pedro De Luna. Papa De Peñíscola, de Juan B. Simó Castillo (Eduard Fabregat Editor).
- El Castillo Templario–Pontificio De Peñíscola, de Juan B. Simó (Editorial Antinea).
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