| Existe una teoría que afirma que hay una Santa Alianza tras el desarrollo del conocimiento humano que se encarga, sistemáticamente, de ralentizar su avance sin importarle los medios necesarios para conseguirlo; al parecer tiene entre sus miembros un número indeterminado y muy numeroso de seguidores repartidos por todo el planeta. Hasta no hace mucho tiempo los libros impresos y sus derivados, como los manuscritos o los pergaminos, habían sido los métodos de los que el conocimiento se ha servido para perpetuarse a la vez que transmitirse. Y por eso muchos de ellos han sido destruidos o secuestrados, y sus autores amenazados o muertos a lo largo de la Historia, a manos de esta supuesta hermandad que constituyen el denominado ORDEN NEGRO. Pero, ¿qué hay de cierto y qué de leyenda en esta teoría?
La Historia está llena de destrucciones masivas de obras en la que los seres humanos plasmaron sus conocimientos, experiencias y enseñanzas, y que no han llegado hasta nosotros a causa de la barbarie de otros hombres que denostaron cualquier avance plasmado en ellas en pos de un poder efímero. Desde la más remota antigüedad se tenía la creencia errónea de que si a tu enemigo, una vez vencido, le destruyes su fuente de transmisión de conocimientos, estos no podrán ser heredados a aquellos que, en un futuro, puedan venir a destruirte a ti. Por eso, no era extraño que tras las batallas se saqueasen ciudades, y se destruyesen aquellos ejemplares que eran considerados nocivos para el nuevo poder gobernante.
Esto, que puede parecer algo relegado al pasado más remoto, no es tan antiguo como puede suponerse. Los Nazis, en plena mitad del siglo XX, se dedicaron sistemáticamente a destruir muchas obras literarias: de hecho, en 1933 quemaron la totalidad de un libro sobre los rosacruces titulado Die Rosenkreuzer Zur Geschichte Einer Reformation (cuya traducción sería algo así como Los Rosacruces, Camino Hacia Una Reforma).
Pero existen más ejemplos: en 1885 el escritor Alexander Saint–Yves d’Alveydre fue obligado, tras recibir una orden por parte de personas desconocidas que amenazaron con acabar con su vida, a destruir la que sería su última obra: “Misión De la India En Europa Y Misión De Europa En Asia. La Cuestión de los Mahatmas Y Su Solución. Como es de suponer este autor hizo lo que se le dijo, y acabó con todas las copias que temeroso de que aquellos que le amenazaron cumpliesen; sin embargo, un ejemplar escapó de la hoguera. En 1909 un editor apellidado Dorbon y apodado El Viejo sacó una muy reducida edición de esa obra; curiosamente, en 1940, tras la entrada de los alemanes en París, una de las medidas llevadas a cabo por los invasores fue dedicarse a localizar y destruir todos aquellos ejemplares de esa nueva edición que pudieron encontrar. El resultado, qué duda cabe, es la práctica certeza de que, ahora sí, esa obra se ha perdido para siempre.
Algo similar a lo ocurrido con Saint–Yves aconteció con los herederos del escritor Estanislao de Guaita en 1897, quienes recibieron una misteriosa orden por parte de desconocidos que no dudaron en acatar: no fue otra que la de acabar con el manuscrito de la última obra de este personaje. Y como estos muchos más ejemplos.
Muchos han sido los escritores célebres que se han lanzado a denunciar a través de sus libros esta supuesta teoría conspirativa que pretende ralentizar el progreso: Edgar Wallace, Sax Rohmer o el mismísimo H. P. Lovecraft, entre otros. Sin duda porque ellos tenían conocimiento de que esto era algo no tan ficticio como muchos pudieran pensar. Y gracias a ellos, a estos autores y sus novelizaciones, hoy día tenemos constancia de los métodos, actuaciones e ideas que parecen regir esta siniestra hermandad.
Pero, ¿qué o quienes son estos individuos? Y sobre todo, ¿qué es lo que buscan con tanto ahínco para no escatimar esfuerzos en conseguir su tan absurdo objetivo? Pues la verdad es que son preguntas con una difícil y especulativa respuesta. Lo único que parece cierto es que son tan antiguos como la civilización misma, y que tienen como única misión la de frenar lo que sería una difusión demasiado rápida del saber. Aparentemente temen que ese conocimiento, en caso de llegar a tener una vía de difusión lo suficientemente amplia como para llegar a un gran número de individuos, provoque la destrucción y desaparición de nuestra civilización, igual que antaño desaparecieron otras civilizaciones supuestamente anteriores a nosotros. Hay incluso quien piensa que es a causa de estos personajes, y de su labor de obstrucción, que se han perdido aquellos saberes que nuestros antepasados manejaron y que permitieron, por ejemplo, construir monumentos como las pirámides, o elaborar complejos dibujos en Cuzco sin un aparente significado actual.
Sea como fuere, lo realmente doloroso es que muchas obras fueron arrojadas al fuego en el peor de los casos, o se hicieron inaccesibles en el mejor de ellos, quedando relegadas al disfrute de unos pocos individuos que, por unos u otros caminos (no siempre lícitos), consiguieron hacerse con los últimos emblemas del saber. Un saber que, pese al transcurrir de los años, en muchas ocasiones se mantiene oculto no ya por obra de estos personajes, sino por obra de los propios autores que cifraron su contenido para evitar sobresaltos… y es que de todo se aprende. También hay círculos herméticos, sociedades cerradas y ocultas que atesoran el conocimiento y repelen a aquellos que pretenden acceder a sus secretos. Toda ayuda es poca a esta teoría del retraso.
Escribía George Orwell en su célebre obra 1984 una frase que define la persecución de obras: “La ignorancia es la Fuerza”. Quizá esa, y no otra, sea la razón del interés de esta extraña hermandad o alianza. La de ser fuertes a costa de atesorar el saber. A fin de cuentas, dicen que “la verdad nos hará libres”. ¿Qué mejor manera, entonces, que la de negarnos el conocimiento para tenernos sometidos? | |
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