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La Inspiración Literaria
por Silvia Rodríguez

La inspiración literaria, ¿es intrínseca al escritor o se  ha de cultivar? Dicho de otro modo, ¿es innata al ser humano o es una actividad aprendida?

Esta reflexión aflora en mí al recordar al genial escritor luso José Saramago, al rememorar la explicación que él daba a su afición tardía por la creación de historias,  invención de nuevas realidades, trascripción de sueños, ideas, ilusiones, amarguras... en definitiva, en la inmersión de la compleja y rica vida interior de los literatos.

Argumentaba el ilustre Premio Nobel de Literatura que, simplemente, no  tenía nada interesante que contar hasta que le llegó su momento, cercana ya la cincuentena, de poder decir algo interesante a los demás...

Imagino que el/la  joven aspirante a escritor/a que lea estas líneas se sorprenderá ante tal afirmación. Puede haber diversos factores que imposibiliten o, por el contrario, faciliten el discurrir literario: falta de tiempo, de experiencias vividas, de motivación. Sin embargo, pienso que la imaginación y la capacidad de abstracción que poseemos desde la más tierna infancia es fuente más que prolífica de ideas, y la experiencia vital a la que alude Saramago puede encontrarse tanto en una vasta biblioteca como en un parque lleno de niños y de flores, de pájaros y de ancianos, en una tarde de playa y sol, en una noche estrellada contemplada en mitad del campo...

Cierto es que el cumplir años, la aparición de las primeras arrugas, el nacimiento de los nietos, los achaques de salud, la llegada de la tan ansiada y tranquila edad de la jubilación, son factores a favor para la disposición y la preparación intelectual a la hora de embarcarse a escribir libros.

Pero, en esta nuestra sociedad de la información y nuevas tecnologías, de disponibilidad de herramientas miles para recibir estímulos sensoriales continuos, de bibliotecas públicas al alcance de cualquiera, de la rapidez de la red de redes a la hora de buscar el dato y de escribir, de medios de transporte eficaces y asequibles, del desarrollo de dispositivos de reproducción (MP3s, DVDs, cámaras  fotográficas y videográficas digitales...), se nos hace más fácil, por lo menos en cuanto a medios se refiere, a la hora de poner en marcha el artículo, relato, ensayo, novela o composición poética.

Es innegable que el que no posea imaginación o el don de  poder capturar y reproducir lo sutil, lo profundo, la congoja,  el paisaje, el éxtasis, el karma, la alegría o el llanto no tiene nada que hacer.  Y también es cierto que hay viejos con veinte años y ancianos con setenta...

Porque a la Literatura se la suele vincular con la frescura, con el alma embalsamada del espíritu joven e inquieto; inquieto por buscar que hay más allá de lo material y tangible. Con la capacidad de la ilusión, del dejarse llevar, el abandono a la sorpresa, a la aventura de aceptar y disfrutar el devenir humano.

En resumidas cuentas, tanto el bagaje intelectual como la sensibilidad o la experiencia de los años facilitan la creación y pervivencia de LA LITERATURA... y que sea hasta el fin de los tiempos.
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