| Los EPISODIOS NACIONALES no son una serie de libros cualquiera. Esta magna obra de Benito Pérez Galdós debe ser alabada desde dos puntos de vista, a mi juicio. Primero: el autor quizá sea el mejor escritor de narrativa de España, después de Cervantes. Y digo “después”, porque don Miguel tuvo el mérito de asentar un estilo realista en la prosa, y hacer nacer así a la novela costumbrista, de la cual han bebido multitud de escritores, entre otros y en primer lugar, Benito Pérez Galdós. Y, posteriormente, en el estilo galdosiano se inspirarán prácticamente todos los miembros de la Generación del 98: Unamuno, Baroja, Maeztu e incluso Azorín y Valle-Inclán... por citar algunos. Y del 98 se ha seguido la rueda hasta nuestros días.
Por una parte, pues, la belleza del estilo; y en segundo lugar el testimonio épico de una España convulsa durante todo el siglo XIX. Sin embargo nunca se han utilizado como fuente documental estos Episodios por los historiadores. Y ello es así porque, como decíamos más arriba, Galdós pretendió –y no es poco– narrar esa epopeya de nuestra historia, dando más importancia al patriotismo, el valor, el amor y demás virtudes, que a la precisión histórica (aunque, por otro lado, está bastante bien documentado). Por eso LOS EPISODIOS NACIONALES deben ser tenidos como una novela histórica sin precedentes... pero novela al fin y al cabo. En ocasiones, la novela histórica puede ser una tortura intelectual; no sucede así en LOS EPISODIOS, pues el autor se guardó mucho de hacer afirmaciones sobre lugares, intenciones, otros datos, si no estaban suficientemente contrastadas que, por cierto, no fueron escasas las investigaciones de Galdós, para poder empatarlas bien con sus personajes de ficción. Sobre la base de unos hechos reales y una trama novelesca, urde unos episodios repletos de belleza, lirismo... sin obviar los sinsabores de la guerra.
Y ya para terminar: la obra está dividida en cuatro series que contienen 46 narraciones (llamémosles libros) que se van desarrollando cronológicamente.
En fin, estamos ante una obra muy extensa, que debe leerse con tranquilidad: beberla a pequeños sorbos. |
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