comentarios de libros agapea.com
ir a la home
ir al listado de comentarios
ir al listado de entrevistas
ir al listado de articulos
ir a contacto
ir a ganadores sorteos
ir a articulos de enigmas pendientes
ir a articulos de psicologia
ir a articulos de literatura
  

El Barril De Amontillado
por Enrique García

El relato de El Barril De Amontillado puede calificarse como uno de los relatos más macabros del genial escritor Edgard Allan Poe. Un relato en el que el tema de la venganza lleva al personaje a cometer un atroz asesinato en la persona de Fortunato. La venganza despiadada como elemento de un castigo implacable. Sin embargo, el personaje principal, del cual sabemos únicamente que ha sido ofendido por Fortunato, no esclarece del todo los motivos que le llevan a cometer tal acto de venganza. Simplemente se limita a decirnos que ha sido insultado. ¿Justifica este insulto el crimen?

El relato, narrado por el propio Montresor, arranca con la presentación de los hechos que le han llevado a tal extremo. Poe presenta el relato como una especie de confesión por parte de Montresor. Da la impresión de estar confesando el crimen cometido posiblemente ante un clérigo. No obstante, podemos suponer también que lo esté narrando en su propio lecho de muerte. Es significativo que el propio Montresor se dirija en un principio a varias personas cuando afirma que ellas conocen la naturaleza de su persona. De aquí podemos llegar a la conclusión de que el narrador, Montresor, no se encuentra sólo sino que se está dirigiendo a un grupo de oyentes que bien pudieran ser sus familiares o amigos. Este hecho descarta nuestra primera suposición de la confesión individual ante un clérigo, aunque por otra parte resulta llamativo que el relato finalice con la palabras en latín ¡in pace requiescat! No está muy claro quien pude haberlas pronunciado. En un primer momento, llegaríamos a la conclusión de que ha sido el propio Montresor aludiendo a la muerte de Fortunato. Por otra parte dicha expresión podría haber sido pronunciada por un clérigo junto al lecho de muerte de Montresor. No cabe la más mínima duda de que el personaje del relato se está confesando. Pero, ¿ quién o quienes forman parte de su auditorio? Poe siembra la duda en el lector acerca de quien es el artífice aquellas palabras, y si el personaje de Montresor ha fallecido tras haber hecho la confesión. Esta primera parte del relato sirve de introducción a la propia historia narrada de primera mano por Montresor.

Ya en el relato contemplamos como él es una persona fría y calculadora, que no exterioriza lo más mínimo sus sentimientos hacia Fortunato, sino que aguarda su oportunidad. Conoce a la perfección cual es su mayor defecto y lo explota al máximo. Elige el momento adecuado para ello: el Carnaval. Esto nos hace pensar que Poe emplazó su relato en los carnavales de Venecia dado que ambos personajes son italianos. Este hecho no haría comprender mejor el tema de la vendetta tan característica de Italia, y que es el tema principal del relato.

Si echamos un vistazo a la descripción que del propio Fortunato hace Monstresor vemos que su aspecto lo convierte en una presa fácil. Nos dice que había bebido bastante e iba vestido de bufón. Su aspecto es bastante cómico casi ridículo. Podemos imaginárnoslo como un hombre insignificante y débil del cual se va a aprovechar Montresor fácilmente. Sabe que Fortunato no se resistirá ante un amontillado, y para hacer que sienta una mayor atracción por el caldo le habla de un posible competidor suyo: Luchresi. Ello hace que Fortunato sienta cierta envidia hacia ese personaje y que no dude en ningún momento en seguir adelante a pesar de su resfriado. Es significativo también este asunto, pues Montresor le advierte de las condiciones húmedas en las que se encuentran la bodegas, y que perjudicarán en gran medida su estado físico. Pero, tal advertencia es complemente falsa. A Montresor no le importa que Fortunato puede pasarlo mal, como así sucederá en las bodegas, ya que a fin de cuentas va a matarlo.

Es muy importante destacar los elementos que rodean al asesinato. En primer lugar los criados no estaban en casa. El propio Montresor se ha cuidado de que no hubiera testigos de su crimen. Los engaña diciéndoles que no volverá hasta el día siguiente. La descripción de las bodegas de la familia es sin duda el fiel reflejo de un lugar siniestro, húmedo, oscuro, sinuoso, cubierto de telarañas, huesos, etc. todos estos elementos han sido extraídos sin duda de la novela gótica del siglo XVIII. Un género inaugurado por Horace Walpole y su obra El Castillo De Otranto. La novela gótica se convirtió en un género muy fecundo a los largo de los siglos XVIII y XIX en Inglaterra, y de la cual fue un gran admirador y cultivador el propio Poe. La novela gótica se encuentra vigente incluso en nuestros días de la pluma de escritoras como Anne Rice con sus Crónicas Vampíricas, o el caso más reciente de La Historiadora, de Elizabeth Kostova.

Dicho escenario descrito por Poe representa el lugar idóneo para perpetrar el crimen. El pobre Fortunato comienza a experimentar los primeros síntomas de la humedad de la bodega. Ello hace que Montresor vuelva a interpretar su papel de persona preocupada por la salud de su colega, aunque en el fondo sólo sirva de acicate al ego de Fortunato. Su sorna llega al punto de que cuando Fortunato le expresa su intención de seguir, pues la tos no va a matarlo, Montresor responde afirmativamente sabiendo de antemano que no será la tos, sino él quien pondrá fin a sus días.

Citábamos anteriormente que había en el relato varios elementos que condicionaban el crimen. El primero que hemos citado era la ausencia de la servidumbre en la casa, o lo que es lo mismo la ausencia de testigos. En segundo lugar la humedad de la bodega que perjudica seriamente a Fortunato, y de la cual no es ajeno Montresor. Un tercer elemento clave en este proceso de asesinato es sin duda alguna la botella de Medoc que según Montresor será como bálsamo para su tos. Éste insiste a Fortunato una y otra vez en que beba para aplacar su tos. El mensaje es claro. Montresor busca emborrachar por completo a su víctima. ¿Falta de seguridad en sí mismo?. Aquí el personaje nos ofrece un rasgo que no conocíamos hasta este momento: el miedo. Miedo al fracaso. Miedo a no poder llevar a acabo su venganza, y para ello se asegura de que Fortunato esté completamente borracho con el fin de poderlo manejar a su antojo llegado el momento. Está tan borracho que no cae en la cuenta del mensaje de la divisa de los Montresor: “¡Memo me impune lacessit!". O lo que es lo mismo: “¡Nadie me hiere impunemente!”. Montresor se está dejando llevar por la máxima de su propia familia: la venganza .

Llegamos al momento en el que ambos personajes penetran en una cripta donde todo está preparado. El propio Montresor se hace pasar por un masón mostrándole una paleta de albañil a Fortunato. Pero lo que no sabe éste es que esa paleta servirá para consumar el crimen.

Poe vuelve a emplear elementos góticos para la descripción de la cripta: restos humanos apilados, oscuridad, profundidad de la misma, humedad. La presentación del lugar es acorde con la categoría del crimen. La oscuridad resulta clave pues no le permite vislumbrar a Fortunato hacia donde se dirige ya que su tea se ha consumido casi por completo, algo en lo que ha reparado Montresor. Ello obliga al indefenso Fortunato a penetrar en la cripta sin vacilar pues es ahí donde se encuentra el supuesto barril de amontillado. Fortunato está tan borracho que no entiende que ocurre y se deja hacer. Es el momento deseado por su vengador para encadenarlo a la húmeda pared cubierta de salitre.

La ironía de Montresor llega a su punto álgido cuando una vez encadenado Fortunato le pregunta si todavía quiere volver. Se está regocijando con su actuación. Tiene a su merced a su más acérrimo enemigo; el que le ha ofendido, no sabemos de qué manera, aunque a juzgar por el tipo de venganza ha debido ser bastante importante. Poe nos relata como Montresor se pone a trabajar afanosamente en levantar la pared que cubriría el nicho en el que yacerá de por vida Fortunato.

Lo más angustioso es que a medida que avanza la pared Montresor la borrachera de Fortunato se va pasando lo que hace más macabro el enterramiento en vida. Sabemos de su angustia por las sacudidas de las cadenas en un intento por liberarse, y por ciertos quejidos que emite. La venganza llega a tal extremo que Montresor se detiene en su labor para, sentado sobre una pila de huesos, escuchar plácidamente el sufrimiento de su víctima. Disfruta con la venganza que está llevando a cabo. La saborea con gusto. Goza de aquella situación. Una vez que los gritos cesan continúa con su trabajo. Pero no se detiene ahí sino que deseoso de verlo sufrir proyecta la luz de su antorcha sobre su rostro. Es entonces cuando Fortunato reacciona desesperadamente y Montresor, florete en mano, lanza estocadas hacia el hueco del nicho en un intento no sabemos si por calmarlo o por encenderlo aún más si cabe. No contento con ello le imita alzando más la voz como muestra de burla y sarcasmo, mientras continúa con su labor de albañil.

La tarea había casi concluido a media noche, lo cual no deja de ser anecdótico. La media noche representa la parte del día preferida en los relatos góticos. Y es entonces cuando, despejado por completo de su borrachera Fortunato, bromea con aquel espectáculo, y pide a Montresor que lo libere. Pero lo único que consigue es que este coloque la última piedra de su tumba y se vaya dejándolo allí solo. En este punto del relato nos encontramos ante la dificultad de dirimir entre si la expresión ¡Por el amor de Dios, Montresor es pronunciada por Fortunato o por el supuesto clérigo que se encuentra escuchando la confesión. En ambos casos sería aplicable.

Lo último que sabemos del desgraciado Fortunato, según su asesino, es que intentó resistirse, aunque en vano. Poe describe su último movimiento con el leve tintineo de los cascabeles. Es significativo que Montresor sintiera en verdad cierta pena y lástima por Fortunato. Sin embargo, achaca esa tristeza a la humedad de la bodega, y termina su trabajo apilando los huesos contra la pared. Y llega la expresión de la que antes nos hacíamos eco: ¡In pace requiescat! Dicha expresión señalábamos con anterioridad pudo haber sido pronunciada por el propio Montresor con cierto tono de pena o incluso arrepentimiento, o bien puede deberse a que una vez concluida la narración de los hechos Montresor haya fallecido, y sea un clérigo en el pronuncia dicha oración. Cabe resaltar las últimas palabras de Montresor al señalar que durante medio siglo nadie ha tocado la tumba en la que descansa Fortunato. Ello nos hace pensar en que si han transcurrido cincuenta años desde que acaecieron estos hechos narrados es posible que Montresor esté confesando el crimen llegada su hora. Por ello deducíamos la presencia de un clérigo.

Para terminar con este análisis de El Barril De Amontillado, que no aparece a lo largo del relato, sino que más bien fue un señuelo para engañar a Fortunato, y así poder perpetrar su crimen, debemos resaltar el afán desmedido de venganza que tiene el personaje. Una venganza que lo lleva a emparedar vivo a su enemigo como se solía hacer en la antigüedad. No hay duda de que El Barril De Amontillado no dejará indiferente al lector, bien sea con un cierto sentimiento de repulsa hacia los hechos narrados, o bien sea de disfrute por lo entramado del mismo.
Imprimir artículo  /  Enviar por email