|
Trilogía De Argel
|
por Pedro M. Valenzuela
|
|
A los que nos enganchamos de chicos en esto de la lectura con clásicos de la intriga como Sherlock Holmes o Poirot, resulta difícil dejar a un lado sagas de detectives o policías que alejándose de los métodos ortodoxos y poco eficaces de los cuerpos oficiales hacen gala de una inteligencia y personalidad envidiable que además sirve de espejo para reflejar el tiempo y el lugar utilizados como escenario de fondo. Si Vázquez Montalbán supo hacer con Carvalho uno de los mejores retratos de la Barcelona y la España de la Transición y los primeros años de Democracia, Yasmina Khadra nos presenta la cara más descarnada de Argel de la mano del comisario Llob, un policía descreído y de vuelta de todo que a pesar de estar a punto de jubilarse no deja de luchar por que sobreviva el pueblo de un país arrasado por los integristas.
La Editorial Almuzara reúne los tres libros publicados en 1997 y 1998, Morituri, Doble Blanco y El otoño de las quimeras en esta Trilogía de Argel del escritor que firma como Yasmina Khadra (explica en Doble Blanco la adopción de este pseudónimo para rendir homenaje al valor de la mujer de su país, aparte de por razones más prácticas como evitar la censura impuesta por el ejército a un oficial que critica abiertamente las miserias tanto de las instituciones como de parte del pueblo argelino). Es muy cruel ver cómo hay mucho más de realidad que de ficción en el marco donde se desarrollan estos libros, y sentir que un pueblo tan cercano geográficamente se halle tan lejos de nuestro mundo diario y nos importe tan poco, y es que qué se puede esperar de un sistema que, al día siguiente de su independencia, se apresuró a violar a la viuda y a los huérfanos de sus propios mártires.
En Morituri, la novela que le dio a conocer internacionalmente, Llob acompañado de su inseparable Lino se entromete en las conexiones de la mafia, el sistema y los terroristas, mientras que investiga la desaparición de la hija de un pez gordo, atravesará la corrupción y los chanchullos en todas las escalas de una sociedad putrefacta donde todos intentan sacar tajada. Doble Blanco es un paso más allá en el desmantelamiento de un sistema donde lo único que diferencia a los terroristas asesinos y a los poderosos es el lugar desde el que ordenan o ejecutan los atentados; a raíz de un asesinato que deja una pista incomprensible, HIV, Llob deberá desenredar toda una trama perfectamente elaborada para construir un nuevo orden social. Y El otoño de las quimeras es el ocaso de un comisario cuyo único objetivo ha sido luchar por un mundo mejor y que tiene que recurrir a escribir en un libro maldito las denuncias y la corrupción de un sistema y de la clase política y económica que lo dirige (aquí Llob se convierte en el alter ego del escritor, con lo que la trilogía expande sus dimensiones al ver las historias bajo el punto de vista de un escritor excombatiente afincado en Francia, lejos de su tierra natal donde se desarrollan estas novelas). ¿Qué es la esperanza si no una defección eufemística una renuncia engalanada, una lenta y dulce agonía en la que van desapareciendo las últimas oportunidades para una auténtica invocación, para una verdadera revancha sobre la propia mediocridad?
Con un humor sarcástico e hiriente y un estilo crudo y directo tanto en los diálogos como en la narración, que a veces puede llegar a cargar por sus omnipresentes comparaciones barriobajeras, no hay tregua en unas páginas que cabalgan entre los fantasmas del protagonista, la brutal violencia terrorista en la calle y la abismal distancia entra las clases de una sociedad con muchos pobres y pocos muy ricos, donde sólo queda un puñado de valientes que resisten como el nenúfar que no se deja corromper por las aguas cenagosas sobre las que flota, aunque nunca pueda llegar a alcanzar el nivel de la corona.
|
|