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| La Noche Del Tamarindo
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| por David Yagüe
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Hay deseos que perviven en la humanidad por siempre. Se pueden encontrar tanto en la mitología, que hunde sus raíces en los tiempos ignotos de los que poco o nada se sabe, hasta en diferentes y muy variados hechos históricos. De esos deseos y de las cuestiones morales y problemas que surgen de ellos habla LA NOCHE DEL TAMARINDO, de Antonio Gómez Rufo.
Difícil de clasificar en único género, esta novela es la historia, casi la fábula, se prefiere, de un multimillonario bastante carente de escrúpulos que puede conseguir todo lo que quiere, llegando incluso a mezclar elementos fantásticos y de ciencia-ficción, excepto el amor, en todas sus vertientes. La peripecia de esta especie de Rey Midas contemporáneo, cuyo poder y riqueza no parecen bastar para conseguir lo que él más desea, es narrado por Gómez Rufo como un thriller en ocasiones; como una historia de fantasía, o como una novela preñada de romanticismo en diferentes momentos.
Como en todo fábula el contenido moral y social queda patente al tratar el autor temas de tan trágica actualidad como el tráfico de órganos de menores, el deterioro del medio ambiente o la difícil relación entre ciencia y sociedad, aún en estos tiempos tan supuestamente abiertos y modernos. A pesar de que es fácil leer los mensajes con los que va trufando el autor la historia, LA NOCHE DEL TAMARINDO plantea más interrogantes que respuestas al lector, aún pidiendo a gritos una toma de postura.
Si sólo fuera un thriller, o una historia de ciencia-ficción, o una novela romántica por si sola, esta novela no funcionaría pues algunas tramas secundarias quedan sin resolver y, a veces, la historia avanza gracias a giros poco verosímiles o simplemente increíbles. Sin embargo, la mezcla de todos esos registros, su carácter de fábula y su compromiso, hacen que el lector entre en la historia, en ese juego que plantea el autor, y sigan a un personaje memorable en sus andanzas, que el autor hace comprensibles sean repugnantes o justas, en pos de un sueño universal: la vida eterna. Porque…¿quién no se ha planteado alguna vez cómo sería vivir para siempre? |
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